A primera vista, era solo una caja común. De esas que circulan a diario en las agencias de transporte interprovincial, envueltas con cinta de embalaje y un remitente escrito a mano. En su interior, según la guía de despacho, iban tortas de canela, ese pan azucarado con aroma fuerte y reconocible que se consume con frecuencia en el norte del país. Pero el olor, lejos de ocultar algo, terminó por delatarlo. Fue en la cabina del conductor donde el paquete comenzó a llamar la atención, no por su contenido aparente, sino por su ubicación irregular.
Agentes de la Policía Nacional asignados a la Región Policial de Piura intervinieron un bus interprovincial de la empresa Ronco Perú a la altura del peaje Bayóvar, en la carretera Panamericana Norte. El vehículo tenía como destino final la ciudad de Lima, y en el control de rutina algo no encajó: una encomienda mal colocada, fuera de la bodega, demasiado cerca del conductor. Al revisar el interior, el hallazgo fue inmediato. “Llevaba dentro: 3.500 fulminantes usados como activadores de dinamita”, explicó uno de los efectivos a cargo del operativo.
El conductor del vehículo, identificado como Alberto Alarcón León, quedó detenido. De inmediato fue conducido a la sede de la División de Investigación Criminal (Divincri) de Piura. Según información policial preliminar, el cargamento estaría dirigido a bandas criminales que operan en la capital y otras zonas del país, dedicadas a la extorsión mediante amenazas con explosivos.
Una ruta habitual para el crimen organizado
Las carreteras del norte, como la Panamericana Norte, ya no solo son corredores de productos agrícolas o transporte de pasajeros. Desde hace años, distintas unidades de inteligencia han detectado que estas rutas también sirven para el traslado de armas, droga y material explosivo. En este caso, el camuflaje fue más elaborado: un producto regional con un olor fuerte como la canela, una caja común y una ubicación aparentemente inocente. “Se pretendía pasar desapercibido. Pero el lugar donde se colocó fue lo que levantó nuestras sospechas. Eso no va en cabina, sino en la bodega. Esa irregularidad fue clave”, relató uno de los oficiales que participó en la intervención.
No se trató de un hecho aislado. En días anteriores, un operativo realizado por la Dirección Antidrogas (Dirandro) permitió interceptar una caja con cinco granadas de guerra camufladas entre tecnopor. El recorrido de ese paquete también había comenzado en una agencia de encomiendas, esta vez desde el Alto Huallaga. Las imágenes registradas por el equipo del programa Panorama mostraron el momento exacto en el que los agentes descubren el contenido: “Sí, granada. Confirmado. Hay que tomar distancia”.
La modalidad de las encomiendas contaminadas

Según información de la Dirandro, más de cinco mil buses interprovinciales ingresan a Lima cada día. En ellos viajan productos de distintas regiones del país: frutas, plantas, textiles, y también paquetes cuyo contenido no siempre corresponde con la guía de envío. La modalidad no es nueva, pero sí ha ganado sofisticación: las mafias ahora usan encomiendas ordinarias para trasladar droga, armas o explosivos sin levantar sospechas.
Una de las encomiendas interceptadas en Lima llevaba cinco granadas militares similares a las utilizadas por bandas como El Tren de Aragua o Los Hijos de Dios. “Un solo error podría generar una tragedia. El bus es un espacio confinado, sin zona de fuga; una detonación aquí rompe todo a su paso”, detalló uno de los agentes intervinientes. Por eso, al confirmar el contenido, los policías aplicaron de inmediato el protocolo de seguridad: colocaron una llanta sobre la caja como medida de contención y evacuaron la zona.
La caja había sido despachada desde Tocache y rastreada hasta una agencia en los alrededores de Lima. El seguimiento fue minucioso. Los agentes sabían que, si no intervenían a tiempo, las granadas terminarían probablemente en manos de extorsionadores, que luego las usarían para amedrentar a comerciantes y empresarios bajo amenaza de detonación.
El rol del conductor y los vacíos del sistema

La intervención en Piura abrió también interrogantes sobre el rol del conductor en estos casos. Alberto Alarcón León, detenido por trasladar los fulminantes, aseguró no tener conocimiento del contenido exacto de la encomienda. Sin embargo, la ubicación del paquete dentro de la cabina pone en duda esa versión. Según los investigadores, este tipo de traslados muchas veces cuentan con la complicidad –por acción u omisión– de algunos conductores o trabajadores de las empresas de transporte.
“La norma establece que toda encomienda debe ir en la bodega del bus, no en cabina. Aquí se rompió ese protocolo. Hay una responsabilidad directa o por negligencia”, indicó uno de los oficiales a cargo del caso. La empresa Ronco Perú también será incluida en las investigaciones para determinar si existió omisión en los controles internos al recibir la carga.
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