«¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo uno, Dios» (Mc 10,18)
Y él le dijo: “¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra (…) maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano (…) errante y vagabundo serás en la tierra” (Gén. 4:10-12). Y Dios marcó la frente del desterrado para evitar la espiral de violencia.
“Cultura es toda huella que deja el hombre sobre la tierra” (autor anónimo).
El narcotráfico ocupó el vacío dejado por la liquidez que también afectó a nuestra cultura cristiana
La toxicidad de las jóvenes generaciones creció exponencialmente, degradando las huellas del buen vivir, del hombre y la mujer como seres en relación de amor con Dios, con los otros y con la naturaleza. Hay huellas del mal y del bien. Por esas y otras razones, la cultura del consumo de drogas tóxicas se ha extendido en nuestro país en los últimos 40 años, llegando a todas las capas sociales. No se instaló en todas las familias, grupos o individuos. Irrumpió donde se daban ciertos presupuestos culturales alentados por el mal.
La penetración se produce por vía de lo que se ha dado en llamar deculturación, que no es otra cosa que la pérdida de la cultura propia y la adopción de elementos de otra. Por ejemplo: la sustitución de festividades como la celebración de la Navidad, concurriendo a la misa de gallo y volviendo a casa para cenar y brindar por el nacimiento de Jesús, por el hábito actual de juntarse con amigos para ir a tomar cerveza; o la de conversar en casa con familiares y amigos por la de reunirse en las esquinas a consumir paco; abandonar la forma de transmitir la verdad por la de divulgar informaciones distorsionadas que se establecen desde uno u otro poder financiero.
La “crisis” se produce cuando ese estado normal, usual y familiar se derrumba, las cosas se salen de su lugar, aparece la arbitrariedad donde debería reinar la regularidad. En otras palabras, llamamos “crisis” —dice el sociólogo polaco— a una situación en la que los acontecimientos desbaratan lo que considerábamos bueno, normal, y las acciones rutinarias ya no producen los resultados que solían producir (Zygmunt Bauman, 2015:150).
Donde la droga penetra, es muy difícil de eliminar. Es bien sabido: habrá una crisis en las relaciones interpersonales. El hijo o el hermano, de ser un “ser en relación”, se transforma en un ser ensimismado, cerrado, propenso a la agresión contra los seres queridos o contra sí mismo, lo cual inevitablemente será la causa de crisis emocionales y de salud física. Cuando las crisis son más graves pueden generar guerras, como las que se dan entre grupos de narcotráfico, llevando a la producción de masacres, a veces contra civiles, como ha ocurrido en el norte de México, han sido frecuentes en Colombia o en las cárceles y favelas de Río de Janeiro.
Los comandos o grupos del narcotráfico no son invencibles
En el estado de Río de Janeiro, donde hay alrededor de un millar de favelas que albergan a más de un millón y medio de habitantes, hace décadas dominan los comandos de la droga. Aunque no se diga, frente a la masacre de octubre subyace otra guerra entre el Comando Vermelho, el Primer Comando Capital y el Comando Vermelho Puro. Guerras o batallas en las que también participan las grandes montañas de dinero provenientes de ese comercio y los centros financieros construidos en muchos años y muy difíciles de deconstruir.
Ese podría ser el futuro de nuestros conurbanos de barriadas pobres, donde se almacena, estira, parte y expende la droga en nuestro país. No obstante, como decía Luciano Violante en sus Doce tesis sobre la mafia, “non è la piovra”, es decir, no son invencibles (Anaya & Muchnik, 1997). Pero no decimos que puedan o no vencerse por la vía de las armas. No son invencibles si las comunidades rescatan la cara del mal por medio de la cara del bien, con pastores, curas y laicos no contaminados.
Acaso marcar al pulpo en la frente e invitarlo a que se reconvierta
Luchan con las armas del espíritu; la acción comunitaria, la aceptación de la realidad y la restauración de los valores cristianos van de la mano de Cristo nuestro Señor.
Hay que reconocer que esta evangelización por parte de la Iglesia lleva décadas de trabajo ejemplar. Nos consta que ha sido así en la ciudad de Buenos Aires, desde aquella generación de sacerdotes como los padres Carlos Mujica en la Villa 31 y Jorge Vernaza en la 1-11-14. Este último fue sucedido por Gustavo Carrara, hoy arzobispo de La Plata, a quien visitaba frecuentemente el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, nuestro querido papa Francisco, quien también respaldó y alentó al padre Pepe Di Paola, hoy en Santiago del Estero, al frente de los Hogares de Cristo extendidos en todo el país, y al padre Toto De Vedia en las villas 21/23, donde también estaba el padre Pepe. Por citar tan solo algunos que, guiados por el ejemplo de Cristo, como muchos otros obispos, curas y laicos en el conurbano infinito, luchan sin cuartel para salvar la vida y la salud de niños, jóvenes y adultos, frente a los males de la miseria, y para que no sean víctimas del pulpo de la droga. Con prédica, enseñanza, alimentos, capillas, escuelas, clubes, centros de atención médica y amor.
En este sentido, es oportuno resaltar que un paso importante se dará en la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ), en coordinación con la Diócesis de Quilmes, donde el 12 de noviembre próximo a las 17 horas se pondrá en marcha la Cátedra Libre Papa Francisco. Será un espacio donde se conversará y se formará sobre la acción y el pensamiento del papa Francisco y su legado.
