
En un rincón del valle de Supe, donde la arena se mezcla con el río y el silencio es apenas interrumpido por el viento, un nuevo hallazgo arqueológico vuelve a llamar la atención sobre una de las civilizaciones más antiguas de América. A cinco mil años del apogeo de Caral, el descubrimiento de un “Altar del Fuego” en el sitio Era de Pando revela una pieza más en el complejo rompecabezas de su estructura social, política y ceremonial. La noticia, confirmada por la Zona Arqueológica Caral (ZAC), Unidad Ejecutora 003 del Ministerio de Cultura, permite observar cómo determinados sectores de esta sociedad manejaban los rituales más importantes desde espacios restringidos y simbólicamente poderosos.
El recinto, hallado por un equipo encabezado por la doctora Ruth Shady, se ubica en el lado oeste del Edificio Público Piramidal Mayor “C1”, una de las estructuras más representativas de Era de Pando. Según los investigadores, funcionaba como un espacio subsidiario destinado a rituales diferenciados de los que ocurrían en el salón principal del edificio. “Este altar fue construido en un sector estratégico del edificio, con acceso directo desde el Salón Ceremonial del lado Oeste, lo que refuerza su carácter reservado y su uso por parte de grupos específicos”, precisó la arqueóloga en declaraciones difundidas por la ZAC.
El hallazgo reabre preguntas sobre los mecanismos de poder y control en la sociedad caralina, donde los rituales no solo tenían una función religiosa, sino también política y social. En palabras de la directora de la ZAC, “los Altares del Fuego se construyeron en los edificios públicos piramidales más importantes y también en espacios cercanos a las residencias principales, lo que evidencia una planificación compleja y una organización jerárquica de las ceremonias”.
Así fue hallado el altar

El nuevo altar descubierto presenta una estructura circular de aproximadamente siete metros de diámetro. Está precedido por un patio rectangular que mide 16 metros de largo por 8 metros de ancho. El acceso se realiza mediante una escalera que conecta con el Salón Ceremonial, lo que indica un control riguroso sobre quiénes podían ingresar a este espacio. Los arqueólogos señalan que en estos altares se incineraban ofrendas con fines ceremoniales: “Se han encontrado cuentas, fragmentos de cuarzo, peces, moluscos y productos agrícolas que fueron sometidos al fuego como parte del ritual”, explicó Shady.
Estas prácticas no eran masivas ni abiertas a toda la comunidad. Solo determinadas autoridades religiosas, políticas y sociales podían participar. Los Altares del Fuego cumplían así una doble función: eran lugares de conexión espiritual y también centros de legitimación del poder. Los rituales allí realizados, en privado, reforzaban el vínculo de las élites con lo sagrado y contribuían a sostener el orden social.
“La incineración de ofrendas en espacios cerrados y de acceso limitado sugiere que los rituales tenían una dimensión íntima y estaban dirigidos a reforzar alianzas internas entre grupos dirigentes”, explicó la directora de la ZAC. Estos espacios no eran improvisados ni aislados: formaban parte de un sistema arquitectónico más amplio que conectaba edificios, plazas y residencias.
Una ciudad en transformación

Ubicado en el margen derecho del río Supe, a unos 12.5 kilómetros de la costa y a 200 metros sobre el nivel del mar, Era de Pando ocupa 57.93 hectáreas. Su arquitectura está organizada en torno a un gran espacio central rodeado por 48 edificios: cuatro piramidales mayores, cuatro menores y una serie de templos y residencias de diversas características.
Aunque hoy destaca como uno de los principales asentamientos de la civilización Caral, su historia muestra una transformación notable. Durante el periodo de apogeo de la Ciudad Sagrada de Caral – Supe, reconocida como Patrimonio Mundial por la Unesco en 2009, Era de Pando era aún un pequeño asentamiento. “En sus inicios, probablemente contaba con uno o dos edificios piramidales. Fue en etapas posteriores que pasó a ocupar un rol jerárquico más visible en el valle”, explicó la arqueóloga.
La ubicación de Era de Pando no es casual. El asentamiento se sitúa en una vía natural de conexión con el valle de Pativilca y la intercuenca Taita Laynas, una zona estratégica para el intercambio comercial y cultural. Además, su cercanía al mar y a zonas agrícolas extensas le otorgó ventajas económicas que podrían haber favorecido su crecimiento.
Tecnología, conocimiento y poder

El descubrimiento del altar permite también repensar las capacidades tecnológicas de la sociedad caralina. Para la doctora Ruth Shady, estos espacios no solo reflejan un dominio arquitectónico, sino también conocimientos avanzados en distintas áreas: “Los Altares del Fuego son testimonio de una producción sofisticada de conocimientos científicos y tecnológicos aplicados a la vida ceremonial y cotidiana”.
En las excavaciones se recuperaron instrumentos de piedra, figurinas y objetos orgánicos que demuestran la variedad de actividades que se realizaban en el asentamiento. Estos elementos, combinados con los restos de ofrendas en el altar, ofrecen pistas sobre el tipo de saberes que manejaban quienes dirigían los rituales. La doctora Shady sostiene que la planificación urbana de Caral, con sus zonas diferenciadas para la vida doméstica, administrativa y ceremonial, requiere de un nivel de conocimiento que no suele asociarse con sociedades tan antiguas.
“Estamos ante una civilización que construyó grandes monumentos, planificó sus ciudades y mantuvo un sistema de organización social sin necesidad de recurrir a la guerra”, afirmó Shady. En Caral, la convivencia, el simbolismo y el conocimiento parecen haber sido pilares fundamentales.
Acceso y visibilidad de la historia

La Zona Arqueológica Caral impulsa también acciones para acercar estos descubrimientos al público. Una de ellas es la exposición museográfica “Tecnología Pesquera y Seguridad Alimentaria para Combatir la Anemia”, que puede visitarse hasta el 5 de junio en la sala Paracas del Ministerio de Cultura. El ingreso es libre y busca generar un diálogo entre el pasado y los desafíos del presente.
Además, como parte del programa Viajes Culturales, se sortearán visitas guiadas a la Ciudad Sagrada de Caral entre los asistentes a la exposición. La propuesta incluye una experiencia completa, con señalética accesible, audioguías y recursos táctiles para garantizar la inclusión de personas con discapacidad y adultos mayores.
Estas acciones forman parte de un esfuerzo más amplio por posicionar a Caral no solo como patrimonio arqueológico, sino también como una fuente activa de conocimiento. “El objetivo es que la población se sienta parte de esta historia, que se conecte con ella y la valore”, concluyó la doctora Shady.
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