A casi cinco mil años de su fundación, la Ciudad Sagrada de Caral resiste no solo al paso del tiempo, sino a un presente hostil. Su principal protectora, la arqueóloga Ruth Shady, convive desde hace años con amenazas directas, recortes presupuestales y desinterés por parte del Estado. El sitio arqueológico, considerado la civilización más antigua de América, enfrenta peligros que no provienen de la naturaleza, sino de intereses humanos: traficantes de terrenos, invasores y especuladores inmobiliarios.
En medio de una entrevista con Infobae Perú, Shady no ocultó su frustración. Durante más de tres décadas encabezó las investigaciones que permitieron sacar a la luz los secretos de esta civilización milenaria. Sin embargo, el trabajo no solo se ha centrado en excavar y documentar, sino también en defender el territorio. Las amenazas comenzaron hace más de dos décadas. En 2003, la propia arqueóloga fue víctima de un asalto armado cuando llegaba al sitio con fondos para el pago de sus trabajadores. Hoy, la situación no ha mejorado.
El avance de las invasiones ilegales, impulsado por la especulación sobre el valor de la tierra, viene generando una situación crítica. “Desde entonces, el interés por las tierras ha ido creciendo. Si antes una hectárea costaba 6 mil dólares, ahora no baja de 38 mil”, señaló la arqueóloga. Lo que antes fue un terreno desértico sin mayor interés económico y lleno de basura, ahora es visto como una oportunidad de inversión, incluso a costa del patrimonio arqueológico.
Recortes presupuestales y falta de respaldo institucional

Además de las amenazas externas, la directora de la Zona Arqueológica Caral expone la falta de apoyo del Estado. El Ministerio de Cultura redujo en casi 50% el presupuesto destinado a Caral en 2024, decisión que forzó el despido de 80 trabajadores locales y afectó directamente las labores de investigación y conservación. “Empecé a buscar presupuesto, pero en nuestro país se invierte muy poco en investigación, y en arqueología, menos todavía. De acuerdo a lo que se ha evaluado, solamente el 0.12% se invierte en investigación, y en arqueología es menos que eso”, explicó Ruth Shady a Infobae Perú.
El abandono por parte del Estado no es nuevo. La arqueóloga recordó conversaciones con ministros de Educación que ofrecieron apoyo y realizaron coordinaciones, pero que fueron reemplazados antes de concretar algún compromiso. “Fuimos a hablar con el ministro de Educación en determinado momento. Él nos ofreció apoyo, pero lo cambiaron y todo quedó en nada. Necesitamos políticas de Estado a corto, mediano y largo plazo, y que se respeten”, declaró.
Patrimonio en la mira de traficantes

El reconocimiento de Caral como Patrimonio de la Humanidad en 2009 por la UNESCO colocó a este sitio en el mapa mundial. Sin embargo, también lo volvió más atractivo para aquellos que ven en las tierras arqueológicas una oportunidad de negocio. Según Shady, muchas de las familias que no accedieron a tierras durante la reforma agraria buscan hoy instalarse en zonas protegidas. “Quieren hacer ahí albergues, y de ahí empezar aparentemente con la agricultura. Pero realmente el interés es en construir hoteles, restaurantes, sin importar la destrucción de los sitios arqueológicos”, advirtió.
La situación de seguridad en el sitio también es precaria. En años anteriores, cinco policías custodiaban la zona, incluso se construyó una casa para los agentes. Hoy no queda nada de eso. “No tenemos ni siquiera uno. La casa del policía ahora está vacía”, lamentó Shady, en meses anteriores. La reducción de personal no solo impacta la investigación, sino también la capacidad de defensa frente a invasores y traficantes.
Caral y la lección del pasado

Para Shady, la historia que se descubre en Caral debería servir también como guía para el presente. “Lo que estamos haciendo en el presente no. Pero si bien llamó a sus asesores e hizo las coordinaciones, cuando lo cambiaron, todo quedó en nada”, dijo sobre los intentos de colaboración con autoridades. Su propuesta busca que el conocimiento ancestral sobre organización, arquitectura sismo-resistente y gestión territorial sirva de base para enfrentar desafíos actuales.
Durante su intervención, recordó las formas de organización de las civilizaciones antiguas del Perú. “La sociedad civil también tiene que asumir responsabilidades. En el pasado las poblaciones se organizaban. Primero se empezaba con los ayllus. Cuando tenían que hacer trabajos compartidos, venía el ayni. Luego la minka y después la mita. Actualmente, no tenemos esa visión del país y su territorio megadiverso como para poder organizarnos”, comentó.
Frente a la masiva migración hacia Lima y el abandono del interior, la arqueóloga cuestionó el modelo de desarrollo que concentra oportunidades solo en la capital. “¿Cuánta población tenía Lima en 1960? 1.267.000 habitantes. ¿Cuánta población tiene actualmente? Más de 13 millones. ¿Tenemos capacidad para absorber la mano de obra de todos los que migran? Además, están viniendo de otros países también”, expresó con preocupación.
El costo del abandono

Hace unos años, el arqueólogo Pedro Novoa, subdirector del proyecto Caral y colaborador de Shady durante 17 años, compartió su preocupación por la falta de políticas públicas orientadas a proteger el patrimonio. “Perú es un país privilegiado en patrimonio arqueológico, comparable con Egipto, Pakistán, China, Mesopotamia y Mesoamérica”, afirmó. Sin embargo, recalcó que no existe una institución dedicada con presupuesto específico. “Ese presupuesto siempre será escaso en un país con deficiencias en educación, salud y servicios básicos”, señaló.
Shady insistió en la necesidad de valorar lo que representa Caral. “No nos damos cuenta todavía como peruanos de la riqueza de nuestra herencia cultural. Debemos conocerla para saber cómo se manejó”, afirmó. Desde su experiencia, advierte que el país no aprovecha todo su potencial, ni en el conocimiento ancestral ni en los recursos naturales. “Sabemos qué hay más del 40% de niños que no consumen alimentos adecuados, a pesar de que tenemos uno de los mares más productivos del planeta. ¿Por qué no estamos aprovechando el recurso pesquero, como, por ejemplo, el de la anchoveta, que nuestros antepasados lo hicieron?”, cuestionó.
Las investigaciones en Caral, además de reconstruir el pasado, ofrecen lecciones de sostenibilidad, organización social y aprovechamiento inteligente de los recursos. A pesar de ello, persiste una desconexión entre ese conocimiento y las decisiones estatales.
“Las amenazas continúan porque lamentablemente no tenemos todavía las defensas que estamos esperando que nos dé el Estado”, concluyó la arqueóloga. Su voz, reconocida por los peruanos, mantiene viva la defensa de Caral, mientras el presente muestra más obstáculos que respaldo.
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