El silencioso colapso de la concha de abanico

El sector empresarial aún ve en la concha de abanico una oportunidad

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Ministerio de Producción autorizó la
Ministerio de Producción autorizó la pesca artesanal de conchas de abanico en el Callao. (Foto: Agencia Andina)

Diagnóstico

La concha de abanico ha sido durante décadas una de las especies más emblemáticas de la acuicultura y la pesca en el Perú. Su demanda internacional, su alto valor nutricional y su versatilidad gastronómica la posicionaron como una verdadera joya de nuestras costas. Sin embargo, hoy su brillo se opaca. El problema no se reduce a factores ecológicos sino además a aspectos institucionales. En juego no está solo la continuidad de un recurso hidrobiológico, sino la sostenibilidad completa del modelo de uso del litoral peruano. En este artículo, abordamos especialmente la crítica situación del sur del país, con foco en la Reserva Nacional de Paracas.

Según lo advertido en el informe del Instituto Humboldt de Investigación Marina y Acuícola (IHMA), en los últimos 20 años, los desembarques de concha de abanico en Pisco han caído de forma alarmante. Apenas alcanzan el 2% del total nacional, y solo repuntan durante los eventos El Niño. El problema no es únicamente climático, el saqueo continuo, la sobrepesca artesanal y la expansión desordenada de la acuicultura han agotado los bancos naturales. En Bahía Independencia, las densidades cayeron de más de 500 individuos/m² a tan solo 50. ¿Cómo se sostiene una industria así?

El mar peruano, altamente productivo, pero pobre en oxígeno a profundidad, expone regularmente a sus especies a eventos de hipoxia. Cuando el oxígeno desaparece de la columna de agua, todo lo que no huye muere. Y las conchas de abanico —como también ha sucedido con la pota— terminan varadas en las playas. El problema se repite, pero seguimos sin cambiar de estrategia.

El informe del Instituto Humboldt sobre la Reserva Nacional de Paracas (RNP) advierte con claridad que el sur del país enfrenta una crisis ambiental. Por ejemplo, la Bahía Independencia, zona núcleo de la reserva, ya no puede sostener los niveles de productividad de décadas pasadas. La hipoxia prolongada, el exceso de residuos, el saqueo continuo de semillas y la expansión sin regulación de la acuicultura conllevaron al colapso de su equilibrio ecológico.

Uno de los hallazgos más alarmantes del referido informe es que, las concesiones privadas en Sechura y Paracas se nutren ilegalmente de semillas extraídas de bancos naturales protegidos como Isla Lobos de Tierra. Esta práctica erosiona la base del recurso, dejando sin capacidad de regeneración a los ecosistemas, incluso en años favorables como lo fue el Niño 2023. La semilla ya no estaba cuando se la necesitaba.

El problema se agrava con la falta de coordinación entre entidades. PRODUCE otorga concesiones, pero no supervisa adecuadamente. SERNANP no fiscaliza el cumplimiento dentro de áreas naturales protegidas. El resultado: una reserva sin control, concesionarios enfrentados con pescadores artesanales y una administración pública sin capacidad de respuesta.

Rentabilidad bajo amenaza

A pesar de este panorama, el sector empresarial aún ve en la concha de abanico una oportunidad. De acuerdo con cifras del Ministerio de la Producción, su exportación genera más de 100 millones de dólares anuales y brinda empleo a más de 45 000 personas. Pero también reconocen que el futuro del negocio depende de reglas claras, condiciones de sostenibilidad y seguridad jurídica.

Según reportes del Ministerio de la Producción y gremios empresariales del sector pesquero, la demanda internacional por la concha de abanico se mantiene sólida. Sin embargo, los actores formales advierten que operar bajo las condiciones actuales resulta cada vez más complejo debido a la falta de estabilidad normativa, la competencia informal y la carencia de garantías mínimas para desarrollar sus actividades, incluso dentro de áreas naturales protegidas.

El marco legal no alcanza

El sistema normativo actual —con vedas estacionales, resoluciones específicas como la Resolución Ministerial N.º 085-2024-PRODUCE y planes parciales— no logra articular una política de manejo integral. El Libro Blanco de la Pesca lo resume con crudeza al señalar que tenemos un modelo extractivo agotado, sin planificación ecosistémica, sin trazabilidad del recurso, y sin mecanismos eficaces de fiscalización ambiental. A ello se suma que, pese a su rol en la sanidad e inocuidad del recurso, SANIPES no forma parte activa de los esquemas de gobernanza territorial ni de las estrategias de recuperación de zonas afectadas. Su labor se ha limitado —en muchos casos— a funciones de inspección post-producción, sin capacidad preventiva.

La falta de articulación entre PRODUCE, OEFA y SERNANP ha creado vacíos críticos. No se actualizan diagnósticos ambientales, no se exigen instrumentos de gestión adaptativa, y la fiscalización suele llegar tarde, cuando el daño ya está hecho. Sin articulación, cualquier intento de manejo sostenible fracasa antes de empezar.

Del diagnóstico a la acción

El diagnóstico está claro, y las consecuencias ya se sienten. La pregunta es: ¿qué hacemos ahora?

Primero, el Estado debe asumir su rol de garante del orden. Es indispensable frenar el saqueo de semillas, revisar y depurar las concesiones existentes —muchas de ellas inactivas o mal gestionadas— y sancionar con firmeza a quienes incumplen las normas.

Segundo, sin datos no se gobierna. Urge implementar un sistema nacional de trazabilidad con respaldo técnico, desde la extracción hasta el consumidor final. Esto no solo permitiría controlar mejor el recurso, sino también recuperar la confianza de los mercados internacionales.

Tercero, la Reserva Nacional de Paracas necesita una zonificación clara y científica. No se puede seguir tratando igual a todas sus áreas: hay zonas que deben ser conservadas, otras restauradas y otras que pueden —con control— destinarse a actividades productivas.

Y cuarto, se necesita un plan nacional de manejo de la concha de abanico. Uno articulado, liderado por IMARPE, ejecutado por PRODUCE, y fiscalizado en campo por OEFA y SERNANP. Un plan que tenga enfoque ecosistémico, metas medibles y participación real de los actores del sector, incluyendo la articulación técnica con SANIPES para asegurar la sanidad del recurso desde el origen hasta la exportación.