
La delincuencia y la inseguridad ciudadana ya forman parte del día a día de miles de peruanos. Empresas, comercios y profesionales siguen siendo extorsionados, socavando la oportunidad que podrían tener estas familias de tener un mejor futuro. Sin embargo, esta realidad no solo se aplica para este grupo poblacional, ya que, como hemos en el transcurso de estos últimos años, también se ha extendido a la vida diaria de los artistas, influyendo en su trabajo, sus rutinas y en la asistencia del público a los espectáculos.
Uno de los espectáculos nacionales más conocidos es el de La Tarumba, el cual ha regresado este 2025, para tener presentaciones tanto en Lima, como en Arequipa. En la capital, continuará hasta el 21 de septiembre, mientras que en la región sureña, hasta el 27 de octubre. Precisamente, Infobae Perú dialogó con el director del show, Carlos Olivera, sobre el panorama de inseguridad tiene impacto en el sector y sobre qué propone ‘Festejo’, la propuesta de este año. “La violencia y todo lo que está sucediendo en el país nos afecta a todos, directa o indirectamente, a nivel de, por ejemplo, de la asistencia de público… puede tener un impacto”, señala.
Sin embargo, en cuanto al trabajo dentro de la organización, aclara que la división de tareas permite que los artistas estén enfocados en la creación. “Nos cubren con un manto a los que hacemos el espectáculo y es maravilloso”, comenta. Este aislamiento parcial respecto a los efectos directos de la delincuencia se debe a una organización en compartimientos definidos. “En La Tarumba está como muy definido también los espacios administrativos, los espacios de gestión, los espacios artísticos”, puntualiza.
Olivera de La Tarumba fue enfático al explicar que no puede afirmar si la violencia ha afectado directamente a la organización. “Yo te mentiría si te dijera este que ha habido algún antecedente, tampoco lo puedo negar, porque no lo sé, porque yo mi trabajo no tiene que ver tanto con la parte administrativa”, remarcó.
La delincuencia y la inseguridad también provocan cambios en los hábitos y en la planificación de cada espectáculo. El vocero enfatiza la necesidad de adaptarse al contexto: “Sin duda la violencia y todo lo que está sucediendo en el país nos afecta a todos, directa o indirectamente, a nivel de, por ejemplo, de la asistencia de público… puede tener un impacto, pero que haya sucedido algo puntual, este no lo tengo yo la a la vista”.

Un refugio frente a la realidad del país
El arte, sostiene el entrevistado, es un refugio frente a la adversidad. “Creo que no solo en el Perú, en cualquier parte del mundo, es un refugio para muchas situaciones adversas que tienen que ver con la convivencia”, afirma, destacando que espacios como La Tarumba funcionan como una pausa, un muro frente a la realidad, donde familias y artistas pueden compartir “dos horas de respiro” en comunidad, solidaridad y creatividad.
La carpa se distingue no solo por su espectáculo, sino por una propuesta cultural con un enfoque integral que va más allá de la pista. Fundada hace más de cuarenta años, esta organización circense peruana se sostiene sobre el trabajo colectivo, la solidaridad y una visión de transformación a través de las artes. El director comparte los retos que enfrenta el arte independiente en el Perú, el carácter familiar del espectáculo y la propuesta pedagógica que acompaña a cada temporada.
Desde sus inicios, La Tarumba se ha propuesto “romper, poner un muro a la realidad, dar dos horas de respiro”, explica, situando tanto al público como a los artistas en “un viaje de emociones” donde la fantasía y el trabajo en equipo son fundamentales. La propuesta no solo entretiene, sino que convoca a familias enteras a “pensar en la solidaridad, en lo extraordinario, en el poder sonreír”.
Diferencias escénicas: identidad y teatralidad en La Tarumba
La búsqueda de una identidad única dentro del circo es una constante en la historia de la organización. El entrevistado sostiene que uno de los factores centrales se encuentra en el “encuentro del personaje icónico de La Tarumba, que es el payaso, con el director musical, Chevo Baumbrosio”.
Ese diálogo creativo explora la tradición musical y familiar de Baumbrosio, quien “viene con mucho conocimiento de la música porque él se ha dedicado toda su vida a la música, viene también con una historia familiar con tradiciones, con mucho que contar y todo eso lo lleva a la pista de La Tarumba”. Este intercambio entre música y clown moldea una estética característica reconocible en cada temporada.

