
unque la reforma laboral por sí sola no resolverá la falta de creación de empleo privado registrado en relación de dependencia, constituye una condición esencial para destrabar ese proceso, junto con medidas como la reducción impositiva y la flexibilización del mercado de cambios.
Aún se desconoce la propuesta concreta del Gobierno, pero es posible afirmar la necesidad de una legislación laboral que, además de reducir costos y evitar la “industria del juicio”, amplíe la flexibilidad en la asignación de mano de obra.
La adaptabilidad laboral siempre fue importante, pero la transformación tecnológica la vuelve cada vez más urgente.
Estados Unidos ofrece un ejemplo de flexibilidad, al igual que países como Singapur, Hong Kong, Canadá y Nueva Zelanda. Todos ellos presentan facilidad para contratar y despedir, baja sindicalización, escasas cargas laborales y rápida reubicación sectorial.
Los países con altos ingresos presentan facilidad para contratar y despedir, baja sindicalización, escasas cargas laborales y rápida reubicación sectorial
Estos países, que ostentan altos ingresos per cápita -en 2024, Singapur alcanzó un PBI por habitante de USD 67.707; Hong Kong, USD 51.166; Canadá, USD 54.517 y Nueva Zelanda, USD 48.747. exhiben tasas de desocupación entre 2% y 6,9%. Argentina, en cambio, mantiene una tasa del 7,6%, adulterada por la inclusión de empleo público nacional, provincial y municipal al cálculo, porque en muchos casos se han constituido en “bolsas” de trabajo.
La sobrestimación del empleo estatal distorsiona el panorama. Mientras tanto, Estados Unidos registra un 4,4% de desocupación, incluso tras políticas proteccionistas.
Se menciona a menudo que la industria pierde empleos. Es una realidad, atribuible tanto a competencia internacional como a la obsolescencia normativa y la alta presión tributaria. Sin embargo, la tendencia global apunta a una industria altamente automatizada que demanda menos trabajadores.

El análisis de la evolución laboral en Estados Unidos, tomando datos anuales desde 1939, muestra que, descontando los picos de la Segunda Guerra Mundial, la participación del empleo industrial en el sector privado cayó al nueve por ciento.
Paralelamente, los servicios -sin contar el empleo público- pasaron de representar el 48,4% del empleo privado en 1943 al 83,9% actual. Así, hoy la industria estadounidense emplea al nueve por ciento y los servicios al 83,9%, con el resto en otras actividades.

El avance tecnológico desplaza obreros en el sector industrial, pero aumenta el empleo en servicios. Entre 1939 y 2004, la industria estadounidense incorporó 3,4 millones de empleos, mientras que el sector servicios añadió 97,8 millones.
Las migraciones del campo a la ciudad impulsadas por la revolución industrial (primero en Inglaterra, luego con el desarrollo de la industria del carbón, los ferrocarriles y la siderurgia) cambiaron notablemente la estructura laboral y demográfica. En 1800, el 52% de los británicos vivía del agro, cifra que cayó al 10% en 1900; mientras que quienes habitaban ciudades pasaron del 13% al 75% en ese lapso.
La aceleración tecnológica actual impulsará una reconversión laboral
Los cambios en la producción exigen nuevos perfiles. La aceleración tecnológica actual impulsará una reconversión laboral. No desaparecerá el trabajo, sino que la demanda se concentrará en tareas “de cerebro”, asociadas con mayor productividad y menor esfuerzo físico.
Economías basadas en el conocimiento
Para transitar hacia economías basadas en el conocimiento, dos condiciones son clave: flexibilidad para reasignar mano de obra y reducción de costos impositivos vinculados al empleo, junto con un sistema educativo que forme para el trabajo intelectual que viene. Sin reforma laboral ni una educación actualizada, Argentina continuará su retroceso e hipotecará el futuro de las próximas generaciones.
El fondo de la disputa reside en los intereses de la dirigencia sindical, enfocada en proteger a los empleados en actividad sin atender a los desempleados, en contraposición con las posibilidades de desarrollo para la población en su conjunto.
La reforma laboral no busca destruir empleos ni fomentar la precariedad -como suele sostenerse desde sectores sindicales y de la izquierda en el Congreso-, sino generar nuevos puestos de trabajo asalariado registrado en el ámbito privado.

Los sindicatos parecen no advertir que, si el trabajo registrado no crece, sus afiliados disminuirán por la expansión del monotributismo.
Según datos oficiales, el trabajo formal privado registrado está estancado desde 2011, mientras el registro de monotributistas aumenta.
Lejos de un auge emprendedor masivo, lo cierto es que el sector privado no genera suficientes empleos y la población se vuelca al empleo estatal o a la informalidad para subsistir.
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