Peñico es la continuación de Caral, la civilización más antigua de América, y fue levantado tras el colapso climático que terminó con ese primer ciclo urbano. Desde 2017, el equipo liderado por la arqueóloga Ruth Shady ha intentado avanzar en la investigación del lugar, pero lo hizo con un presupuesto mínimo, sin seguridad permanente y enfrentando amenazas de traficantes de tierras. “En estos ocho años solo hemos recibido 15 millones de soles de fondos del Estado”, contó la arqueóloga a Infobae Perú, durante un recorrido por el sitio recién inaugurado. Es una cifra baja para una investigación de esa magnitud, repartida en varios años, y que ha implicado la recuperación y estudio de un asentamiento que puede cambiar lo que se sabe sobre la historia antigua del continente.
Investigación al límite

En los últimos meses, el equipo llegó a trabajar con solo dos arqueólogos. Uno de ellos es Mauro Ordóñez, el director del proyecto. “Antes teníamos a treinta personas que apoyaban en las excavaciones y a seis arqueólogos; ahora apenas quedamos dos”, señaló Shady. No se trata solo de un déficit profesional, sino también logístico. “Para la presentación que hemos hecho hoy, hemos tenido que traer personal de otras sedes; ya no tenemos recursos para continuar”, añadió.
Las investigaciones permitieron determinar que Peñico surgió alrededor del 1800 a. C., como respuesta al colapso de Caral, que había florecido desde el 3000 a. C. “Es una ciudad que continúa la tradición de Caral, pero con innovaciones; por ejemplo, el fuego ritual tiene una presencia muy fuerte. Se han encontrado altares de fuego, muy similares a los de Caral”, explicó el arqueólogo Ordóñez. A ello se suma la importancia de la astrología, la presencia de animales amazónicos como el guacamayo y el mono, y evidencias de intercambio con pueblos de la selva. “Se han hallado pigmentos de colores usados para pintar los rostros, plumas y estelas que indican contacto con otras regiones”, detalló.
Sin embargo, todavía no se ha logrado identificar con precisión cómo fue la organización social o dónde estaban ubicadas las viviendas. “Nos falta conocer cómo vivían, si había diferencias internas, cómo se relacionaban los conjuntos de viviendas. Solo hemos podido recuperar algunos edificios”, afirmó la arqueóloga. El proyecto de excavación se encuentra detenido parcialmente por falta de personal y presupuesto. Para el próximo año no se ha asignado financiamiento para mantener ni siquiera a los pocos trabajadores actuales.
Invasiones y amenazas

Peñico se levanta hoy en una zona donde las casas y viviendas informales se acercan cada vez más al área arqueológica. Según información obtenida por Infobae Perú, esas invasiones son recientes, iniciadas a principios de este año. La amenaza de los traficantes de tierras no es nueva para Shady, quien ya sufrió ataques en otras zonas vinculadas a Caral. En los últimos meses, el panorama se ha vuelto más oscuro. “Las amenazas han sido muy fuertes contra mí y contra los directores del proyecto. Hace cuatro meses, uno de ellos fue golpeado con un palo en la puerta de su casa”, declaró.
La denuncia fue presentada ante la policía, pero no hubo una respuesta inmediata. “No tenemos autoridad. Antes había una casa para la Policía y un vehículo, pero las nuevas autoridades decidieron que era más importante cuidar las playas”, agregó la arqueóloga. Durante años, el proyecto insistió en que se repusiera la presencia policial. Solo recientemente, gracias a un bono otorgado por el Ministerio de Turismo, se ha podido alquilar un patrullero y contar con dos efectivos para la vigilancia de la zona.
“Esta seguridad es mínima y solo fue posible por ese bono. El Ministerio del Interior no respondía nuestras gestiones”, dijo Shady. El terreno donde se ubica el centro arqueológico es vulnerable, no solo por su ubicación sino también por la falta de vigilancia continua. “Si alguien destruye una parte del sitio, nadie lo notaría hasta varios días después. Y con eso se pierde historia que ya no se puede recuperar”, afirmó.
Desde que se inició la excavación en 2017, el equipo ha trabajado con presupuestos limitados. “Con lo que se ha invertido hasta ahora no basta. Nos falta bastante para caracterizar los ocho periodos del sitio. Solo hemos llegado a una parte”, afirmó Shady. Las limitaciones no son solo financieras. También existen trabas administrativas, escasa coordinación interinstitucional y poca valoración del impacto que estos descubrimientos pueden tener en el conocimiento del pasado peruano.
“Estamos transmitiendo lo que sabemos porque creemos que esta historia no debe dejarse de lado. Pero si no se apoya con decisión, se pierde”, dijo la arqueóloga. En varias ocasiones han presentado proyectos de inversión pública al Ministerio de Cultura. La actual presentación al público fue posible solo con el financiamiento limitado que se logró conseguir por los pobladores, trabajadores del sitio arqueológico y donaciones. Aun así, no hay fondos garantizados para continuar las investigaciones para el otro año.
Uno de los componentes pendientes es el asfaltado de la carretera N-103, que conecta el sitio con otras zonas. “Ya está el proyecto. Son 19 millones de soles, pero aún está esperando la licitación”, detalló Shady. Se trata de una obra que facilitaría el acceso de visitantes y también el traslado de materiales y equipos para el trabajo arqueológico.
Peñico, una ciudad que floreció en el mismo periodo que los templos egipcios y los megalitos de Europa, cuenta hoy con solo dos arqueólogos responsables de su investigación. La presión por mantener viva esta memoria se sostiene en ellos y en los pocos trabajadores locales que todavía colaboran. “No se trata solo de presentar monumentos, sino de reconstruir la historia que se vivió aquí. Eso es lo que buscamos con nuestra labor”, explicó Shady.
El sitio ha sido saqueado en algunas zonas, pero afortunadamente sin daños mayores. Aun así, la amenaza persiste. El equipo de investigación se ha quedado sin personal, sin presupuesto y sin garantía de continuidad. “Con lo que se invirtió en la inauguración, ya no queda nada. Todo se hizo con esfuerzo de otras sedes. Estamos al límite”, afirmó la arqueóloga.
La historia de Peñico no termina en los muros antiguos ni en los altares de fuego. Se extiende hasta el presente, donde el olvido institucional puede significar su desaparición. Por ahora, lo que existe es la voluntad de un equipo reducido, expuesto a peligros y sin respaldo, que insiste en rescatar una ciudad que estuvo dormida durante milenios.
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