Las fresas destacan por su sabor, color y beneficios nutricionales. Sin embargo, también son una de las frutas con mayor concentración de residuos químicos tras su cultivo. Durante años se ha creído que basta con lavarlas con agua o sumergirlas en vinagre para hacerlas seguras.
Pero investigaciones recientes revelan que esas técnicas no resultan del todo eficaces para eliminar pesticidas y bacterias. Ante esta realidad, especialistas han compartido una fórmula casera, accesible y científicamente respaldada para higienizarlas correctamente y sin poner en riesgo la salud. El objetivo: disfrutar de esta fruta sin exponer el organismo a tóxicos invisibles.
Un error común: confiar en el agua o el vinagre

Durante décadas, millones de personas han lavado las fresas bajo el chorro del grifo o en mezclas de vinagre y agua con la idea de reducir su carga química. Aunque esta práctica elimina parte de los microorganismos superficiales, no es suficiente para remover los compuestos sintéticos que penetran en la piel del fruto.
El uso del vinagre, aunque más eficiente que solo agua, presenta problemas. Su acidez no disuelve correctamente muchos pesticidas. Además, puede alterar el sabor y textura de la fruta si no se enjuaga bien. “El vinagre tiene cierto poder antimicrobiano, pero no es efectivo contra todos los residuos tóxicos presentes en las fresas cultivadas de forma intensiva”, explicaron especialistas en control alimentario.
Asimismo, el agua del grifo, sin ningún tipo de aditivo, apenas remueve el polvo o la suciedad superficial. No actúa sobre los residuos químicos que muchas veces se adhieren de forma persistente o que han sido absorbidos durante el proceso de crecimiento. Esta falsa sensación de limpieza puede generar descuidos que comprometen la salud, sobre todo en personas con sistemas inmunológicos vulnerables.
El método más eficaz y al alcance de todos

Ante la necesidad de un procedimiento más efectivo, expertos en alimentación y toxicología recomiendan una solución sencilla: preparar una mezcla de bicarbonato de sodio y agua. El método consiste en diluir una cucharadita de bicarbonato por cada litro de agua y sumergir las fresas durante 10 a 15 minutos.
Este compuesto alcalino, común en muchas cocinas, es capaz de romper la estructura molecular de varios pesticidas. Su acción sobre la superficie porosa de la fresa permite disolver los residuos con mayor profundidad sin comprometer el sabor ni la textura.
Luego del remojo, se debe enjuagar cada fruta con abundante agua potable y secarla con papel absorbente o un paño limpio. Este paso garantiza que los restos de bicarbonato y residuos disueltos no queden en la superficie.
Además, esta técnica no implica altos costos ni productos difíciles de conseguir. El bicarbonato es económico, no tóxico y se ha demostrado eficaz en pruebas de laboratorio para eliminar residuos como el carbendazim y el tiabendazol, dos de los pesticidas más comunes en fresas cultivadas industrialmente.
Las fresas entre las frutas con más residuos

Estudios internacionales han ubicado a las fresas en los primeros lugares del listado de frutas con mayor concentración de pesticidas. Esto se debe a que su piel es muy delgada y porosa, lo que facilita la absorción de productos químicos. Además, al crecer cerca del suelo, están más expuestas a contaminantes del entorno.
El uso intensivo de fertilizantes, fungicidas e insecticidas en su producción ha obligado a buscar soluciones domésticas que mitiguen sus efectos en la salud. Entre los riesgos de consumir fresas mal lavadas se encuentran reacciones alérgicas, alteraciones hormonales y efectos a largo plazo por acumulación de residuos químicos en el organismo.
No solo las fresas importadas están bajo sospecha. Incluso las cultivadas localmente, si no provienen de agricultura ecológica o no especifican su tratamiento poscosecha, pueden tener altos niveles de residuos. Por eso, más allá del origen, el lavado adecuado es clave.
Este problema también tiene un impacto en la confianza del consumidor. “Muchos padres dejan de comprar fresas por miedo a los pesticidas. Si supieran que existe una manera fácil y segura de limpiarlas, las consumirían con más tranquilidad”, señaló una nutricionista especializada en salud infantil.
Consejos adicionales para disfrutar sin riesgos

Además del lavado con bicarbonato, hay otras recomendaciones para minimizar el riesgo en el consumo de fresas. Comprar frutas de temporada y preferentemente de origen local es una de ellas. Cuanto más corto sea el trayecto entre la cosecha y la mesa, menor será la necesidad de usar conservantes o químicos adicionales.
Evitar lavar las fresas antes de guardarlas en la refrigeradora también es clave. La humedad acelera su descomposición y fomenta la aparición de moho. Lo ideal es lavarlas justo antes de comerlas o prepararlas. Además, inspeccionar cada unidad y retirar aquellas con zonas blandas o manchas ayuda a prevenir la proliferación de hongos.
Para quienes deseen un nivel más profundo de limpieza, existe la opción de usar cepillos suaves para frotar suavemente la superficie de la fruta. No se recomienda usar detergentes o productos químicos de limpieza no alimentarios, ya que podrían dejar residuos dañinos.
En algunos casos, pelar la parte superior de la fresa o cortarla puede reducir aún más el riesgo. Aunque esta práctica implica perder parte de la fruta, es útil en situaciones donde la calidad del lavado no puede garantizarse.
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