Calor extremo: una catástrofe invisible que exige acciones

Más de 35 urbes, entre ellas Buenos Aires y París, se unen en una coalición global para implementar medidas concretas que reduzcan el impacto del calor extremo y protejan a las poblaciones más vulnerables

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Buenos Aires, Santiago, Bogotá y
Buenos Aires, Santiago, Bogotá y otras ciudades asumen compromisos para ampliar sombra urbana y crear refugios climáticos (Grosby)

No hace falta que haya incendios ni inundaciones para hablar de una emergencia climática. A veces, la catástrofe es invisible. El calor extremo —que ya mata a más de 546.000 personas por año y aumentó un 23% desde los noventa— es hoy una de las mayores amenazas a la salud global. En la COP30, que se celebra en Belém, Brasil, este riesgo silencioso finalmente tomó visibilidad.

A diferencia de otras cumbres, donde la mitigación (estrategias para la reducción de emisiones) dominó la escena, esta edición incorporó de lleno la cuestión de la adaptación: cómo nos preparamos para un clima que ya cambió. Como dijo António Guterres, secretario general de la ONU en 2024: “Las olas de calor están matando personas hoy. No podemos esperar a que la temperatura baje: debemos actuar ahora para proteger vidas”.

Entre las señales más potentes en torno a esta COP hay dos anuncios que vale la pena destacar. Por un lado, un grupo de filantropías globales -entre ellas, Wellcome Trust, la Fundación Rockefeller y Bloomberg Philanthropies- anunció un compromiso conjunto de 300 millones de dólares para acelerar soluciones en la intersección entre clima y salud. Es el primer gran paquete de inversiones enfocado en salud climática lanzado formalmente en el marco de una COP, a través del Belém Health Action Plan.

La otra señal llegó desde las ciudades. El grupo de liderazgo climático C40 presentó su “Acelerador de Ciudades Frescas”, una coalición de más de 35 ciudades —incluyendo Buenos Aires, Santiago, Bogotá, París, Los Ángeles y Freetown— que asumieron compromisos medibles para enfrentar el calor extremo: ampliar la sombra urbana, aumentar el arbolado, crear refugios climáticos, rediseñar pavimentos y materiales para reducir la temperatura, mejorar la vigilancia epidemiológica y publicar reportes de avance cada dos años.

Desde CIPPEC venimos trabajando en esta línea en un proyecto apoyado por Wellcome Trust para reducir el impacto del calor extremo en la salud de las personas mayores en seis de las ciudades más pobladas del país: Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza, Tucumán y Resistencia. Nuestro trabajo se centra en tres ejes que la COP30 confirma como esenciales:

1. Sensibilizar y comunicar: informar de manera clara, oportuna y accesible los riesgos del calor extremo, especialmente para adultos mayores. 2. Prepararse para el verano: fortalecer los sistemas de alerta temprana, mejorar la coordinación sanitaria, habilitar centros frescos y apoyar a quienes están más expuestos. 3. Transformar la ciudad: más arbolado, más sombra, materiales frescos, refugios climáticos y espacios públicos que reduzcan la temperatura y protejan la salud.

Pero ningún actor puede hacerlo solo. La adaptación requiere alinear esfuerzos: gobiernos locales y provinciales, organismos nacionales, sociedad civil, sector privado, universidades y redes globales. Los anuncios de Belém y las ciudades del C40 muestran que los recursos, la evidencia y la voluntad política empiezan a encontrarse.

El calor extremo seguirá creciendo. La pregunta es si vamos a seguir reaccionando después de cada emergencia o si vamos a anticiparnos. Esta COP30 da señales de que el mundo empieza a elegir la segunda opción. En Argentina, tenemos todo para hacerlo también. El momento es ahora.