
Durante las campañas por la independencia del Perú, el ejército libertador enfrentaba derrotas y traiciones de criollos que, por diversas razones, optaban por apoyar a las fuerzas realistas. Sin embargo, en el Colegio de la Independencia, conocido previamente como Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando, se había cultivado un ambiente propicio para la gesta emancipadora bajo la dirección de José Hipólito Unanue. En este contexto, el joven médico José Cayetano Heredia, sin un objetivo político definido, decidió unirse al ejército republicano como cirujano e inspector en el Hospital Santa Ana.
Con la victoria final en la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, se consolidó la independencia peruana y se abrió un nuevo capítulo en la formación médica que permitió la llegada de la fisioterapia. El Dr. Unanue, quien presidía el Consejo de Gobierno, implementó el primer Reglamento de Hospitales Militares y creó la Beneficencia para mitigar la crisis asistencial en los hospitales peruanos. La participación de Cayetano Heredia en el ejército, bajo el mando del general Orbegoso, fue fundamental para lograr su ascenso en la estructura médica militar, lo que le permitió asumir cargos de importancia, como el rectorado del Colegio de la Independencia y la inspección general de hospitales.

En 1842, Heredia volvió al rectorado del Colegio de la Independencia, respaldado por Benito Lazo, y desde entonces promovió intensamente la modernización de la medicina en el Perú. Con el apoyo gubernamental, adquirió equipos europeos y creó becas para estudiantes de medicina.
Ante la escasez de docentes calificados, contrató a destacados profesores extranjeros, como el español Sebastián Lorente, quien introdujo cátedras que sentaron las bases de la fisioterapia, como Medicina Legal y Fisiología e Higiene. Lorente había sido invitado al Perú por Domingo Elías para ser director del Colegio Guadalupe y trajo consigo una enseñanza moderna y liberal. Su activa participación en la política educativa culminó con la promulgación del Reglamento de Instrucción Pública de 1855, que transformó el Colegio de la Independencia en la actual Facultad de Medicina de San Fernando, con Heredia como su primer decano.
La influencia higienista y el avance de la fisioterapia
Cayetano Heredia, inspirado en la organización de las escuelas médicas europeas, especialmente la francesa, aspiraba a formar médicos que sirvieran a la salud pública y al desarrollo industrial del país. Por ello, envió a un grupo de médicos a especializarse en París, donde primaba el discurso higienista, cubriendo los costos personalmente. Entre ellos estaban Casimiro Ulloa, Camilo Segura y Rafael Benavides. Benavides, al regresar, se encargó de la cátedra de Física Médica e Higiene y luego cedió su puesto al Dr. Martín Dulanto. Ulloa, por su parte, se especializó en el tratamiento de enfermos mentales en el Hospital San Andrés, un trabajo que amplió con la creación del Hospicio de la Misericordia en Barrios Altos, utilizando sus conocimientos en terapéutica e higiene.

Las prácticas terapéuticas introducidas por Ulloa, como la electricidad, la hidroterapia y los ejercicios gimnásticos, contribuyeron a establecer las bases de la fisioterapia en el Perú. Estas prácticas, adaptadas a necesidades específicas, incluían ejercicios de movimiento al aire libre y en el agua, así como la gimnasia respiratoria, que resultaba efectiva para personas hospitalizadas. Muchos de los ejercicios aplicados fueron adoptados de la gimnasia sueca, que luego se llamaría kinesioterapia. La reforma de Ulloa en el campo de la atención mental reflejaba la visión higienista de la época: una combinación de ejercicio físico regular y otras técnicas terapéuticas para mejorar la salud y el bienestar de los pacientes.
La influencia de Lorente también se extendió a la instrucción primaria. En 1867, publicó el Catecismo de higiene para las escuelas de instrucción primaria, un manual de 45 páginas que promovía prácticas higiénicas desde la educación básica. El libro incluía una sección dedicada al ejercicio físico, que mencionaba cómo su práctica regular permitía el desarrollo saludable del cuerpo y prevenía problemas derivados del trabajo sedentario. El impacto de Lorente fue tal que el Reglamento de Instrucción Pública de 1876 estableció la obligatoriedad de la gimnasia en la educación primaria y secundaria. Esto impulsó el ejercicio físico como una estrategia de salud pública, algo fundamental para el rendimiento laboral y académico del Perú a finales del siglo XIX.
La oficialización de la fisioterapia
Para inicios del siglo XX, la fisioterapia en el Perú ya contaba con reconocimiento oficial con la creación de gabinetes fisioterapéuticos en hospitales, hospicios y consultorios privados. César Sánchez Aizcorbe tuvo la primera cátedra de Fisioterapia en la Facultad de Medicina y también se encargó de formar a los primeros técnicos.
La integración entre higiene y fisioterapia quedó plasmada en la creación de su Gabinete de Higiene y Fisioterapia, el más moderno de Latinoamérica en esos años. Luego, la fisioterapia se unió con la reeducación física en el Instituto de Reeducación Física de la Universidad San Marcos para formar a los primeros kinesioterapeutas. En 1961, la Caja Nacional del Seguro Social, hoy EsSalud, creó la primera escuela de fisioterapeutas del Perú con una formación de alto nivel.

Hoy, casi dos siglos después de los primeros esfuerzos de Heredia y Lorente, la fisioterapia ha evolucionado hasta convertirse en una profesión reconocida a nivel mundial y se ha adaptado a los avances tecnológicos y científicos. El enfoque del ejercicio físico como práctica higiénica y terapéutica desde un ámbito social y comunitario sigue siendo vigente en la práctica fisioterapéutica.
Si Cayetano Heredia viviera hoy, probablemente impulsaría una mayor inversión en infraestructura y recursos para optimizar la formación de fisioterapeutas en el Perú, convencido de que el ejercicio físico y otras técnicas higiénicas y terapéuticas, como la hidroterapia, pueden mejorar no solo la salud física, sino también la mental y social. Tal vez, Sebastián Lorente respaldaría la reforma de la fisioterapia para que sea reconocida como una profesión que impacta en la salud pública y el desarrollo sostenible del país, promoviendo la actividad física y la inclusión social.

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