Cárcel, audios y confesiones: así se tejió la crónica del vigilante asesinado por ‘Los Injertos del Cono Norte’

En Carabayllo, la madrugada del 12 de agosto se convirtió en escenario de una tragedia que expuso el dominio de las mafias en los mercados de Lima Norte. Julio Robert Sánchez Salvador, vigilante del mercado Valle Chillón, cayó bajo las balas de la organización criminal conocida como ‘Los Injertos del Cono Norte’, brazo armado de Erick Moreno Hernández, alias ‘El Monstruo’.

El trabajador, de 45 años, se había convertido en el sustento de su familia. Su muerte dejó a una hija de 15 años en la orfandad y a su madre sumida en un dolor irreparable. El crimen, según las pesquisas, estuvo motivado por las represalias de una banda que controlaba el cobro de cupos en la zona y que no dudaba en ejecutar a quienes consideraba un obstáculo.

Julio había nacido en Huacho y migró a Lima Norte en busca de mejores oportunidades. En el mercado Valle Chillón cumplía extensas jornadas de seguridad en medio de un clima marcado por la extorsión y las amenazas. Sus familiares lo describieron como un hombre alegre, apasionado por el baile y dedicado a su hija, a quien apoyaba en sus estudios con la esperanza de verla triunfar.

El día de su asesinato, Julio no contaba con chaleco antibalas, pese a que su labor lo exponía al peligro constante. Su hermano Carlos denunció que los vigilantes eran enviados sin protección adecuada y convertidos en “carne de cañón” frente a organizaciones criminales que usaban las armas como método de presión.

Mientras realizaba su ronda, un grupo de hombres lo interceptó y abrió fuego. El ataque ocurrió en un momento de tensión, ya que los comerciantes enfrentaban retrasos en el pago de cupos. Testigos confirmaron que el mercado había sido objeto de ataques previos, incluidos disparos contra las puertas e incluso detonaciones de explosivos.

La policía recogió casquillos y prendas de la víctima como evidencia. La casaca que vestía y el chaleco que no detuvo las balas fueron guardados por la familia como prueba de la precariedad en la que trabajaban. Para los deudos, la falta de medidas de seguridad fue determinante en un crimen que pudo evitarse.

Las investigaciones de la División contra el Crimen Organizado señalaron que la orden de asesinar al vigilante fue emitida por Erick Moreno desde el extranjero. Para ejecutar el ataque se valió de su red de armeros, entre los que figuraban Juan Carlos Aguirre Puma, alias “Chiki”, y Paolo Yosimar Ramírez Bernal, alias “Piraña”. Ambos fueron identificados como piezas clave en la logística y ejecución del homicidio.

Además, las pesquisas revelaron el rol de Giorgi Araujo, un exsuboficial de la Policía Nacional que facilitaba el mantenimiento de las armas y proveía asesoría técnica al grupo criminal. Las conversaciones interceptadas demostraron que el arsenal incluía fusiles de guerra, pistolas con silenciadores, cacerinas tipo tambor y explosivos listos para ser usados en diferentes distritos de Lima Norte.

El caso dio un giro con la captura de alias “Chiki” el 17 de agosto. En su poder se hallaron armas, cacerinas y dinamita. Días después fue detenido alias “Piraña”, quien confesó haber recibido órdenes directas para atacar en el mercado Valle Chillón. Los audios y mensajes de WhatsApp obtenidos por la policía detallaban la coordinación del crimen, desde la entrega de armamento hasta la selección del blanco.

En una de las conversaciones, ‘Chiki’ mencionaba la preparación de un atentado contra un vigilante. En otra, “Piraña” recibía la ubicación del mercado a las cinco de la mañana del día del asesinato. Estos elementos permitieron reconstruir la línea de tiempo y vincular de manera directa al “Monstruo” con el ataque en Carabayllo.