Tregua incierta

La política arancelaria de EE. UU., al margen de pactos con sus principales socios y los 75 países anotados para negociar excepciones, seguiría un curso dinámico

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Representantes de los gobiernos de
Representantes de los gobiernos de Estados Unidos y China habrían llegado a un acuerdo inicial para frenar la guerra de tarifas (AP)

EE. UU. y China llegaron a un acuerdo, a una tregua. Ambos países acordaron una reducción significativa de los aranceles sobre los productos de cada uno durante un período inicial de 90 días. EE. UU. disminuirá temporalmente sus aranceles sobre productos chinos del 145% al 30%, mientras que China reducirá sus gravámenes sobre importaciones estadounidenses del 125% al 10%.

Junto con lo anterior, se acordó crear un mecanismo de seguimiento para mantener discusiones sobre las relaciones económicas y comerciales. Este podría ser, tal vez, el inicio de un proceso formal de negociación comercial que asegure la predictibilidad para los mercados de ambos países y del mundo entero. Tengamos siempre presente que EE. UU. y China representan más del 40% del PBI mundial, de acuerdo con cifras del Fondo Monetario Internacional, por lo que el desempeño de sus economías repercute directa e indirectamente en el dinamismo global.

Días previos a este acuerdo, los efectos de la guerra comercial se hicieron evidentes. Funcionarios portuarios estadounidenses indicaron que, en un lapso de 12 horas, ningún buque de carga había zarpado de China hacia los principales puertos de la costa oeste de EE. UU. Este estancamiento en el flujo de mercancías no se había observado desde la pandemia de la COVID-19. Un golpe durísimo para las cadenas de suministro.

¿Sería este un respiro a las tensiones comerciales entre ambos países? Nadie está en capacidad de confirmarlo. El daño ya está hecho. La política arancelaria de EE. UU., al margen de pactos con sus principales socios y los 75 países anotados para negociar excepciones, seguiría un curso dinámico. Estaría en constante “evaluación”.

Nada les asegura a los gobiernos, empresas y familias que en ese lapso de 90 días no se realicen ajustes en los acuerdos, ya sea para empeorarlos o mejorarlos. Tampoco está claro qué ocurrirá una vez concluido ese período. Lo cierto es que, tomando como referencia este acuerdo, algunas consultoras internacionales retirarían su proyección de recesión para EE. UU. Disminuiría el riesgo de que la economía norteamericana caiga en recesión, aunque no bastaría para evitar una desaceleración de la actividad económica.

La Reserva Federal de los EE. UU. (FED, por sus siglas en inglés) está atenta, muy pendiente de los primeros signos de debilidad o impactos negativos en el crecimiento económico, el mercado laboral o la inflación. Esta última fue de 2.3% en abril, ligeramente por encima de la meta de 2% de la FED. Diversas encuestas de confianza empresarial en EE. UU. reflejan un deterioro en los últimos meses. La preocupación por el escenario económico, a partir de las medidas arancelarias aplicadas por la administración Trump, es real.

El pacto entre EE. UU. y China no solo ajustaría las cotizaciones en los mercados internacionales, sino que también podría representar un alivio para los industriales nacionales del sector textil, quienes vaticinaban una avalancha de productos chinos redirigidos al mercado latinoamericano ante el cierre del mercado estadounidense. Tal era su preocupación, que incluso ya solicitaban medidas para encarecer las importaciones de prendas de vestir provenientes de China.

De todas formas, el acuerdo resulta ser una tregua incierta. Mientras no exista una hoja de ruta clara en la política comercial estadounidense, libre de “evaluaciones” y negociaciones, la incertidumbre continuará.