
En estos tiempos de incertidumbre es necesario reflexionar sobre el Perú y los retos a superar para integrarnos como nación. En este camino es urgente reconocer nuestra identidad, diversa y con matices, y potenciar las políticas públicas, en lo económico y social, para alcanzar ese futuro compartido como país. Primero, debemos comprender nuestra interculturalidad. Somos un país rico y diverso en culturas, lenguas y orígenes históricos. Por ello, surge la interrogante: ¿nos enfocamos en la etnicidad o la peruanidad?
Definimos la etnicidad como el grupo humano que comparte rasgos lingüísticos, culturales, históricos y en muchos casos, también rasgos físicos. El Perú tiene más de cincuenta pueblos indígenas, entre ellos, los pueblos indígenas andinos, amazónicos, afroperuanos, descendientes europeos y migrantes asiáticos, especialmente los migrantes chinos y japoneses que llegaron al Perú a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
El Censo 2017 identificó en el Perú 48 lenguas originarias. Según este censo el 16.3% de la población del país manifestó tener como lengua materna una lengua originaria, en su mayoría quechua-hablantes. Sin embargo, a pesar de la diversidad étnica y cultural de nuestra población, el mismo censo registró al 60% de la población en la categoría “mestizo”, invisibilizando a muchos de estos grupos que tienen su propia riqueza cultural, sus necesidades particulares y la urgencia de la presencia de un Estado más integrador.
En cambio, la peruanidad es un concepto más amplio y holístico, y se manifiesta a través de diversos símbolos patrios como la bandera bicolor y el himno nacional, que nos hermanan y nos refieren un sentido de apego y pertenencia a la nación, independientemente de la etnicidad. La peruanidad nos transporta en el tiempo desde los momentos prehispánicos y nos lleva a través de la Colonia, la Independencia y la República, llenándonos de orgullo por ser parte del territorio peruano y nos muestra un patrimonio multicultural que nos invita a vivir la unidad en la diversidad. Algunas de estas ideas se abordaron hace unas semanas en el IV Congreso de Peruanidad, en la Universidad Católica San Pablo de Arequipa. Fue una oportunidad para conectar nuestro contexto cultural con la herencia histórica y las políticas culturales.
En segundo lugar, si vemos al Perú desde la ventana de la economía, también encontramos claves para analizar nuestra identidad. A pesar del ruido político, los fundamentos macroeconómicos se presentan sólidos y estables. Y estas bases son muy importantes para nuestra construcción como país. Según el BCRP, este año esperamos crecer al 3.1% y de acuerdo con el Marco Macroeconómico Multianual (MMM) 2026-2029, el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) proyecta que creceremos al 3.2% promedio anual para ese período. El MEF proyecta también un déficit fiscal del 2.2% del PBI que se ajustará al 1% hacia el 2028. Por otro lado, nuestras reservas internacionales netas (RIN) de US$88 mil millones, equivalen a 22 meses de importaciones, lo que nos da una buena capacidad para responder ante choques negativos externos; y se estima que la inflación (controlada y en el rango meta) cerrará el 2025 en 2.2%.
En lo social, encontramos otros puntos por trabajar hacia la integración. Si bien vemos mejoras en los últimos veinte años en variables sensibles como la pobreza, que bajó del 54.8% en el 2004, al 27.6% en el 2024, aún convivimos con niveles de anemia del orden del 35.3% en niños de 6 a 36 meses de edad. En Educación, los resultados de la prueba PISA (2022) señalan que solo el 34% de nuestros escolares logran el nivel de comprensión mínimo aceptable, y el 50% puede identificar ideas principales y entender textos de longitud media. En Ciencias, la situación no es mejor: solo el 47% puede identificar explicaciones científicas correctamente. Por ello, es necesario fortalecer las políticas públicas en Salud, Nutrición y Educación.
Por último, persisten problemas estructurales que evidencian la crisis que vivimos y nos plantean retos urgentes. La informalidad concentra el 72% del empleo y el 63% de la actividad productiva de la micro y pequeña empresa. También el centralismo: Lima explica el 46.5% del PBI nacional, mientras que Arequipa, la segunda región más importante del país, solo representa el 5.8%. Otro problema es la pérdida de institucionalidad que erosiona la democracia, debilita la economía y profundiza la desigualdad. Pero el reto más grave es reducir la corrupción y combatir el crimen organizado, que afecta a la mediana, pequeña y micro empresa. La inseguridad le cuesta al país S/ 26 mil millones (según el BCRP), esta cifra representa el 2.2% del PBI.
Vivimos tiempos complejos y nos toca no perder la esperanza y generar los espacios para fortalecernos en la unidad, respetando nuestra diversidad y haciendo gala del sentido de pertenencia que nos da el sabernos parte de este gran país que es el Perú.

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