
En noviembre de 2025, Lima tendrá la oportunidad de albergar, nuevamente, la final de la Copa Libertadores. Según el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur), se espera que el evento genere un movimiento económico de 75 millones de dólares y atraiga a 50,000 visitantes extranjeros, aproximadamente. Esta cifra supera los 62 millones de dólares generados en la final de 2019 entre River Plate y Flamengo, disputada en Lima.
Una vitrina para el Perú
La Libertadores podría ser vista por más de 100 millones de personas en todo el mundo. Es, por tanto, una oportunidad sin igual para proyectar al Perú como un país capaz de organizar grandes eventos deportivos. Esta visibilidad no solo alimenta el turismo, sino que mejora nuestra reputación en otros sectores, incluyendo inversión extranjera y relaciones diplomáticas.
Además, el evento atrae a miles de visitantes de alto consumo, que no solo asisten al partido, sino que aprovechan para conocer nuestra gastronomía, cultura y patrimonio. Cada día que un hincha extranjero pasa en Lima deja entre 125 a 250 dólares, según cifras del sector turismo.
El deporte, y en particular el fútbol, es una industria poderosa. Una final continental dinamiza múltiples sectores: hotelería, transporte, comercio, tecnología, medios de comunicación y servicios logísticos. Restaurantes llenos, aerolíneas con vuelos completos, empresas de seguridad contratadas y centenares de empleos temporales creados. El efecto multiplicador de un solo partido es inmenso, y su impacto económico puede llegar a zonas populares que usualmente no participan del turismo convencional.
Por ejemplo, si estimamos que llegan 50,000 visitantes internacionales y locales, con una estadía promedio de 3 noches y gasto diario promedio de 200 dólares, hablamos de 30 millones de dólares en consumo directo, sin contar entradas, merchandising ni derechos de televisión.
¿Estamos listos?
La gran pregunta no es si deberíamos querer la final. La pregunta debería ser: ¿estamos preparados para recibirla? Eso implica coordinación interinstitucional, infraestructura en condiciones óptimas, estrategia de comunicación internacional, protocolos de seguridad y planificación turística.
Si aprendemos de la experiencia pasada y nos preparamos con antelación, Lima puede consolidarse como la capital del deporte en Sudamérica, capaz de competir con Bogotá, Buenos Aires o Santiago no solo en estadios, sino en liderazgo regional. Los futuros eventos deportivos (Bolivarianos 2025 y Panamericanos 2027) a realizarse en nuestro país nos dan señales que vamos en ese camino.
La Copa Libertadores 2025 no es solo un partido, es una oportunidad de país.


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