
Javier Heraud no se ha desvanecido en la oscuridad de la muerte; su espíritu perdura en la conciencia de las personas que anhelan un mundo mejor, uno que quizás sea más justo y donde las armas finalmente se dobleguen ante el poder transformador de la literatura. Su poesía, esa llama ardiente de palabras, sigue acariciando las almas con una pasión indomable. El hombre que truncó la vida del poeta nacional no logró apagar su luz, que brilla con más intensidad en tiempos convulsos.
El vate continúa siendo una fuente de inspiración para las generaciones más jóvenes. Su poesía, su historia de vida y, sobre todo, sus ideales siguen conmoviendo y cautivando a aquellos que lo descubren. Para muchos, es un símbolo perdurable de la lucha política y social. Este sentimiento es compartido por renombrados poetas como Hildebrando Pérez Grande, Luis Hernández, César Calvo, y otros destacados representantes de la Generación del 60. Su influencia y su ejemplo perduran, recordándonos la importancia de la poesía como voz de cambio y la persistencia de los ideales a lo largo del tiempo.
Las nuevas generaciones también llegan a convencerse de que Javier Heraud fue un joven profundamente comprometido con las cuestiones sociales de su país al leer su biografía y sus poemas. Su adhesión al Movimiento Social Progresista (MSP), de tendencia socialdemócrata, en 1961, es solo un ejemplo de su compromiso político. Sin embargo, sus convicciones sociales ya estaban presentes desde una edad temprana, como atestiguan familiares y amigos del poeta.

En 1960, el escritor publica su primer poemario, “El río”. A pesar de su corta edad, ya había escrito versos conmovedores que reflejaban su profundo compromiso social. Sus palabras eran desgarradoras y poderosas, y dejaban claro que desde sus primeros pasos como poeta, tenía una conciencia social aguda que permeaba su poesía y su vida. “Porque mi patria es hermosa / corno una espada en el aire, / y más grande ahora y aun / más hermosa todavía, / yo hablo y la defiendo / con mi vida. / No me importa lo que digan / los traidores, / hemos cerrado el pasado / con gruesas lágrimas de acero”, se lee en el poema Palabra de guerrillero.
Infobae Perú conversó con Cecilia Heraud, la hermana del poeta que falleció entre pájaros y árboles, tal como lo había anunciado en uno de sus poemas, ‘Recuento del Año’ (El viaje, 1960). “y supuse que / al final moriría / alguna tarde / entre pájaros / y árboles”.
La mujer con la que conversé está a punto de cumplir 80 años pero, a pesar de su edad, tiene la vitalidad para continuar difundiendo y enarbolando la obra de su hermano. Mientras respondía a mis primeras preguntas, una duda me invadió. Mi inquietud radicaba en si era apropiado preguntarle acerca de las circunstancias trágicas de la muerte de su hermano.
“En las fotos que yo he analizado, sí tiene el boquete de salida de una bala dum dum. Según su compañero, que estaba con él, Alain Elías, la bala entró a la altura de los riñones y salió hacia arriba, hacia el esternón. Esa es la foto que yo he visto. Dicen que son 19. En algún momento, Alain dijo que recibió como 27 balas. A mí no me consta esa cantidad. Tenía varios agujeros de bala, pero la de necesidad mortal fue esta, la que te digo. Un señor, que tenía una escopeta, mató a mi hermano. Él fue el único que tenía un rifle con mira telescópica para cazar fieras”, contó.

La muerte de Javier Heraud ocurrió el 15 de mayo de 1963. Un año antes, el poeta viajó a Cuba para estudiar cine. Con tan solo 20 años fue testigo de la revolución liderada por Fidel Castro y el Che Guevara. En este país se produce su transformación completa. Se preparó como combatiente y regresa al Perú con el fin de luchar por la liberación. Es preciso recordar que, mientras retornaba a su patria en 1963, las Fuerzas Armadas tomaron el poder.
Antes de su viaje al Perú, en noviembre de 1962 escribió los siguientes versos, quizás presintiendo que moriría luchando por sus ideales: “No sé qué pasará conmigo / y mis hermanos en la lucha, / pero supe vivir y morir como / hombre digno, / queriendo respetar y salvar / al que todo lo sufre, / queriendo abrir nuevos soles / salvadores…”.
Javier, junto a un grupo de estudiantes peruanos, ingresó al país por la frontera selvática brasilera (departamento de Madre de Dios). El pequeño contingente que integraba era una avanzada del Ejército de Liberación Nacional.
Sobre este tema, Cecilia Heraud no estaba al tanto, ya que las cartas esporádicas que el poeta enviaba a sus familiares no mencionaban nada al respecto. Sin embargo, lo que sí está segura es que su hermano no se fue a Cuba para participar en una revolución. Javier, inicialmente viajó con una beca para estudiar cine, un sueño que tenía y que quería realizar en París. Lamentablemente, debido a la falta de recursos económicos, tuvo que regresar a Lima sin haber podido estudiarlo como deseaba.

