Drogó a su gemelo, usó su DNI y escapó caminando de prisión: así fue la fuga del violador que se convirtió en el hombre más buscado del Perú

La tarde del 10 de enero de 2017, en el penal de máxima seguridad Ancón I, nadie sospechó nada cuando un hombre se retiró tranquilo tras una visita familiar. Su rostro no mostraba tensión ni prisa, el documento que entregó coincidía con el registro, y su ropa era la misma con la que había ingresado. Lo que los agentes penitenciarios no sabían es que ese hombre no era Giancarlo Delgado, sino su hermano gemelo: Alexander Delgado Herrera, condenado por violación a un menor y robo agravado. Había ejecutado un plan que, hasta ese momento, parecía infalible.

Alexander cumplía una sentencia de 16 años desde 2015. Su hermano, con quien compartía un parecido casi absoluto, lo había visitado ese día sin imaginar —o tal vez sabiendo— que acabaría encerrado en su lugar. Las autoridades recién se dieron cuenta del intercambio horas después, cuando encontraron a Giancarlo en la celda, desorientado y con signos de haber sido sedado. La ministra de Justicia de ese entonces, Marisol Pérez Tello, lo resumió con una frase que graficaba la gravedad del hecho: “Es alucinante, en 12 años no se había escapado nadie de Ancón I”.

Alexander Delgado no salió disfrazado, no forzó cerraduras ni saltó muros. Solo necesitó un plan quirúrgico, la complicidad de su entorno y el físico idéntico de su hermano. Según el Instituto Nacional Penitenciario (INPE), aprovechó la rutina de visitas familiares para intercambiarse con Giancarlo. Le suministró una sustancia que lo dejó inconsciente y luego usó su ropa y documento de identidad para cruzar las puertas del penal como si nada.

La ausencia de control biométrico o validación dactilar en ese momento facilitó el engaño. No hubo alertas. Recién cuando los agentes hicieron el conteo nocturno y encontraron al supuesto Alexander sin reacción en su celda, se encendieron las alarmas. Giancarlo, que había sido dejado atrás, no tenía marcas visibles de agresión. Al principio dijo que había sido drogado, pero con el tiempo esa versión fue puesta en duda por la propia Policía Nacional del Perú (PNP).

Mientras Alexander Delgado caminaba libre por las calles, su nombre era incluido en el programa de recompensas del Ministerio del Interior. La promesa de S/20 mil por datos que llevaran a su captura fue difundida a nivel nacional. El caso despertó críticas al sistema penitenciario y obligó a la renuncia del entonces director del penal. En paralelo, la policía abría una investigación más compleja: no solo buscaban a un fugado, sino que sospechaban de una red de encubrimiento.

La División de Investigación de Secuestros (Divinse) descartó que Giancarlo fuera una víctima. “El hermano estaba consciente de lo que estaban haciendo. Sabía que le tocaría una pena menor porque se haría pasar por víctima”, señaló un portavoz de la Divinse a BBC Mundo. Incluso aseguraron que la fuga fue “una estrategia bien montada por la familia, los hermanos y la asesoría legal que Alexander tenía”. La Fiscalía abrió investigación contra Giancarlo, aunque luego retiró los cargos y lo dejó en libertad.

La captura de Alexander Delgado ocurrió más de un año después de su fuga. La PNP, que había seguido a varios de sus familiares, detectó movimientos sospechosos en una vivienda del Callao. Personas cercanas al prófugo entraban y salían con frecuencia del inmueble. Para asegurarse de que no se trataba de Giancarlo, los agentes detuvieron brevemente al hermano libre semanas antes, con el fin de confirmar a quién estaban vigilando.

Una vez despejadas las dudas, el equipo de la Divinse montó el operativo. Esperaron el momento exacto. El lunes 12 de febrero de 2018, un sujeto salió de la vivienda. Al notar la presencia policial, intentó reingresar, pero fue reducido. La identidad del detenido fue verificada minuciosamente. Era Alexander Delgado, el reo que durante más de un año había estado en libertad gracias a su parecido con su hermano.

Las autoridades informaron que sería trasladado a Challapalca, un penal de alta seguridad ubicado a casi 5.000 metros sobre el nivel del mar, en una zona remota del sur del país. Allí, el clima extremo y el aislamiento geográfico convierten cualquier intento de fuga en una misión casi imposible.