Castel Gandolfo, la villa situada a 25 kilómetros de Roma y bañada por las aguas del lago Albano, se transformó en escenario de una jornada memorable con la llegada del papa León XIV, quien pasará allí un periodo de descanso estival. El acontecimiento movilizó a miles de personas que, a pesar del calor, se reunieron en torno a las históricas calles y plazas, reafirmando el lazo que une a este pequeño municipio del Lacio con la figura del Pontífice.
Desde las primeras horas de la tarde, los habitantes de Castel Gandolfo no ocultaban su entusiasmo. En la plaza principal, donde se yergue el Palacio Apostólico, turistas y lugareños compartían el ambiente habitual de verano: terrazas llenas, comercios abiertos y las familias paseando.

La cotidianidad, sin embargo, empezó a cambiar a partir de las 16:30 (hora local), cuando se extendió la noticia de que el papa León XIV se aproximaba a su residencia provisional en Villa Barberini. Poco a poco se formaron largas filas de fieles en ambos lados de la calle principal, entre ellos grupos de monjas, familias, periodistas, agentes de seguridad y curiosos que sumaron un público heterogéneo y devoto.
Frente al Bar Etto, un café que ofrece una panorámica privilegiada del lago, colgaban pancartas de bienvenida. Un grupo de religiosas, rosario en mano, aguardaba con fervor la aparición del Santo Padre. No lejos de allí se podía escuchar a una mujer preguntando a otra por la demora: “¿Viene o no?”, a lo que respondieron con certeza: “Sí, sí, viene”.

El arribo del Papa
La anticipación culminó cuando el silencio de la espera se vio interrumpido por el ruido de las motocicletas y la llegada del coche negro papal. La apertura de la puerta de la Villa y la salida de dos guardias suizos marcaron el preludio. A las 17:00, León XIV se hizo presente entre vítores y gritos de “¡Papa León!” y “¡Santo Padre!”.
Contra la previsión de un ingreso rápido, el Papa descendió del vehículo, desbordando el protocolo para saludar personalmente a quienes habían aguardado bajo el sol durante varias horas. Deteniéndose en la calle, saludó a cada persona, bendijo a niños sostenidos por sus padres y conversó brevemente con ancianas, entre ellas una visitante española que logró estrecharle la mano y expresarle su cariño.

Las monjas de distintas congregaciones, muchas de ellas desplazadas desde Roma, no contuvieron la emoción y corearon salutaciones en diferentes idiomas. León XIV recorrió la fila repartiendo bendiciones y gestos de cordialidad, antes de dirigirse finalmente al interior de la Villa Barberini, donde lo esperaban representantes eclesiásticos, autoridades locales y el personal que había preparado meticulosamente la residencia para su estancia.

El sentimiento en el pueblo
Las palabras del párroco polaco Don Tadeusz Rozmus, encargado de la Parroquia Pontificia de Santo Tomás de Villanueva, ilustran el clima de expectativa que envolvió a la localidad: “Estamos enormemente contentos; es un evento que tiene repercusión en todo el mundo”. Don Rozmus relató cómo el anuncio de la permanencia estival de León XIV generó una oleada de solicitudes y mensajes, no solo de vecinos, sino también de fieles de países tan lejanos como Estados Unidos y Australia. Las reservas en comercios y solicitudes para asistir a la misa en la parroquia superaron todas las expectativas habituales.
El compromiso no se limitó a la parroquia, que ha planeado con gran esmero el recibimiento litúrgico, sino que abarcó a todos los sectores de la ciudad, desde los museos y servicios públicos hasta la seguridad, que había reforzado los dispositivos de control ante el incremento de visitantes. El entusiasmo se reflejaba en cada detalle dispuesto para esta estadía, marcada tanto por el deseo de atender las necesidades del Pontífice como por la voluntad de ofrecerle una acogida memorable.

La sorpresa en el balcón
Cuando la multitud comenzaba a dispersarse, el bullicio retornó con un último gesto. El Papa apareció de manera sorpresiva en el balcón de la Villa, saludando a quienes aún permanecían en la calle. Tras la bandera vaticana, su figura se recortó frente a los paneles de madera cubiertos de hiedra. Los teléfonos móviles y las cámaras captaron el momento, mientras la ovación subía desde abajo.

Al pie del balcón, un grupo de religiosas Hijas de la Sagrada Familia, provenientes de Colombia y Perú, expresó su alegría ante el inesperado saludo: “¡Qué amable de su parte bajar del coche para saludarnos!”, comentaron, compartiendo el privilegio de haber podido estrechar la mano del Papa.
Antes de retirarse a la serenidad de la Villa Barberini, el Santo Padre recibió de las religiosas el compromiso de acompañarlo en oración y el deseo de que estos días supongan un descanso merecido.

Una residencia cargada de historia
La llegada de León XIV renueva una tradición que remonta al siglo XVII, cuando Urbano VIII eligió Castel Gandolfo como refugio veraniego de los Papas. El Palacio Apostólico y las Villas Pontificias, edificadas sobre los restos de la villa del emperador romano Domiciano, han sido testigos de episodios que atraviesan siglos. Durante décadas, los Pontífices hallaron allí un clima más benigno que el de Roma, favorecido por la altitud y la proximidad del lago volcánico, características que contribuyen a temperaturas más agradables.
A lo largo del tiempo, la residencia se enriqueció con ampliaciones y restauraciones impulsadas por sucesivos Pontífices. Tras un largo periodo de abandono en el siglo XIX, la función estival fue recuperada en el siglo XX, en parte gracias a los Pactos de Letrán, que devolvieron al Vaticano su autonomía y permitieron la restauración de las villas. El Observatorio Astronómico Vaticano y los extensos jardines siguen formando parte del atractivo de este enclave, cuyo centro museístico continuará abierto a los visitantes durante la permanencia del Papa, aunque algunos espacios queden reservados de modo temporal.

Hoy, León XIV se convierte en el decimosexto Papa en habitar Castel Gandolfo. Para el pueblo, su presencia reactiva una historia compartida y refuerza la identificación con una tradición viva, en la que la figura del Pontífice se mezcla con el paisaje y la cotidianeidad de la ciudad.
La estadía del Papa en Castel Gandolfo no es solo un retiro. León XIV alternará jornadas de descanso con momentos de trabajo, incluyendo la preparación de documentos y reuniones. El domingo 13 de julio celebrará una misa pública en la parroquia local, uno de los momentos más esperados tanto por pobladores como por quienes llegarán de otras regiones, en una muestra de la centralidad que sigue ocupando la figura del Pontífice en la vida religiosa y cultural italiana.

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