
En las alturas del sur peruano, a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar, una ceremonia indígena está logrando lo que décadas de conservación científica no pudieron: recuperar la población de la vicuña, el animal nacional del Perú. Cada año, durante los primeros días de junio, comunidades quechuas de Apurímac y otras regiones se reúnen para realizar el chaccu, un ritual heredado de los pueblos preincaicos que consiste en formar cadenas humanas para acorralar a los esquivos camélidos andinos, esquilarlos sin dañarlos y luego dejarlos libres.
Esta práctica milenaria ha generado tal impacto que recientemente fue destacada por la prestigiosa revista Smithsonian Magazine, una de las publicaciones científicas y culturales más influyentes del mundo. En su reportaje del 8 de julio de 2025, el medio estadounidense describe con detalle cómo cientos de comuneros, entre cantos en quechua y ofrendas a la Pachamama, recuperan una tradición que protege a una especie emblemática, fortalece la economía rural y reivindica la cultura ancestral de los Andes peruanos.
Una práctica quechua que evitó la extinción de la vicuña

El artículo firmado por el periodista David Nolan relata el desarrollo del chaccu en la comunidad de Colca, en el departamento de Apurímac. En medio del ecosistema de puna alta, entre ichus y vientos helados, los comuneros forman largas líneas humanas, sujetando cuerdas con banderines de colores, para guiar con respeto a los animales hacia corrales improvisados. Allí, veterinarios y voluntarios se encargan de esquilar la lana de vicuña, considerada la más fina del mundo, con un grosor de apenas 12 micras, más delgada que el cashmere.
“El chaccu es de nuestros ancestros, nuestros abuelos”, afirma en el reportaje Vicente López Cornejo, expresidente de la comunidad, quien recuerda que esta práctica viene desde tiempos anteriores al Imperio Inca. Durante el Tahuantinsuyo, matar una vicuña era un crimen, y su lana estaba reservada exclusivamente para la nobleza. La llegada de los españoles y el auge del mercado europeo de pieles casi exterminaron la especie. Para 1965, la población de vicuñas había caído de millones a apenas 6.000 ejemplares en los Andes.
Gracias a la recuperación del chaccu como modelo de conservación comunitaria, el número de vicuñas en el Perú ha superado los 200.000 individuos, según el artículo. En Colca, la tradición fue retomada oficialmente en 2011, cuando se introdujeron 214 vicuñas desde la Reserva Nacional Pampa Galeras Bárbara D’Achille, en Ayacucho. Actualmente, las ventas anuales de fibra —que puede cotizarse hasta en $270 por libra— generan ingresos que permiten financiar escuelas, personal de seguridad y obras públicas.
Smithsonian destaca el chaccu como símbolo de conservación y resiliencia

El reconocimiento de Smithsonian Magazine pone en valor no solo el rol de las comunidades quechuas en la protección de la biodiversidad, sino también la dimensión cultural y espiritual de la ceremonia. Durante el evento, se comparten hojas de coca, se hacen ofrendas a la Pachamama con licor y se realizan cantos rituales. Las mujeres separan manualmente la fibra recolectada, que luego es vendida bajo estricta regulación estatal.
“Muchos en el Perú han perdido su cultura, pero estas son nuestras tradiciones. Nuestra historia. Nuestro pasado no se puede quitar”, expresó Elizabet Serrano Soria, lideresa del chaccu en Colca y destacada corredora de montaña, citada en el artículo. Ella guía cada año al grupo más resistente del operativo, encargados de rodear la zona más extensa del terreno.
El Smithsonian también resalta el trabajo del veterinario Juan Yanapa Quispe, quien coordina la atención médica de los animales durante el evento. “Tratamos a las vicuñas contra la fasciola, ácaros y lombrices, y les recortamos ligeramente los dientes inferiores, porque si crecen demasiado no pueden comer bien”, explica. Todo se realiza de manera rápida y sin dañar a los animales, que son liberados apenas termina el proceso.
En su cobertura, la revista subraya cómo esta experiencia ancestral se ha convertido en un modelo exitoso de conservación con justicia social. Según las normas establecidas por la Ley N° 26496, aprobada en 1995, el uso y beneficio de la lana de vicuña corresponde exclusivamente a las comunidades que gestionan sus territorios. En lugares como Colca, esto significa también una oportunidad para atraer turismo vivencial, con visitantes nacionales e internacionales interesados en presenciar esta práctica única.
“La gente podría venir a tomarse fotos con las vicuñas”, dice Yanapa Quispe. Por ahora, la prioridad sigue siendo cuidar el territorio, mantener vivas las tradiciones y asegurar que este valioso animal andino siga corriendo libre por las alturas del Perú.
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