Su maestro de religión fue el primero en llamarlo maricón. El hombre que profesaba amor al prójimo en el aula le advirtió que dejase de mover los brazos con tanta expresividad. ¡Pareces maricón!, sentenció a Antonio Gálvez de once años. Nadie le advirtió que durante años oiría la misma palabra una y otra vez cada vez que se atreviera a transitar las calles de Lima y nadie lo preparó para lo que vivió la mañana del 30 de noviembre de 2018.
Antonio acababa de comprar una botella de agua cuando a pocos pasos de su puerta de embarque un bullicio captó su atención. Bastaron pocos segundos para entender de qué se trataba: un sujeto alentado por el grupo de hombres que lo rodeaban se movía estrambóticamente, simulaba gemidos y hacía sonidos burlescos al mismo tiempo que lo miraba. Parecía uno de los fugaces ataques a los que se había acostumbrado a oír, pero esta vez nunca se detuvieron.

“Me acerqué por vergüenza. Cuánto más tenía que aguantar que esta persona se esté burlando delante de todo el mundo y que nadie haga nada”, recuerda Antonio sobre el silencio de los pasajeros, los trabajadores de Latam y los funcionarios del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez. “Pero él también es cabro”, le respondió uno de los acompañantes sin saber que se trataba de Jhonny Peña de los Santos, director musical de la conocida orquesta salsera Zaperoko.
A pesar de que Antonio estaba grabando su reclamo, Juan Carlos Paz Lobatón no detuvo sus ataques ni en la sala de embarque, ni la manga de acceso, ni en el avión. Era la primera vez que alguien lo señalaba sin cesar, “que se sentía tan poderoso de hacer algo así delante de tanta gente y creer que nada le iba a pasar. Bueno, se equivocó”, dijo la víctima a Infobae Perú.

Poco antes de subir la grabación a redes sociales, Antonio escribió a su madre para advertirle que había sucedido algo en el aeropuerto, que ya lo tenía solucionado y que sabría los detalles a través de sus cuentas. Cuando el avión aterrizó y recuperó la señal de internet, llegó un mensaje de su madre en el que le mostraba que su caso ya había llegado a los medios de comunicación y otra decena de comentarios de gente que decía haber presenciado lo ocurrido. “Me felicitaban por haberme enfrentado, pero ninguno se animó a decir nada”, recuerda.
El ataque constante
La denuncia pública alarmó a los integrantes de la banda, quienes intentaron contactarlo. Insistieron a pesar de su silencio y procedieron a llamar a su familia. ¿Cómo consiguieron el número de mi mamá?, se preguntó. A medida que el temor por las consecuencias que su publicación habría provocado, Antonio fue tanteando la posibilidad de hacer una denuncia. “Los LGBT tenemos muy pocas leyes que nos amparan. Si al menos tenemos una, usémosla”, pensó cuando Promsex se ofreció a acompañarlo en el proceso.
Los denunciantes eran conscientes que el proceso sería largo, no duraría los tres meses que un abogado particular había prometido, pero tampoco pensaron que el sistema judicial tardaría dos años en citar a Antonio para realizar la pericia psicológica, mucho menos que la profesional de la salud mental que lo atendería reforzaría las agresiones que lo llevaron hasta ese punto. “Los gays no deberían ser tan amanerados como los peluqueros y estilistas que aparecen en televisión. Pero yo no te veo así y te recomiendo que lo seas”, fueron las palabras de la mujer a cargo de conocer cuál había sido el impacto del ataque homofóbico en su contra.
La defensa de los denunciados especularon sobre un presunto interés de Antonio de aprovecharse la fama de Zaperoko, fueron incisivos durante las audiencias y cuestionaron que haya decidido presentar una querella contra ellos cuando ya había sido víctima de ataques similares en el pasado. “Llegaron a suponer que había sido agredido sexualmente durante mi infancia”, recordó en conversación con este medio.

Esta era la primera vez que Antonio vivía de cerca el desarrollo del sistema judicial, lo sorprendió los espacios reducidos donde eran atendidos los casos, el hecho de que lo sentaron junto a su agresor y la indiferencia de las autoridades por los efectos que estos escenarios podrían tener sobre él. “Pero es un ratito no más”, respondió la autoridad cuando pidió no ser puesto junto al hombre que se burló públicamente de él durante más de una hora.
“Yo era consciente de que lo que ellos habían hecho contra mí era un delito por discriminación y esperaba que todos lo entendieran así, pero ni los jueces ni fiscales llegaron a entender la magnitud del caso. Una parte de mi juventud resultó afectada, me dejó marcado, me obligó a estar siete años en un proceso”, recuerda Antonio sobre las últimas audiencias previas a la sentencia.
Un caso que no ha culminado
En marzo de 2025, el Poder Judicial declaró consentida la condena contra Juan Carlos Paz Lobatón por haber discriminado a un miembro de la comunidad LGBT. Infobae Perú intentó ponerse en contacto con el sentenciado, pero este no respondió a la solicitud. Su participación en redes sociales es activa, comparte sus presentaciones, constantemente hace mención a dios y culmina todas sus publicaciones con un “Amén”.
Los dos años de pena privativa de libertad suspendida lo obligan a presentarse todos los meses ante las autoridades; es decir “por lo menos una vez al mes va a pensar de que no debe decirle absolutamente nada a nadie en la calle”, resaltó Antonio Gálvez. Paz Lobatón dijo ante el sistema de justicia que su domicilio se encontraba en el Callao; sin embargo, sus publicaciones lo muestran fuera del país. En conversación con este medio, un representante de la orquesta Zaperoko dijo desconocer el paradero de su exintegrante. Sergio Cruz, abogado de Promsex, señaló que “de no ir a firmar, se podría solicitar la variación de la pena suspendida a efectiva”. Es decir, Paz Lobatón podría ir a prisión por no cumplir con los señalados por el Poder Judicial.
“No le deseo la cárcel a nadie”, aseguró Antonio Gálvez para decir que se siente contento con la sentencia obtenida luego de varios años. Cree haber sentado un precedente y espera que sirva para detener las amenazas y ataques que él y sus más allegados reciben constantemente. Una mujer lo tildó de asqueroso por andar de la mano con su pareja por los pasillos del Real Plaza Salaverry, un amigo de su hermano recibió una amenaza advirtiéndole que si seguía compartiendo imágenes en las que vestía tacos lo matarían.
Promsex asegura que todavía hacen falta las normas que tengan en cuenta la identidad de género, que proteja a las trabajadoras trans y codifique los crímenes de odio. Lo ideal sería que no haga falta ningún otro miembro de la comunidad sea víctima de algún ataque para que la clase política atienda a las demandas de un grupo social que existe, aunque muchos prefieran no reconocerlo.
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