
La calma en los distritos del Cono Norte fue quebrada con el ascenso de un personaje hasta hace poco desconocido para la mayoría: Kevin Jhonson Necochea Veliz, un exsuboficial de la Policía Nacional del Perú, de 30 años, ahora conocido como alias Timoti. Su nombre comenzó a circular en medio de una guerra entre mafias por el dominio del cobro de cupos, un negocio criminal que ha dejado muertos, amenazas y calles marcadas por el miedo en Comas, Carabayllo y alrededores.
Tras la caída de figuras emblemáticas como El Jorobado y Sammy, ambos vinculados a redes de extorsión, Timoti emergió como el nuevo líder delictivo. Aprovechó el vacío de poder, se replegó, reorganizó las operaciones y comenzó a firmar atentados con su nombre. Hoy, según fuentes policiales, su organización se ha convertido en una de las más peligrosas del cono norte.
El expolicía que cruzó la línea y se ganó un lugar en la mafia
Timoti no siempre estuvo del lado de los criminales. Según la información proporcionada por el periodista Omar Chira a través de su red social X, durante su paso por la institución policial, habría actuado como informante de la banda de El Jorobado, filtrando movimientos y operativos que afectaban los intereses de su grupo. Ese vínculo le abrió las puertas del mundo delictivo. Su verdadero ingreso al liderazgo ocurrió tras una emboscada en un billar de la avenida San Juan, en Comas.

En aquella ocasión, Alexander Mundaca Lucero, conocido como alias Sammy y líder sucesor de El Jorobado, celebraba con su círculo más cercano. Las cámaras de seguridad captaron el instante exacto en que un sicario ingresó y desató una ráfaga de disparos. Sammy fue abatido. Timoti, herido en el brazo, logró sobrevivir. Ese hecho marcó el inicio de su ascenso. No solo quedó vivo, sino que tomó las riendas de la organización con mano dura.
Muerte, fuego y control: los pasos de Timoti para imponer su dominio
Ya en el poder, su primera muestra de fuerza ocurrió en noviembre de 2024, cuando un mototaxista de la asociación Los Incas del Cono Norte fue asesinado en plena vía pública. Días después, la víctima fue identificada como Alexander Rosas. A esa muerte le siguió la de Demetrio Huamaní, ejecutado frente a su vivienda en Carabayllo. Ambas escenas compartían un mismo patrón: disparos certeros y mensajes intimidatorios.
El nombre de Timoti comenzó a aparecer en panfletos, notas de amenaza y testimonios de víctimas que afirmaban haber sido extorsionadas por su grupo. No solo se trataba de asesinatos. También se registraron atentados contra vehículos, como la quema de una combi en la zona de Trapiche. Además, ocurrió una balacera en el paradero de Primera de Pro, donde varios transportistas fueron testigos de la violencia con la que se ejerce el control territorial.

El negocio de las combis: 130 mil soles al mes bajo amenaza
Las extorsiones no son aleatorias. Una fuente le vinculada al caso le reveló al comunicador Omar Chira que Timoti controla cerca de 63 unidades de transporte público en la zona de Pro. A cada una le exige un pago diario de 10 soles, lo que representa una ganancia de casi 130 mil soles mensuales para su organización. La amenaza es clara: “El que no esté en la lista, lo saco del paradero a punta de plomo”, se lee en uno de los mensajes difundidos por el periodista.
Transportistas de la zona aseguran que el cobro se realiza con regularidad y que cualquier intento de resistirse es respondido con violencia. A finales de mayo, uno de los presuntos cobradores de Timoti fue detenido por la Policía. Al día siguiente, un nuevo mensaje llegó a los conductores: “Ustedes quieren trabajar tranquilos... solo cumplan lo acordado”.

“Tiene las horas contadas”, dice la Policía, pero el miedo persiste
La Brigada contra el Crimen Organizado tiene a Timoti entre sus objetivos prioritarios. Fuentes policiales afirman que se ha reforzado la vigilancia en zonas clave de Comas y Carabayllo, donde su influencia es más fuerte.
A pesar de los esfuerzos, los vecinos y transportistas continúan viviendo bajo amenaza. Muchos prefieren no denunciar, temen represalias. En los paraderos, el nombre de Timoti se pronuncia en voz baja, como si bastara con decirlo para invocar un castigo. Mientras tanto, la organización del expolicía sigue operando desde las sombras, imponiendo el terror como moneda de cambio.

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