
En el Perú, la infancia enfrenta retos críticos en salud, educación y seguridad que afectan directamente su desarrollo integral. De acuerdo con datos oficiales, uno de cada tres menores de tres años no recibe sus vacunas a tiempo, más de 843 mil niños estudian en colegios con riesgo de colapso y en 2024 se registraron cerca de 20 mil denuncias de violencia escolar. Frente a un Estado que no logra cumplir con sus promesas, los padres se ven obligados a asumir un rol más activo para proteger y acompañar a sus hijos.
Vacunación infantil: una brecha que persiste
Según cifras del Ministerio de Salud, en 2024 apenas el 65% de los menores de 36 meses alcanzó la cobertura de vacunación que corresponde a su edad. Esto significa que una proporción considerable de niños está expuesta a contraer enfermedades prevenibles como el sarampión, la tos ferina o la poliomielitis.
La especialista en Neurociencias y Educación, Male Calvo Pérez Salazar, en conversación con Infobae, explica que la falta de inmunización completa no solo pone en riesgo al menor, sino que también aumenta la posibilidad de brotes comunitarios. La situación es más preocupante en zonas rurales, donde la distancia de los centros de salud, la escasez de personal médico y las deficiencias en la cadena de frío dificultan las campañas de vacunación.
Escuelas inseguras y el impacto en el aprendizaje

Más de 843 mil escolares estudian actualmente en colegios con infraestructura en riesgo de colapso, según el Ministerio de Educación. Estas condiciones no solo representan un peligro físico, especialmente ante sismos o lluvias intensas, sino que afectan el bienestar emocional de los estudiantes.
Calvo señala que estudiar en un entorno inseguro puede elevar los niveles de ansiedad y estrés en niños y adolescentes, reduciendo su capacidad de aprendizaje. Además, la suspensión de clases o el traslado a espacios improvisados limita la calidad educativa y rompe la percepción de la escuela como un espacio seguro, tanto para los estudiantes como para sus familias.
Violencia escolar en aumento
El 2024 cerró con casi 20 mil denuncias de violencia escolar, de acuerdo con la plataforma oficial SíSeVe. Para la especialista, este aumento refleja, por un lado, una mayor disposición de la sociedad a denunciar los casos de abuso; pero también evidencia las deficiencias estructurales en los colegios para prevenir y atender estas situaciones de manera efectiva.
La falta de psicólogos escolares, la respuesta tardía de las instituciones y la carencia de planes de prevención consistentes agravan el problema. “La violencia sostenida no solo afecta la seguridad física, sino que puede dañar la salud mental, la autoestima y las relaciones interpersonales de los menores”, resalta Calvo.
Factores que explican el incumplimiento estatal

Aunque el gasto público en educación en Perú llegó al 5,1% del PBI en 2025, la ejecución de este presupuesto sigue siendo ineficiente. La inestabilidad política, la alta rotación de autoridades y las políticas de corto plazo limitan la continuidad de los programas destinados a la niñez.
Además, la gestión fragmentada entre ministerios, gobiernos regionales y locales genera burocracia y retrasos en la implementación de proyectos. Esta situación golpea con más fuerza a las zonas rurales, donde las brechas de acceso a servicios básicos como salud y educación son mayores.
Consecuencias emocionales y sociales
La combinación de deficiencias en salud, educación y seguridad escolar genera en los niños estrés, ansiedad y desconfianza. Calvo advierte que la exposición prolongada a entornos inseguros puede provocar “estrés tóxico”, una condición que afecta el desarrollo cerebral y aumenta el riesgo de problemas de salud mental en la vida adulta.
A nivel familiar, estas situaciones colocan a los padres bajo constante presión, lo que puede derivar en tensiones dentro del hogar y deteriorar la relación entre padres e hijos.
Qué pueden hacer los padres para proteger a sus hijos

Ante esta realidad, la especialista hace un llamado a que los padres asuman un rol protagónico. Algunas recomendaciones son:
- Vacunación y prevención en casa: estar atentos al cronograma de inmunización, acudir a las campañas itinerantes, reforzar hábitos de higiene y promover una alimentación balanceada.
- Participación activa en la escuela: formar comunidades de padres que exijan acción a las autoridades frente a la precariedad de la infraestructura o los casos de violencia escolar.
- Comunicación familiar cercana: validar las emociones de los hijos, fomentar rutinas de conexión familiar, estimular la autonomía y la autoestima, y mantener canales de diálogo abiertos.
- Trabajo colaborativo con los colegios: ver a la escuela como un aliado en la protección y educación de los menores. “Los colegios deben ofrecer planes de prevención, acción e intervención bien delimitados, además de un acompañamiento estrecho a las familias”, subraya Calvo.
Cómo identificar señales de alerta
En un país donde muchos colegios carecen de psicólogos, el rol de los padres es clave. Señales como resistencia a asistir a clases, aislamiento, irritabilidad, somatizaciones, bajo rendimiento o desmotivación sostenida deben encender alarmas.
Ante estos casos, Calvo recomienda indagar las causas con comunicación directa y constante con los hijos, además de mantener un vínculo fluido con la escuela para detectar y atender a tiempo posibles problemas de violencia, estrés o dificultades de aprendizaje.
Recursos disponibles para las familias
En el Perú existen diversos servicios gratuitos a los que los padres pueden acudir:
- Centros de Emergencia Mujer (CEM): atención en casos de violencia sexual o familiar.
- Defensorías Municipales del Niño y Adolescente (DEMUNA): orientación y conciliación ante vulneración de derechos.
- Línea 100: canal de orientación en casos de violencia.
- Plataforma SíSeVe: reporte y seguimiento de violencia escolar.
- Carné digital del Ministerio de Salud: control del esquema de vacunación infantil.
- Centros de Salud Mental Comunitarios: atención ambulatoria especializada.
Una responsabilidad compartida
La especialista concluye que la protección de la infancia no puede depender únicamente de los padres ni de las instituciones educativas. “El Estado tiene una deuda pendiente con los niños y adolescentes, pero mientras tanto, los padres pueden convertirse en la primera línea de defensa emocional, social y educativa de sus hijos”, afirma Calvo.
En un contexto donde las brechas persisten y la desconfianza hacia las autoridades crece, el compromiso familiar y comunitario se vuelve esencial para garantizar un desarrollo más seguro y saludable para las futuras generaciones.
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