¿Qué necesitamos escuchar en el próximo Mensaje a la Nación en materia de ciencia y tecnología?

Incorporar tecnologías de IA en las aulas peruanas —de manera ética, contextualizada y con bases pedagógicas sólidas— puede convertirse en una herramienta poderosa para cerrar brechas estructurales de aprendizaje

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A pesar de los optimistas
A pesar de los optimistas pronunciamientos de la presidenta Dina Boluarte sobre la estabilidad política y el progreso económico, las encuestas recientes revelan una percepción pública desfavorable. (Andina)

El Perú atraviesa un momento decisivo para trazar su futuro tecnológico. Según un informe de IDC y Lenovo, la inversión en inteligencia artificial (IA) en nuestro país crecerá casi cuatro veces en los próximos 12 meses, la mayor tasa de crecimiento de toda la región. A la vez, un estudio de Microsoft señala que el 70 % de las grandes empresas peruanas incrementará su presupuesto en IA en los próximos dos años. En el plano global, se estima que la IA podría aportar hasta USD 15.7 billones al PIB mundial para el año 2030.

Si bien el Estado peruano ha avanzado en la promoción de datos abiertos, la implementación de marcos de gobernanza, la elaboración de proyectos de ley sobre el desarrollo de la IA y la publicación de guías técnicas para su uso responsable, todavía no ha situado a la inteligencia artificial como una prioridad estratégica nacional para impulsar la productividad, la innovación y la competitividad en todos los sectores. Ese es precisamente el enfoque que debería incorporarse en el próximo Mensaje a la Nación de la Presidenta de la República.

El primer paso es continuar cerrando la brecha digital. Sin conectividad, la IA inclusiva es inviable. Un plan nacional de acceso debe combinar redes tradicionales con tecnologías emergentes. Pero el acceso es solo el inicio. Urge también formar capital humano capaz de desarrollar, adaptar y gobernar estas tecnologías. Promover programas de becas, fondos concursables y alianzas universidad-empresa deben ser prioridad si queremos garantizar soberanía tecnológica.

En esa línea, el potencial transformador de la inteligencia artificial en la educación merece una atención prioritaria. Incorporar tecnologías de IA en las aulas peruanas —de manera ética, contextualizada y con bases pedagógicas sólidas— puede convertirse en una herramienta poderosa para cerrar brechas estructurales de aprendizaje. Pero esta implementación debe ir acompañada de formación específica para docentes, criterios de uso claros y un enfoque inclusivo que considere la diversidad cultural y regional del país. Lanzar un piloto nacional de IA educativa, con especial atención a las regiones no metropolitanas, sería una señal contundente de que el Perú apuesta por un futuro más equitativo e innovador.

Por supuesto, este proceso exige marcos normativos modernos y operativos. Aunque el país ya cuenta con avances iniciales —como los estándares de ética y gobernanza de IA publicados por la PCM en abril de 2025—, es indispensable dar el siguiente paso hacia mecanismos regulatorios dinámicos. La implementación de “sandboxes” regulatorios permitiría probar y ajustar modelos bajo supervisión institucional antes de escalarlos, impulsando al mismo tiempo la innovación y la protección de derechos fundamentales. De manera complementaria, una política nacional de datos abiertos robusta, con criterios de interoperabilidad, trazabilidad y transparencia algorítmica, será clave para fortalecer la confianza ciudadana en el uso de la IA en la gestión pública.

La ciudadanía, a su vez, debe estar preparada para este nuevo entorno. La alfabetización digital ya no puede ser un concepto abstracto: debe traducirse en programas concretos de formación técnica, diplomados especializados y cursos virtuales masivos que alcancen a docentes, funcionarios, estudiantes y microempresarios. En un país con profundas desigualdades históricas, democratizar el acceso al conocimiento tecnológico no solo es una apuesta por el desarrollo, sino también un acto de justicia social.

Sí hay mucho por hacer y estamos a tiempo para empezar a hacerlo.