
Cuenta una fábula: “Un escorpión que pide a una rana que lo lleve a través de un río en su espalda. La rana duda, pero el escorpión la convence prometiendo que no la picará, ya que ambos se ahogarían si lo hiciera. Sin embargo, a mitad del camino, el escorpión pica a la rana y, cuando esta le pregunta por qué, él responde que es su naturaleza y no pudo evitarlo”.
Esta fábula, tan usada para una cantidad enorme de situaciones, sirve también para el caso de los juicios laborales alentados por estudios de abogados inescrupulosos: tienen el mismo comienzo y el mismo fin para todos los actores.
Antes de compartir el caso más injusto para todos que se está llevando a cabo en la justicia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, usaré un ejemplo muy parecido y con un final de tremendas consecuencias.
Existe una actividad que da trabajo a miles de actores dentro del golf en el mundo entero. Aquí en la Argentina, y particularmente en la provincia de Buenos Aires, es un trabajo que desapareció.
Los caddies de golf son trabajadores que comienzan haciendo labores mínimas como llevar la bolsa de palos a los jugadores, cada vez con menos usos por la utilización de carros, pero terminan siendo los consejeros más importantes para los jugadores: conocen los secretos de la cancha donde se desempeñan, corrigen al jugador en su juego y son parte del mismo.
En el juego superprofesional, son socios con los grandes jugadores en las ganancias.
Aquí, luego de que algún mal caddie fuera impulsado por un “carancho” y jueces lo avalaran, se acusó a los clubes de ser responsables de la supuesta relación laboral, con lo que lograron que desapareciera ese trabajo en todas las instituciones.
Perdieron los jugadores, los caddies que se quedaron sin la fuente de trabajo y el propio deporte, al no tener a una de sus partes presentes.
Los mejores jugadores argentinos de golf se iniciaron como caddies.
Ahora relataré el caso que me convoca a escribir estas notas. Es el caso de la Fundación Pro Vivienda Social (FPVS), en el que ocurrió algo tan absurdo como injusto. Un gasista que trabajó para un fideicomiso de vecinos —una herramienta legal creada para que las propias familias puedan gestionar obras de gas en sus barrios— inició un juicio laboral contra la Fundación, a pesar de que la Fundación nunca lo contrató, nunca le pagó un sueldo, ni tenía poder para dirigir su trabajo. Su vínculo era exclusivamente con el fideicomiso, que por ley es un patrimonio separado y cuyos responsables son los propios vecinos. La Fundación solo cumplía un rol técnico y administrativo, tal como la normativa establece para permitir que organizaciones sociales acompañen procesos comunitarios sin convertirse en empleadoras.
Aun así, los jueces de primera y segunda instancia decidieron responsabilizar a FPVS como si hubiera sido la empleadora, desconociendo el marco legal y —peor aún— el sentido común. Si este criterio se confirma, el mensaje será devastador: cualquier organización que ayude a una comunidad podría ser tratada como empleadora de personas que jamás contrató. Esto no solo pondrá en riesgo a FPVS; también hará que empresas y organizaciones dejen de participar en proyectos esenciales como el acceso al gas, la mejora de viviendas y la ampliación de servicios básicos en zonas vulnerables. En definitiva, perderán los vecinos, las instituciones y el propio Estado comunitario que hoy sostiene lo que nadie más sostiene.
Si los fallos de primera y segunda instancia se convalidan, el resultado será que las empresas que colaboran con las instituciones civiles que con microcréditos logran la construcción y mejora de viviendas de barrios vulnerables, dejarán de ser parte. Las instituciones dejarán de existir. Los trabajadores que hacen las labores dejarán de trabajar y ese sector de la población tan desprotegido por el Estado quedará absolutamente abandonado.
¿Quién gana con todo esto? Los abogados, los peritos y, posiblemente, otros funcionarios cómplices del atropello que olvidan que el bien superior está sobre todo artilugio jurídico usado para destruirlo.
Ya no se trata de reforma laboral, se trata simplemente de aplicar el sentido común. No pueden primar los intereses de unos pocos aprovechados sobre los de la mayoría.
La Argentina rehén de escorpiones es una de las causas de la decadencia.
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