
Las obras de los escritores peruanos no necesariamente reflejan fragmentos de sus vidas, ya que, por lo general, se trata de ficciones donde los personajes poseen nombres que no coinciden con la realidad; sin embargo, algunos de ellos tienen características de personas de la vida real. En más de una ocasión, hemos escuchado a un literato decir que las historias se construyen a partir de las experiencias propias o de los episodios que le cuentan amigos, compañeros de trabajo o familiares, insumos indispensables para edificar una novela o cuento.
Pero la literatura no solo está hecha de ficciones; en las librerías podemos toparnos con memorias de literatos, en las que se puede conocer parte de sus biografías. Precisamente en estas composiciones literarias, el escritor plasma su vida de manera cronológica con el fin de que los lectores conozcan los diversos momentos gratos que vivió, así como las desventuras y decepciones; estas últimas captan la atención de los amantes de la literatura.
Al consultar un libro de estos investigadores, se puede conocer pasajes de la vida de un escritor, los cuales tienen poca difusión. En el caso de la literatura peruana, pocos saben que Julio Ramón Ribeyro, Martín Adán y Abraham Valdelomar tuvieron cercanía con políticos y presidentes de la República. Ante esta situación, es pertinente dar a conocer las circunstancias en las que los conocieron, cuál fue el vínculo que los unió, entre otros aspectos interesantes.

Julio Ramón Ribeyro y Alan García
En 1985, Alan García gana las elecciones presidenciales. Tras ello, viaja a Francia para encontrarse con Julio Ramón Ribeyro. En ese país, el escritor recibe una propuesta política. Según Jorge Coaguila, ambos eran amigos y el político admiraba al escritor.
“Aunque nunca fue aprista, podría decir que fue amigo de Alan García. Cuando gana las elecciones en 1985, el político viaja a Europa. En París conversa con Ribeyro y le propone que sea el ministro de Cultura. Luego, Ribeyro le comenta lo sucedido a su hermano y algunos amigos cercanos; al final decide no aceptar la propuesta. Él prefirió mantenerse como diplomático”, indicó Coaguila.

Martín Adán y José Luis Bustamante y Rivero
Martín Adán y José Luis Bustamante y Rivero fueron amigos. Ambos se conocieron en Arequipa, ciudad a la que llegó el escritor para concluir sus estudios de Derecho. El poeta abandonó Lima en 1932 debido al cierre de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Con el objetivo de continuar sus estudios, viajó a este departamento sin presagiar que en ese lugar conocería al futuro presidente del Perú.
Sobre este episodio, José Antonio Bravo escribió en su libro lo siguiente: “(…) Consigue un empleo en las oficinas del Banco Agrario, y es en esa capital del Sur donde conoce a José Luis Bustamante y Rivero, quien era jefe del Departamento Legal de esa Legación Bancaria”.
En esta ciudad, Martín Adán no solo se dedica al estudio, sino también a la bebida, ya que en ese entonces ya no estaba bajo la tutela de su tía Tarsila. “Bebía para controlar la angustia que le había originado también el desarraigo, la soledad, la crisis universitaria, la situación política y de inseguridad del país, la falta de dinero”, mencionó el intelectual Bravo.
El tiempo le dio la razón a Martín Adán, pues en 1945, Bustamante, que representaba al Frente Democrático Nacional, se convirtió en presidente de la República. En ese entonces, el escritor vivía en el Hospital Larco Herrera.

Mientras Martín Adán se encontraba solo en una habitación del manicomio ―pero con muchos personajes literarios en su cabeza―, Bustamante y Rivero estaba organizando su Gabinete Ministerial en Palacio de Gobierno. Después de un corto tiempo, el mandatario ordena a sus trabajadores que se comuniquen con su amigo y le hagan saber que el presidente quiere conversar con él.
Ese mismo día, el presidente se enteró de lo que había pasado y, para subsanar la situación, ordenó que se comunicaran con él en su presencia para invitarlo de nuevo. Al día siguiente, el escritor ya no se desplazaría en tren, sino en el automóvil presidencial.
Al fin, el hombre de letras y Bustamante y Rivero se reunieron en Palacio, lugar donde el poeta hubiera vivido y trabajado si hubiese aceptado la propuesta presidencial. Pero, ¿qué le dijo el mandatario a Martín? Sobre esta interrogante, es menester citar nuevamente a Bravo, quien compartió lo que el presidente le habría dicho al autor de “La piedra absoluta”.
“Mire, Rafael, como usted sabe, las labores en Palacio son múltiples y además recargadas. Yo necesito a una persona como usted, que es hombre de letras y de derecho, para que se haga cargo de mis documentos personales, mis discursos. Usted realizaría una función mínima muy moderada, con un sueldo que usted fije y, además, usted podría vivir en Palacio en una de las alas del edificio, con los libros que usted desee leer, con dos secretarias para que le pasen a máquina sus escritos de creación (…)”, escribió Bravo.
Bravo también contó sobre la respuesta que habría dado el escritor. “Rafael de la Fuente Benavides, miró en seco a José Luis Bustamante y Rivero cogió su abrigo, se lo puso, y armándole la horma al sombrero, dijo: Eso, mi querido José Luis, es como pedirle a Belmonte que regrese al ruedo. Martín Adán se despidió y salió por el foro”, relató.

Abraham Valdelomar y Guillermo Billinghurst
La incursión en la política de Abraham Valdelomar no opacó su producción literaria; sin embargo, en la actualidad, más de una persona considera que el literato no debió involucrarse en asuntos políticos, mientras que otros sostienen que las personas tienen la libertad de participar en cualquier actividad y alinearse con cualquier ideología.
Respecto a la actividad política de ‘El Conde de Lemos’, el investigador Miguel de Priego escribió en su libro Valdelomar, el conde plebeyo lo siguiente: “En 1912 participó entusiastamente en la campaña presidencial a favor de Guillermo Billinghurst, apodado ‘Pan Grande’. (…) En retribución a su apoyo, el gobierno de Billinghurst lo nombró director del diario oficial El Peruano (cargo que ejerció de 1 de octubre de 1912 a 30 de mayo de 1913)”.
Se desconoce si Abraham Valdelomar apoyó a Billinghurst con la intención de obtener algún cargo importante; lo cierto es que su participación en política fue determinante para que tuviera puestos relevantes, como el de Secretario de Segunda Clase de la Legación Peruana en Italia. El 12 de mayo de 1913 obtuvo este cargo, lo que le permitió viajar a Roma.

Algunas personas suelen decir que “la literatura no debe mezclarse con la política”; sin embargo, esta premisa ha perdido valor al encontrarnos con novelas, cuentos e incluso poemas en los cuales se evidencia el compromiso político de los escritores. Respecto al respaldo que un poeta o novelista pueda brindar a un político, es sabido que hay un sector de la ciudadanía que no está de acuerdo con esta práctica.
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