
Respecto de lo que esperaba muchísima gente y de lo que indicaban la mayoría de las encuestas, el resultado de la elección es sorprendente. Tanto como lo fue la elección de septiembre, que tuvo un significado político completamente diferente al de esta. Quizás sea necesario comprender que los procesos sociales son precedentes y determinantes de los procesos electorales, y que aquellos vienen fraguándose desde hace por lo menos quince años.
En primer lugar —y como lo hemos señalado muchas veces— se encuentra la aprehensión que genera el peronismo en general, y el kirchnerismo en particular, en sectores sociales donde antes concentraba su voto. En segundo lugar, y más importante aún, está el hecho de que desde hace más de tres décadas la estructura social argentina se ha transformado junto con las disposiciones culturales y políticas de los sectores populares: la individualización, teñida por un mercado cada vez más presente, produce sensibilidades políticas que propuestas como las de La Libertad Avanza en 2023, las de (Mauricio) Macri en 2015 o las de (Sergio) Massa en 2013 lograron captar y representar con mayor eficacia.
Paralelamente asistimos a otro proceso que refuerza los efectos del anterior: el Estado responde cada vez menos a las inquietudes de una sociedad que se percibe más autónoma y que encuentra en la relación con lo público, motivos de frustración. Algo similar ocurre con las mediaciones políticas, que intentan sostener una racionalidad estatal decepcionante ante los ojos de un electorado crecientemente inclinado a la abstención, producto de la infructuosa secuencia entre preferencias electorales, triunfos en las urnas y escasos beneficios sociales o económicos derivados de ellos.
Cabe destacar tres sorpresas coyunturales que ayudan a explicar el resultado de la elección en contrapunto con esos procesos de fondo. En primer lugar, la existencia de un “voto oculto” entre los aparentemente no votantes, especialmente entre jóvenes de sectores populares que, ante el cambio de clima en los medios y los cuestionamientos a su posición, optaron por guardar silencio hasta el momento de votar.
En segundo lugar, la movilización de parte de los mileístas que habían sido prescindentes en septiembre se combinó con la evidente desmovilización del voto popular en la provincia de Buenos Aires. Mientras para las elecciones municipales abundaron los recursos logísticos, en esta ocasión brillaron por su ausencia. Esa diferencia contribuyó a que el peronismo perdiera parte de su base electoral tradicional.
La activación a favor de Milei de quienes se habían abstenido y la apatía de quienes votaron sin entusiasmo por el peronismo en septiembre, explican buena parte del diferencial en la Provincia de Buenos Aires. Son derivaciones de una interna que prolonga el estancamiento de un espacio que necesita, cada vez con más urgencia, una renovación profunda para recuperar competitividad. Como señaló Natalia Volosin en X: “Les ganaron con corridas, corrupción, operaciones y candidatos chorros, narcos, desconocidos o analfabetos. Si no entienden que el problema no es el gobierno sino la oposición, en 2027 Milei va a arrasar”.
Finalmente, un tercer elemento que fue una sorpresa específica para nosotros. Los procesos de transformación socioeconómica y la preocupación que causa un eventual triunfo del peronismo sin renovar, hicieron colapsar las, por otra parte, muy frágiles campañas, posiciones y posibilidades de los partidos que configuran Provincias Unidas. Así, La Libertad Avanza pudo movilizar votantes de las clases medias que estaban reticentes pero se sintieron con la necesidad de conjurar un potencial triunfo del peronismo.
Los mismos sectores que hoy le dieron el triunfo a Milei tienen a su vez posiciones muchas veces críticas para con sus gestos presidenciales y la gestión de gobierno. Buenas ideas mal implementadas, suele ser una evaluación transversal del Gobierno entre estos votantes que de ningún modo puede pensarse que estarán eternamente disponibles.
El resultado electoral a nivel nacional no puede leerse sólo en clave coyuntural, ni explicarse únicamente por estrategias de campaña, candidatos o desdoblamientos. Comprender la profundidad de la mutación social -más que disputar la interpretación del resultado- será la condición indispensable para cualquier proyecto que aspire a competir contra el oficialismo en el futuro.
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