La increíble red de puentes en lo alto de la Amazonía peruana que protege a la fauna de la tala ilegal

Un video captado por cámaras trampa en Madre de Dios muestra cómo monos, kinkajús y otras especies cruzan por casi 20 corredores aéreos instalados por la WWF para evitar trochas madereras

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En lo alto de la selva amazónica de Madre de Dios, a más de diez metros sobre el suelo, cuerdas trenzadas, tubos de PVC y redes de malla cuelgan entre los árboles como delgadas carreteras aéreas. Son los puentes de dosel, una solución ingeniosa que está devolviendo la conectividad a especies que viven exclusivamente en las copas de los árboles, como el mono aullador rojo, tamarinos, kinkajús y puercoespines enanos.

Su función es simple pero vital: permitir que los animales crucen sobre carreteras madereras y trochas sin tener que bajar al suelo, evitando riesgos como depredadores o encuentros con personas. Esta iniciativa, impulsada por WWF Perú y la concesión forestal Madaracre, responde a un problema creciente: la fragmentación del bosque causada por la apertura de caminos para la extracción de madera. Aunque Madaracre opera con certificación internacional y bajo un manejo de bajo impacto, extrayendo solo de uno a tres árboles por hectárea cada 20 años, la presencia de vías de transporte interrumpe la continuidad del dosel.

Pero la necesidad de estas estructuras no surge de la nada. Madre de Dios conserva el 93 % de su superficie cubierta de bosques, equivalente a casi ocho millones de hectáreas, pero entre 2001 y 2018 perdió en promedio 22.846 hectáreas al año. La región, alguna vez considerada la capital de la biodiversidad, concentra además el 15,3 % de los bosques amazónicos del país y es hogar de especies únicas y pueblos indígenas en aislamiento voluntario.

Un corredor aéreo en medio de la presión maderera

Composición: Infobae Perú
Composición: Infobae Perú

Hasta ahora se han instalado casi 20 puentes dentro de una concesión de 202.000 hectáreas, con diseños que varían desde sogas trenzadas que imitan lianas naturales hasta estructuras con cruces en “X” o mallas de seguridad. Las cámaras trampa han permitido descubrir comportamientos específicos: el kinkajú prefiere los puentes con cruce en “X”, los monos buscan malla entre los travesaños para mayor seguridad, y los puercoespines enanos son los primeros en cruzar sin titubeos.

Cada puente cuesta alrededor de 200 dólares, una cifra mínima si se compara con pasos elevados o subterráneos para fauna que pueden costar decenas o cientos de miles de dólares. El bajo costo y la facilidad de instalación hacen que puedan adaptarse a diferentes puntos críticos del bosque, conectando áreas que antes quedaban aisladas.

El proyecto, liderado por la especialista Vania Tejeda de WWF Perú, busca generar evidencia sobre la efectividad de cada diseño de puente. Con esos resultados, se espera convencer a más concesiones y proyectos de conservación para replicar la experiencia. En un bosque que enfrenta la pérdida de árboles centenarios y presiones sobre áreas protegidas, cada cuerda tendida entre las copas es más que un paso seguro para un animal: es un puente hacia la resiliencia de la Amazonía.

El peso del shihuahuaco y la tala ilegal

Foto de archivo de un
Foto de archivo de un árbol shihuahuaco talado en Madre de Dios, en la Amazonía peruana. EFE/Paolo Aguilar

La principal amenaza a los bosques de Madre de Dios tiene de la extracción de especies maderables de alto valor, como el shihuahuaco (Dipteryx sp.), un árbol que puede tardar 1.200 años en alcanzar un diámetro de 120 centímetros y 50 metros de altura. Este gigante, vital para aves como el águila arpía y guacamayos rojos y verdes, también es fuente de alimento para mamíferos dispersores de semillas y actúa como un importante fijador de carbono.

Las cifras reflejan su presión: solo en 2015, Madre de Dios aportó el 86,69 % de toda la madera aserrada de shihuahuaco en el Perú. Entre 2012 y 2020, más de 531.000 toneladas de madera exportada correspondieron a especies del género Dipteryx. Y según Global Witness, el 60 % de la madera supervisada en el país en la última década se extrajo ilegalmente, muchas veces mediante el “blanqueo” de madera talada en zonas prohibidas.

La apertura de carreteras madereras no solo facilita la salida de esta madera, sino que deja vacíos en el dosel imposibles de cruzar para especies arborícolas. En estas condiciones, los puentes de dosel se convierten en la única vía segura para que los animales mantengan sus rutas ancestrales, eviten el aislamiento genético y continúen cumpliendo su rol ecológico.

En una región atravesada por mafias madereras, corrupción y deforestación creciente, estas estructuras representan una herramienta concreta para mitigar uno de los impactos más silenciosos de la tala: la fragmentación del hábitat. Además de proteger a la fauna, los puentes aseguran que especies dispersoras de semillas continúen su labor, favoreciendo la regeneración natural del bosque.