Esta conjunción artística es celebrada este año y por eso se llama festejo, señala el vocero. “Es una forma de rendirle homenaje a estos dos personajes, al payaso ícono y al director musical”, explica. “Hay varios momentos en que tratamos de encontrar esta relación, este matrimonio entre los músicos y los artistas en la pista”, señala. La participación de los músicos más allá del espacio tradicional amplía las formas en que la música y la dramaturgia se entrelazan ante los ojos del público.
Propuesta artística y responsabilidad social
La Tarumba sostiene un compromiso firme con la formación y con la asistencia de las familias. “Desde sus inicios no solo fue un proyecto artístico, también es un proyecto pedagógico, y la Tarumba tiene esa responsabilidad también a nivel pedagógico”, destaca.
El trabajo actoral de los payasos adquiere una dimensión central. “Hemos elegido renovar y darles un papel protagónico a los payasos que tienen una historia importante en el circo”, describe el vocero. Frente a la tendencia de relegarlos a un rol secundario en otros circos, en esta ocasión es distinto. “Nos hemos preocupado porque los payasos tengan una escena que sea una escena cuidada, que también haya incluso… El vínculo que se tiene con el espectador, sea un vínculo cuidado, de no pasar los límites, que no sea la burla desde el adjetivo, desde la humillación, sino que realmente podamos disfrutar tanto el espectador como los que estamos en la pista”, explica.
El espectáculo de este año propone un recorrido emocional. “Cada escena tiene que tener una atmósfera, en un espectáculo lo que buscamos es justamente hacer un viaje de emociones”, indica. Ese diseño implica la alternancia entre escenas de tensión y riesgo con momentos poéticos e íntimos, equilibrados a través de la música, la iluminación y el vestuario. “Vamos dándole una temperatura a cada escena. Y eso lo logramos no solo con la técnica, sino con la música y con las luces”, añade Carlos Olivera, destacando el trabajo colectivo de los equipos involucrados.
Para alcanzar ese resultado, la organización se apoya en profesionales de múltiples áreas. “Me encargo un poco de la idea central, pero, por ejemplo, Fernando Ceballos, que es el director artístico de La Tarumba, me ha ayudado mucho con las luces”, cuenta. El proceso creativo incluye revisión detallada de cada parte: luz, escenografía, música y vestuario, cuyo ensamble construye la atmósfera final de cada función.

Una escuela para artistas y espectadores
La Tarumba también se reconoce como un espacio formativo que trasciende la función circense. “Nosotros tenemos un elenco estable, que se repite en los espectáculos, que son el equipo de músicos, el equipo de payasos, están las gemelas y están otros artistas peruanos de muy buen nivel que nos acompañan desde hace mucho tiempo”, detalla el entrevistado.
Cada temporada convoca a artistas extranjeros con el fin de “renovar el espectáculo, de renovar en técnicas, de renovar un poco en estética, porque tenemos público que año a año se repite”. Para este año se sumaron talentos de Argentina, Colombia, México y Venezuela. “Ya estamos también trabajando y pensando en lo que va a pasar el próximo año”, anticipa.
La escuela de circo abre sus puertas en la cuadra 52 de la Vía Expresa, ofreciendo talleres permanentes para niños desde los cuatro años. “Hay distintos programas: aéreos, acrobacia de piso, para los más chiquitos, Jugar al circo, pero hay muchas posibilidades”, explica el director. La oportunidad de aprender e integrarse a la comunidad artística de La Tarumba se convierte en un puente para la formación integral de nuevos talentos.
Compromiso social y visión para futuros artistas
“Cuando se hace las cosas bien, cuando hay disciplina, hay pasión, hay trabajo en equipo, se puede lograr cosas valiosas en el rubro que sea”, es el mensaje que el da a las nuevas generaciones. El éxito de este colectivo artístico en un sector históricamente precarizado se vuelve, según sus palabras, una “forma de decirle a los jóvenes que quieren dedicarse profesionalmente no solo al circo, sino a las artes o a lo que quieran” que el esfuerzo y la constancia pueden rendir frutos.
Por otro lado, reconoce la ausencia de apoyo estatal, describiendo un contexto donde “la participación del Estado es inexistente y más o menos los que se dedican al arte en el Perú lo tienen que hacer con su bolsillo y con mucho entusiasmo”. Sin embargo, esta experiencia demuestra que la autogestión y la dedicación permiten abrir caminos independientes en el panorama artístico peruano.
La Tarumba combina arte, pedagogía y comunidad, invitando desde la carpa a reconsiderar el papel de la cultura y la creatividad en el país. “Sí existe una formación para gente que quiera dedicarse al circo”, concluye.
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