
El imperio incaico, uno de los más importantes de la época precolombina en América, es a su vez una civilización que guarda más de un misterio y asombra al mundo debido al legado cultural que le ha heredado al Perú. Solo hace falta observar las muestras arquitectónicas que hoy destacan por su majestuosidad, así como sus milenarias historias que continúan sorprendiendo al mundo.
Cada una de las estructuras que los incas edificaron y que hoy reposan en el silencio hablan de su forma de vida y cómo percibían el mundo que los rodeaba.
En tal sentido, es importante recordar que los incas fueron grandes arquitectos e ingenieros prodigiosos, razón por la cual es posible tener actualmente vestigios de edificios como los tambos, que lejos de ser meras construcciones hechas al azar, fueron una parte vital al momento de conectar el vasto imperio inca y dotarlo de orden y control.
Los tambos y el ‘Qhapaq Ñan’

Para entender la relevancia de los tambos es necesario hablar primero del ‘Qhapaq Ñan’, palabra en quechua que significa “Gran camino inca”. Se trata de una red vial que abarca más de 60 mil kilómetros de extensión y que en el antiguo Perú tuvo la función de conectar los diferentes territorios del Tahuantinsuyo. Por aquí se trasladaban los ciudadanos del imperio llevando diversos productos, pero también mensajes, ideas, costumbres, entre otros.
El Qhapaq Ñan partía desde la ciudad del Cusco, pero llegó a abarcar más de un país. Fue tanta su magnitud que se tienen vestigios de los caminos en lugares como Chile o Argentina, y siguen siendo estudiados por los expertos para comprender su importancia y la influencia del imperio más allá de las fronteras peruanas.
Como es de imaginar, recorrer un tramo de esa naturaleza requería un arduo esfuerzo, ya que se hacía casi siempre a pie. Además, el trayecto podía durar mucho tiempo dependiendo del lugar al cual se dirigía el viajero. En medio de los amplios terrenos sin pobladores, la oscuridad de la noche y los peligros que esto suponía, se contempló la construcción de los tambos.
El rol principal de esta milenaria institución ―según han coincidido muchos estudios― era proveer de alimentos y alojamiento a los viajeros, que usualmente eran el Inca y su séquito, los chasquis (emisarios), los niños designados para el ritual del ‘Capac cocha’ y sus acompañantes, soldados, mujeres que se dirigían a integrar el ‘Acllawasi’, entre otros.
No eran edificios pequeños

Los edificios destinados a ser tambos se construyeron de forma sistemática e inteligente. Según algunas investigaciones y tal como relata el texto llamado ‘De los tambos incas a las tambarrías coloniales: economía colonial, legislación de tambos y actividades «licenciosas» de las mujeres indígenas’, de Sofía Chacaltana para el Boletín de Arqueología PUCP, se podía encontrar uno cada 15 o 20 kilómetros de distancia, panorama que habla de una cuidadosa planificación en la civilización inca.
Eran fáciles de reconocer, ya que se trataba de estructuras un poco menores que los centros administrativos de la época, no obstante, se sabe que no necesariamente eran lugares pequeños.

Lo cierto es que estas edificaciones podían variar no solo en estructura, sino también en funciones en relación con el lugar donde estaban ubicadas, la cantidad de tránsito que tenían e incluso las condiciones medioambientales de la zona; teniendo así tambos donde se llevaban a cabo ceremonias o se realizaban acciones administrativas y hasta políticas.
Estos funcionaban mediante el sistema de reciprocidad y redistribución que existía en la economía de los antiguos incas. Eran administrados por oficiales imperiales y al estar cerca de algunas comunidades, los pobladores indígenas eran quienes trabajaban en ellos atendiendo las necesidades de los viajeros y supliendo el almacenamiento mediante la mita (sistema de trabajo obligatorio con el que se pagaba tributo al gobierno). De este modo se fomentaba la interacción entre las poblaciones y el imperio.
Conquista y decadencia
La llegada de los conquistadores al Perú supuso un cambio radical para el mundo andino y la muerte de algunas de sus formas de vida y costumbres más representativas. Con la caída del Tahuantinsuyo, los españoles tomaron control de todo tipo de institución existente y esto incluía a los tambos, una de las pocas que continuó funcionando en la colonia, pero una de las primeras en ser vandalizada por los conquistadores.
Según explica Chacaltana, esto ocurrió para detener el avance de las tropas enemigas y por el retorno de los oficiales que administraban los tambos a sus lugares de origen luego de la caída del imperio.
Eventualmente, también representaron un problema para el virreinato, ya que hubo disputas legales respecto de temas como la mita de los indios y a qué tambo se dirigía esta o problemas entre caciques, especialmente cuando un tambo estaba ubicado en una ruta muy transitada como la que conectaba Potosí con el Cusco o el Tambo de Sihuas, que hacía lo propio con las ciudades de Camaná, Arequipa y Cusco.
De tambo a Tambarría’

Sofía Chacaltana explica para el Boletín de Arqueología PUCP que el paso del tiempo no solo cambió la naturaleza provisora de los tambos a una de negocios y ventas, sino que las actividades que se llevaban a cabo allí le dieron el apodo de ‘tambarría’, sinónimo de burdeles. Desafortunadamente, sus características lo hacían ideal para este tipo de actividades, ya que estaban fuera de las ciudades y recibían diferentes tipos de viajeros.
En tal sentido, indica el texto que ocurrían prácticas sexuales consentidas a cambio de dinero, en suma, prostitución de mujeres indígenas; pero también violaciones y abusos que, aunque fueron denunciados como tales, se consideraron prostitución.
No obstante, vale destacar que históricamente el trato de los españoles con la mujer indígena incluyó abuso sexual en lugares como monasterios, viviendas españolas y por supuesto los tambos. Mucho de ello fue denunciado por cronistas como Felipe Guamán Poma y Ayala, que lo menciona en su “Nueva crónica y buen gobierno”. Allí se refiere también a las actividades en los tambos que califica como “grandes ofensas al servicio de Dios”.
Aunque hoy en día es fácil imaginar el cambio que sufrió esta particular institución, su transformación ocurrió, entre otros factores, debido a la migración del sistema económico y las dificultades de vida que afrontaban los indígenas.
Pese a ello, hasta hoy los tambos destacan por haber funcionado luego de la conquista, siendo un intento de los extranjeros por mantener un sistema que fue sumamente útil dentro del Tahuantinsuyo, pero que terminó decayendo en medio de un contexto traumático como fue inicialmente el choque cultural entre dos formas de vida diametralmente distintas.
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