En el núcleo de Lima Norte, el terminal Fiori representaba un eje vital para el desplazamiento de miles de individuos todos los días. ¿Pero qué ocurre cuando un espacio antaño vibrante se sumerge en la oscuridad? En este sitio, no solo se adquirían boletos hacia el norte del país, sino que era un hervidero de gente constantemente, y se creaban relatos en los comercios, zonas de espera, y dentro de los propios autobuses y minivans que entraban y salían sin cesar. En sus mejores momentos, este lugar era una representación viva de la comunidad local, proveyendo un servicio crucial mientras impulsaba la economía local.
No obstante, este espacio que rebosaba de energía y actividad experimentó un cambio abrupto. La expulsión del terminal no significó simplemente el cierre de una infraestructura, sino la apertura de un periodo marcado por la duda y la lucha. En un área donde la seguridad, la legalidad y el derecho a trasladarse se cruzan, la eliminación de un terminal tan esencial creó un hueco. ¿Qué sería de aquellos que dependían de él? Y aún más cautivador, ¿cómo reaccionaría la comunidad ante la falta de un lugar tan emblemático?
¿Cómo funcionaba el terminal Fiori?
Esta popular estación operaba como un punto clave para el transporte interprovincial en Lima Norte, brindando servicios las 24 horas a miles de pasajeros diariamente. Se destacaba por su accesibilidad y la oferta de pasajes a precios económicos hacia diversos destinos, principalmente hacia el norte del país. A pesar de funcionar en un entorno de informalidad, el terminal reunía a una amplia variedad de operadores de transporte, incluyendo buses y minivans, que utilizaban el espacio para el embarque y desembarque de pasajeros.
La operación del terminal también estaba marcada por la presencia de comerciantes y vendedores ambulantes, quienes encontraban en el flujo constante de viajeros una oportunidad para ofrecer sus productos y servicios. Sin embargo, Fiori enfrentaba desafíos relacionados con la seguridad, la regulación y la congestión, tanto vehicular como peatonal, debido a la alta demanda de sus servicios y la falta de una gestión formal que cumpliera con las normativas urbanas y de transporte.

¿Qué pasó con el terminal terrestre Fiori?
El terminal terrestre Fiori encontró su abrupto fin en 2018, en una operación respaldada por el Poder Judicial: 300 transportistas y comerciantes fueron desalojados del terreno donde operaba.
Según reportes de RPP Noticias, la medida se llevó a cabo tras una decisión judicial que autorizó la intervención, poniendo fin a la actividad no regulada que durante años había caracterizado a este espacio. En un intento por resistir el desalojo, algunos individuos se atrincheraron en el lugar durante la noche, buscando evitar la operación de desalojo.
La caída de este terminal no solo significó la pérdida de una infraestructura clave para el transporte interurbano económico, sino también el fin de un lugar de comercio y encuentro para muchos. Aunque marcado por la informalidad, que significa un peligro, sobre todo para el transporte interprovincial de personas. Hoy día, solo quedan módulos de venta, oficinas y baños en ruinas, evidenciando la desaparición de lo que alguna vez fue Fiori.
¿Qué pasó después del desalojo?
Tras el desalojo del terminal terrestre de Fiori, se presentó un cambio significativo en la dinámica del transporte interprovincial en la zona norte de Lima.
El terminal ‘Marco Polo’, perteneciente a los hermanos Flores, surgió como un competidor directo contra el terminal de Plaza Norte, del Grupo Wong. Con una estrategia centrada en la oferta de precios bajos y mejoras en la seguridad, este terminal busca captar la preferencia de los viajeros hacia destinos norteños como Trujillo, Chiclayo, Cajamarca, Piura, entre otros. Los pasajes en ‘Marco Polo’ tienen un rango de precios que va desde los S/ 40 hasta los S/ 60, lo cual representa un incremento respecto al precio promedio de S/ 25 que ofrecía el terminal de Fiori.

¿Cómo luce actualmente el local donde operaba el terminal Fiori?
El lugar que antiguamente albergaba el terminal Fiori muestra actualmente un panorama desolador y alarmante. Según denuncias de los vecinos, reportadas por el medio RPP, el terreno se encuentra en un profundo estado de abandono, habiéndose transformado en refugio para actividades delictivas.
La preocupación de la comunidad es palpable, ya que este punto se ha convertido no solo en escenario de asaltos a los transeúntes de la zona, sino que también ha propiciado el robo en viviendas de las urbanizaciones cercanas, como Palao y Jardines.
La problemática se agrava al considerar que las acciones delictivas que se gestan en el antiguo terminal no se limitan a pequeños hurtos; se han reportado numerosos casos de robo de celulares y otros bienes bajo la modalidad de arrebato. Marcos Escate, un vecino afectado, compartió con RPP su percepción sobre la situación, describiendo el lugar como una “guarida de delincuentes” y un “centro de infección y contagio”.

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