Era el 9 de junio de 1993. En Pisco, una ciudad ubicada al sur del Perú, la atención se concentró en el Cementerio General. Desde la madrugada, decenas de periodistas, camarógrafos, chamanes, curiosos y hasta algunos devotos se apostaban frente al pabellón San Alberto, con cruz en mano, murmurando oraciones mientras apuntaban con sus cámaras hacia un nicho sellado con cemento y años de misterio.
No era un sepelio ni una exhumación. Era, según muchos, la antesala de un evento sobrenatural. Aquel día, aseguraban, Sarah Ellen, la mujer vampiro, volvería de entre los muertos.
A los alrededores se repartían botellas de agua bendita, crucifijos, amuletos de protección y hasta estampitas de santos. Todo se había desatado por una revelación que semanas antes recorrió América Latina: en un programa de Cristina Saralegui, un supuesto experto en vampirismo declaró que una de las esposas del conde Drácula estaba enterrada en Perú, y que pronto resucitaría para vengarse de quienes la condenaron.
La maldición que cruzó el Atlántico
El mito no surgió de la nada. Según la leyenda que comenzó a circular en la década de los 90, Sarah Ellen era una mujer británica acusada de practicar brujería y ocultismo. Decían que en uno de sus viajes por Europa del Este, fue seducida por el mismísimo Drácula y convertida en una criatura de la noche. Los rumores la señalaban como una mujer con poderes oscuros, mirada hipnótica y rituales ocultos que desafiaban las normas de su época.
En 1913, en Blackburn, su pueblo natal en Inglaterra, fue llevada a juicio y condenada. Le clavaron una estaca en el corazón y, antes de morir, prometió volver a la vida 80 años después para cobrar venganza. Pero las autoridades de su país le negaron el derecho a ser enterrada en suelo británico. Fue su esposo, John Roberts, quien emprendió un largo viaje con los restos de Sarah hasta un lugar lejano, ajeno a su historia y sus enemigos: Pisco, Perú.
Allí, en un rincón del camposanto municipal, Sarah Ellen fue sepultada sin que nadie supiera quién era realmente. Durante décadas, su tumba pasó inadvertida. Hasta que la historia resurgió, alimentada por la televisión y el boca a boca, creando un fenómeno que desató histeria colectiva.
El día que no pasó nada, pero cambió todo

Al mediodía del 9 de junio de 1993, la expectativa era palpable en el Cementerio General de Pisco. Reporteros, curiosos y residentes permanecían atentos frente al nicho señalado. Algunos grababan, otros simplemente observaban en silencio. Sin embargo, no ocurrió ningún suceso extraordinario. La tumba de Sarah Ellen permaneció inalterable.
Sin embargo, su tumba pasó a ser una de las más visitadas del país. Con los años, muchas personas comenzaron a atribuirle milagros. El miedo se transformó en devoción. Algunos la consideran hoy un alma santa. Esta idea se reforzó con el terremoto del 15 de agosto de 2007, cuando el Cementerio de Pisco sufrió graves daños. Según testigos, el mausoleo de Sarah Ellen fue el único que quedó intacto, mientras las tumbas a su alrededor se vinieron abajo. Para muchos, esa fue una señal.
Más allá del mito, existe un documento real: la partida de defunción de Sarah Ellen, registrada en la Municipalidad de Pisco. Allí se consigna que falleció el 9 de junio de 1913 a causa de un paro cardíaco. No murió empalada ni maldita. Lo más curioso: también aparece la partida de nacimiento de su hijo, registrado el 3 de junio de ese mismo año. Un dato que contradice la versión de su ejecución en Inglaterra, sugiriendo que quizás su historia fue mucho más humana de lo que se ha contado.
De mito urbano a estrella del cine y la música

El caso de Sarah Ellen fue tan mediático que llegó a la pantalla grande. El director peruano Rogger Asto León llevó su historia al cine, aunque con licencias creativas: en la cinta aparece un cazavampiros y una joven periodista que se obsesiona con la leyenda. El elenco incluyó a rostros conocidos como Sergio Galliani, Connie Chaparro y Óscar López Arias.
El cantante Julio Andrade le compuso una canción, cuyo videoclip muestra a una mujer sensual, vestida de negro, emergiendo del cementerio como una figura enigmática, entre lo erótico y lo sobrenatural. Así, Sarah Ellen pasó de ser una figura temida a un ícono pop.
Incluso fuera del Perú, la leyenda de la mujer vampiro enterrada en Pisco ha cruzado fronteras. Influencers de distintas partes del mundo han contado su historia en redes sociales, atrayendo a viajeros, fanáticos del ocultismo y curiosos de lo paranormal. En TikTok, YouTube y otros espacios digitales, su nombre sigue generando intriga y fascinación.
Una tumba con flores y susurros

Hoy, más de un siglo después de su muerte, el nicho de Sarah Ellen sigue recibiendo visitas. No siempre llegan por miedo. A veces son flores, otras velas encendidas o pequeños papeles con pedidos escritos a mano. Algunos dicen que les ha cumplido favores. Otros, que es mejor no molestarla. Nadie sabe con certeza quién fue realmente.
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