Con luces de neón, largas filas y música a todo volumen, ‘El Trocadero’ se convirtió en un ícono urbano del primer puerto. Este enorme complejo de tres bloques fue considerado uno de los centros de comercio sexual más grandes del Perú. Su estructura monumental, su afluencia masiva y la legalidad que lo respaldó durante varios años lo convirtieron en un punto de referencia del entretenimiento nocturno en la capital.
Su historia está marcada por momentos de auge y decadencia. Nació tras el cierre de los prostíbulos del jirón Huatica en Lima y creció en un contexto en el que la prostitución buscaba nuevos espacios de operación. La fama que alcanzó trascendió fronteras y lo convirtió en una verdadera leyenda urbana.
¿Cómo nació ‘El Trocadero’ y por qué se convirtió en un fenómeno?
Este centro nocturno abrió sus puertas en 1966 en el distrito del Callao, en medio de un proceso de transformación del mapa prostibulario limeño. Según un reportaje del programa Sucedió en el Perú: Prostitución en Lima, producido por TV Perú, el local surgió en un momento en el que los prostíbulos del jirón Huatica —considerado en su momento el más grande de Sudamérica— comenzaban a desaparecer debido a la presión social y política.

La creación de este local de citas respondió a la necesidad de trasladar esa industria a nuevos espacios. Su ubicación estratégica, cerca del centro del primer puerto y con acceso desde varios puntos de la capital, permitió que se consolidara como un negocio próspero. El complejo se destacó desde el inicio por su imponente tamaño y por ofrecer a sus visitantes una experiencia que iba más allá del sexo: luces, música en vivo, bares y espectáculos formaban parte de su propuesta.
La antropóloga Sharon Gorenstein, citada también en el reportaje de TV Perú, lo calificó como un “macroprostíbulo”, en alusión a la magnitud del espacio y la cantidad de personas que llegaban hasta sus instalaciones. De hecho, se estima que este centro nocturno podía recibir hasta 2.000 visitantes por día en sus años de mayor popularidad, lo que lo convertía en uno de los lugares más concurridos del circuito nocturno.
¿Cómo estaba organizado el prostíbulo más grande del país?
El complejo estaba conformado por tres estructuras con funciones distintas. El edificio principal llevaba el nombre de ‘El Trocadero’, mientras que los otros dos —La Salvaje y El Botecito— fueron sumados posteriormente. Este último fue inaugurado en 1973, según consigna el mismo reportaje televisivo, como una extensión que buscaba ampliar la capacidad del recinto frente al creciente flujo de clientes.

Cada uno de estos bloques tenía una identidad propia. La Salvaje se caracterizaba por su ambiente más informal, mientras que El Botecito ofrecía espectáculos más elaborados y era considerado un espacio con mayor inversión en infraestructura. La división del complejo permitía segmentar a la clientela, generando un flujo constante de ingresos y adaptándose a distintos presupuestos.
Según se relata en el programa Sucedió en el Perú, los servicios ofrecidos eran organizados bajo estrictas reglas internas. Las trabajadoras sexuales alquilaban cuartos y estaban sujetas a controles médicos, lo que formaba parte del proceso de formalización impulsado por el gobierno local en los años 70.
¿Qué papel jugó la legalidad en su consolidación?
Durante la década de 1970, el municipio del Callao tomó una decisión clave: formalizar los prostíbulos que operaban en su jurisdicción. Este proceso incluyó la entrega de licencias de funcionamiento a negocios como ‘El Trocadero’, lo cual permitió que operaran de manera legal. Esta regulación no solo legitimó el trabajo sexual en el distrito, sino que también ofreció un marco de control sanitario y de seguridad.

Gracias a esta política, este inmueble logró posicionarse como el principal establecimiento de su tipo en el país. La obtención de permisos municipales y la supervisión periódica de las autoridades locales permitieron que el complejo operara sin mayores contratiempos durante varias décadas.
No obstante, este respaldo institucional no impidió que fuera objeto de controversias. A lo largo de los años, recibió múltiples críticas por parte de sectores conservadores y fue centro de atención en varios operativos de fiscalización. Sin embargo, la combinación entre su tamaño, organización y amparo legal contribuyó a que se mantuviera activo a lo largo del tiempo.
¿Qué ocurrió con ‘El Trocadero’ en sus últimos años?
Con el paso del tiempo, el esplendor de este espacio destinado a servicios sexuales comenzó a desvanecerse. La creciente informalidad en el sector, los cambios en la legislación y el aumento de operativos policiales fueron debilitando su funcionamiento. Según informes de medios locales, durante la última década antes de la pandemia, el lugar fue intervenido en más de una ocasión por la Policía Nacional.
Uno de los episodios más significativos ocurrió en marzo de 2020. En ese momento, las autoridades clausuraron El Botecito por carecer de licencia vigente. Además, los otros dos edificios fueron sancionados por incumplimientos en materia ambiental. Estos hechos generaron incertidumbre sobre la continuidad del negocio.

La llegada de la pandemia de COVID-19 supuso un golpe definitivo. Las restricciones sanitarias y el cierre de establecimientos nocturnos obligaron a paralizar sus actividades. Sin embargo, en 2022, medios locales reportaron que ‘El Trocadero’ había reabierto sus puertas, lo que provocó reacciones diversas en la comunidad del Callao.
Aunque su apogeo quedó atrás, su historia sigue siendo objeto de interés y análisis. La huella que dejó en la memoria colectiva lo mantiene vigente como uno de los burdeles más representativos de la historia contemporánea del Perú.
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