Fue después de su regreso a Lima que se le presentó la oportunidad de obtener una beca para estudiar en Cuba, y aceptó la oferta junto con otros 80 peruanos.
El 20 de diciembre de 1962, Javier, mientras se encontraba en La Habana, escribió: “Yo tengo unas pequeñas vacaciones hasta fin de año y luego seguiré practicando cine, en el que cada día avanzo y aprendo cosas inesperadas”. Durante el tiempo en que Heraud no se comunicaba con su hermana, es probable que estuviera entrenando en Cuba.
“Yo puedo deducir que durante este tiempo, Javier se iba al entrenamiento militar. Esto está, a través de los testimonios, que he recogido para mi libro Entre los ríos. Sus compañeros también me cuentan esto que te estoy narrando, en ningún momento supimos que Javier estaba entrenándose, en ningún momento supimos que Javier estaba de regreso al Perú, ni mucho menos que estuvo en Puerto Maldonado; nos enteramos de su muerte el día siguiente por los periódicos. Fue una cosa realmente brutal porque todos salimos a trabajar el 16 de mayo cuando Javier ya estaba enterrado”, relató Cecilia.

En 1963, Heraud fue enterrado en el cementerio de Puerto Maldonado, solo y sin la presencia de sus familiares. Décadas después, sus restos, como un eco de su poesía perdurable, encontraron su último hogar en el cementerio Los Jardines de la Paz ubicado en La Molina, Lima.
Días después de la muerte del poeta, su padre, Jorge Heraud Cricet, envió un texto para su publicación en La Prensa. Este emotivo mensaje se publicó el 23 de mayo de ese mismo año.
“Por eso las noticias de Puerto Maldonado nos fulminaron y yo fui al lugar de los hechos porque me resistía a creerlos. Allí tuve la trágica certidumbre de la muerte de Javier. Pero mi pena, con ser insondable, se ha agrandado más aún al saber que mi hijo, que había ido allá urgido por un ideal, arrostrando los más graves peligros con el más absoluto desinterés, había sido víctima de una cacería inhumana. […] Una bala explosiva había abierto un boquete enorme a la altura del estómago de mi infortunado hijo y muchas balas más se habían abatido sobre el cadáver de mi hijo, que con sus 21 años y sus ilusiones, había tratado de hacer una incitación para que cesen los males que, según él, debían desterrarse de nuestra patria”, se lee en la página 3 de La Prensa.
Después de la partida de Javier, su padre se convirtió en el defensor de su obra. Jorge Heraud Cricet deseaba que fuera siempre reconocido como un talentoso poeta y un joven que actuó de acuerdo a sus ideales. Él dedicó gran parte de su vida a este propósito y respondió siempre a las invitaciones que recibía para mantener viva la memoria de su hijo, que había sido arrebatado de manera tan trágica.

Sin embargo, tras el fallecimiento de Jorge, fue Cecilia Heraud quien asumió la responsabilidad de difundir y honrar el nombre de su hermano, así como de promover su obra.
“Cuando yo muera tú tendrás que mantener viva la imagen de Javier”, le dijo su padre. La mujer que, a pesar de su edad, irradia la vitalidad necesaria para seguir difundiendo la obra de su amado hermano. Esto se refleja claramente en los nuevos proyectos que está emprendiendo, los cuales son un testimonio palpable de su dedicación y amor inquebrantable hacia la memoria de Javier. Su compromiso es un legado que perdura, una promesa cumplida con emotividad y pasión.
El rol que cumplieron el padre y la abuela en la formación de Javier Heraud
En el libro “Entre los ríos”, de Cecilia Heraud, aparece cartas que el poeta le escribió su abuela. En una de ellas se puede leer lo siguiente; “(…) Pienso en nuestras charlas sobre literatura francesa, y en tu dedicación y amor a los libros”. Este texto revela que la abuela cumplió un rol importante en la formación de Javier; sin embargo, fue el padre quien sembró el amor por la literatura.
En diálogo con Infobae Perú, la hermana del escritor comparte detalles de los regalos que su padre les hacía y de un ejercicio que él les dejaba, el cual contribuyó al desarrollo de sus capacidades lectoras.

A esto se sumaba que en casa se hablaba tanto de literatura como de historia o política. “Mi papá nos compartía historias de lo que veía en la Cámara de Diputados, lo que enriquecía nuestras conversaciones y conocimientos”, dijo.
Cecilia cuenta que la abuela materna era una mujer muy culta, amante de la lectura y apasionada por el cine, intereses que compartía con Javier. Su profunda capacidad intelectual e imaginativa impactó de manera significativa a Javier, Cecilia y sus hermanos, quienes disfrutaban de sus cuentos durante las tardes.
Entre Javier y su abuela, había un tema en el que discrepaban ligeramente, como reveló Cecilia: “No creo que compartieran sus ideales políticos”. Ante esta declaración es preciso colocar un fragmento que le escribió Javier a su abuela: “(…) Compartes mis ideas revolucionarias. De mi casa tú me entendías cabalmente, mejor que nadie”.
Hay muchos pasajes en la vida de Javier Heraud que son dignos de contar. Su padre y Cecilia han difundido incansablemente su obra, lo que ha permitido que adolescentes conozcan su biografía y sus poemas, y en algunos casos, abracen sus ideales. No podemos saber con certeza qué hubiera sucedido con Javier si no hubiera fallecido a una edad tan temprana, pero lo que sí podemos afirmar con certeza es que sus versos y su historia de vida continúan conmoviendo y dejando una profunda impresión en los lectores. Yo soy uno de ellos, y al sumergirme en las cartas que Javier escribió a sus familiares, un torbellino de nostalgia y emoción me arrebataba.
Si no hubiera partido a una edad tan temprana, es innegable que habría forjado un destino como un gigante de la poesía o un dedicado político dispuesto a entregarlo todo por su patria. Esta creencia está profundamente arraigada en el corazón de su hermana, cuyo compromiso inquebrantable en mantener viva su memoria y su legado se erige como un poderoso testamento del impacto eterno que tuvo en nuestras vidas.
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