
En todos los países el salario mínimo es una herramienta para proteger a los trabajadores. Pero, en realidad, protege solo a algunos cuantos. No le sirve de nada al trabajador formal de altos ingresos, o al trabajador muy preparado, cuya remuneración está muy por encima del salario mínimo. A quién sí le sirve es al trabajador poco preparado o al trabajador que por primera vez ingresa al mercado laboral y ambas historias son muy distintas.
El trabajador menos calificado ganará poco, independientemente si está o no en el sector formal o informal. Su mayor experiencia no le sumará mayor remuneración a no ser que realmente la empresa lo capacite y el trabajador esté interesado en aprovechar esa oportunidad.
El otro caso es un trabajador que por primera vez ingresa al mercado laboral y, por lo tanto, no tiene mayores pergaminos que presumir. Su vida puede ser muy diferente si opta por la puerta del sector formal o no tiene más remedio que aceptar un trabajo en el sector informal. El trabajo informal no le ofrecerá espacios de capacitación más allá de su propio trabajo.
Lo que no se termina de entender cuando se discute el nivel del salario mínimo es cuál es la consecuencia de fijarlo excesivamente alto. Si la autoridad política opta por un nivel exagerado, serán menos las puertas que se abran a esos nuevos trabajadores que buscan un empleo formal. Serán cada vez menos las buenas oportunidades para los jóvenes.
Ese primer empleo deja una huella muy valiosa en la vida de ese trabajador. Si tiene un talento especial, aspirará a que su perfil de ingresos crezca año a año, que sus jefes lo valoren por sus capacidades. Probablemente, esa persona solo habrá necesitado el piso del salario mínimo en su primer empleo. Luego, rápidamente será identificado por sus jefes inmediatos como alguien con potencial y su remuneración se despegará para siempre del piso mínimo.
En nuestro mercado laboral la vida es muy diferente en los dos lados de la muralla que divide la formalidad y la informalidad. Para mi gusto, la característica más notable es que el perfil promedio de un trabajador en la informalidad es casi plano. Ese trabajador no ganará con el tiempo mucho más, sus años de experiencia no lo hacen un trabajador más valioso. Lo contrario pasa con el trabajador promedio en la formalidad, donde la acumulación de experiencia lo convierte en más valioso y, por lo tanto, mejor remunerado.
Fijar un primer peldaño muy alto tiene el efecto nocivo que son menos las empresas formales las que están dispuestas a apostar por un trabajador sin ninguna experiencia previa.
Cuando pensemos en el rol del salario mínimo, deberíamos pensar en las puertas que cerramos a un enorme número de jóvenes talentosos que podrían empezar en una empresa formal que rápidamente podrá compensarlos adecuadamente por sus talentos. A tener en cuenta ahora que nuevamente la discusión nos toca la puerta.

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