El mal de la droga y la presencia de los poderes del Estado
Los políticos, junto a los financistas de esa invasión y los policías y magistrados penetrados por los políticos y los financistas o comprometidos con los narcotraficantes, se yuxtaponen, cayendo una y otra vez en la animalidad sin un mínimo de humanismo, decencia, consideración y respeto por los otros.
No podemos dejar de reconocer que un disparador de esta opinión sobre un drama que hemos seguido siempre lo constituye la reciente masacre de 132 presuntos narcotraficantes y 4 policías asesinados en las favelas de Alemão y Penha, en Río de Janeiro, el 28/10/2025. No sabemos si el Tribunal Superior de Brasil ha ordenado incoar alguna causa por los asesinatos cometidos por los policías y registrados por la prensa.
En el conurbano y en la capital federal son frecuentes los asesinatos y los suicidios de jóvenes, con signos de una barbarie solo conocida en algunos de los territorios dominados por las organizaciones criminales de esos países hermanos.
Los brutales, inmundos y repugnantes hechos, seguidos de su difusión en las redes, de las niñas en Florencio Varela. ¿Será otro paso en el embrutecimiento de nuestra cultura para que vayamos naturalizando esos métodos y reconociendo los símbolos de las amputaciones como sucede en Río de Janeiro donde, según este cronista comprobó años atrás, no era infrecuente encontrarse con cabezas o manos en las playas de Copacabana? ¿Está el caso de las víctimas de los monoblocks de La Tablada esclarecido? ¿Se dio a conocer la trama y las eventuales relaciones políticas y/o policiales del monstruoso hecho?
En el mundo de las miles de muertes causadas por esta “tercera guerra mundial a pedazos”, como decía el papa Francisco, también debemos incluir la violencia del narcotráfico. No es una guerra en términos convencionales, pero es una manifestación de la violencia que provoca un mal semejante o mayor al de una guerra convencional (si es que actualmente todas son guerras convencionales), en la que el Estado no puede permanecer ajeno.
Este cronista entiende que los medios no son los empleados en Río. No puede el Poder Ejecutivo de un Estado democrático proponerse aniquilar a los delincuentes. Si hubiera pena de muerte, esta solo sería aplicable por el Poder Judicial. Pero sobre el Estado recae la responsabilidad del ingreso de las drogas, de su producción, de su traslado y de su venta, dejando burlar los controles que en ese ámbito le corresponden. No es una explicación aceptable decir que “tenemos fronteras porosas” o que “no hay radares para detectar aeronaves” o que “en los aeropuertos no funcionan los escáneres”.
La idea de San Agustín
En el marco del desarrollo del tema de la relación entre evangelización y Estado, en “Hacia una nueva evangelización de la cultura”, el eminente filósofo y teólogo italiano Massimo Borghesi, al repasar la historia del pensamiento de la Iglesia, recoge la postura de San Agustín en relación con las funciones que debe cumplir el Estado. Según la Iglesia, esa función, dice el obispo de Hipona, es la de garantizar la paz. Escribe Ratzinger: “Lejos de la idea de una cristianización del Estado, lo que San Agustín pide al poder es esencialmente la tutela de la paz. Este es el valor más grande dentro del cual cristianos y paganos pueden vivir su vida, dentro del cual la civitas Dei puede florecer y difundirse”. Se trata de una perspectiva de gran interés, que hoy permite sustraerse a las posiciones que tienden a identificar Occidente y la cultura cristiana, contra posibles enemigos externos, cimentando una división en bloques después del fin del dualismo Este-Oeste, una posición marcadamente ideológica, que no corresponde con las tentativas de una nueva evangelización de la cultura. La paz como ausencia de conflictos internos o externos exige de un Estado presente y previsor. Y en esa tarea —reiteramos lo ya dicho— es obligación del Estado evitar el tráfico y el tránsito de estupefacientes prohibidos, castigar con toda la fuerza de la ley y la aplicación de penas efectivas el consumo, la tenencia, la producción y la comercialización de esas drogas, así como perseguir el lavado de dinero proveniente de esos delitos.
En cambio, afirma este filósofo italiano: “La reflexión agustiniana, con su antropología basada en el ‘corazón inquieto’ y su teología basada en la ‘misericordia’ divina, constituye la modalidad más profunda e inteligente para encontrar el ánimo y las instancias más verdaderas de la cultura contemporánea.”
Frente a la invasión del narcotráfico y el nuevo Adán (San Pablo, 1 Corintios 15-45)
Dios es un ser en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las tres personas que existen en Dios son, por su naturaleza, relaciones. Por extensión, el hombre también es un ser en relación. No se trata de una relación “sustancialista” ni individualista, sino dialógica, personalista y existencial de la persona en Dios, en Cristo y en el hombre, es decir, una relación trinitaria: un ser personal y relacional. El hombre que sigue a Cristo, el último hombre y el nuevo Adán.
Dice San Pablo en Corintios (1, 15-45): “Así está escrito: el primer hombre, Adán, fue hecho ser vivo; el último Adán, espíritu que da vida. Pero no es primero lo espiritual, sino lo natural; después lo espiritual. El primer hombre, sacado de la tierra, es terreno; el segundo hombre es del cielo. Como el hombre terreno, así son los hombres terrenos; como el celestial, así son los celestiales. Y como hemos llevado la imagen del hombre terreno, llevaremos también la imagen del hombre celestial.”
En una próxima nota, si Dios quiere, este cronista explicará esto en términos coloquiales. Gracias.
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