
Con la vuelta del verano, la Unión Europea retomó su agenda. El primer gran anuncio tras el parón de agosto fue el avance en el acuerdo con el Mercosur. Más allá de lo económico, este paso, anunciado poco antes de la 80ª Asamblea General de la ONU, refuerza la importancia que la UE sigue otorgando a sus relaciones con América Latina en un momento en el que se debate el futuro del multilateralismo.
Voces como la de Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España, insistieron en Nueva York en reforzar la importancia del acuerdo UE-Mercosur, el comercio transatlántico y la próxima cumbre UE-CELAC en Colombia. Estas intervenciones coinciden con una dinámica internacional más amplia: la política arancelaria de Estados Unidos ha empujado a gobiernos y bloques a acelerar pactos comerciales alternativos.
Pero, ¿qué significa realmente este movimiento y qué implicaciones reales puede tener para Europa y América Latina?
La Unión Europea nació como un proyecto de paz y prosperidad, basado en valores que deberían seguir siendo universales: el respeto de la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad, el Estado de derecho y los derechos humanos, también para las minorías. Pero demasiadas veces, ante retos externos, su respuesta común se diluye. En un momento en el que la retórica global parece alejarse de estos valores, Europa corre el riesgo de quedar subordinada a la agenda de otros, como si no se decidiera a caminar sola.
Frente a esa percepción de lentitud en reaccionar ante crisis globales, este acuerdo con el Mercosur surge como señal de que la UE empieza a actuar con visión estratégica y anticipación en los escenarios internacionales clave.
No se trata solo de un pacto comercial, consolidando a la UE como socio clave en un mercado único de más de 700 millones de consumidores, sino de una alianza estratégica que permitiría diversificar dependencias y estrechar vínculos con otros socios en un momento de creciente inestabilidad global. Se espera que las exportaciones europeas al Mercosur aumenten hasta un 39% (€49.000 millones anuales), con un ahorro de €4.000 millones al año en aranceles.
Para la UE, el acuerdo representa acceso a materias primas críticas y nuevos mercados para sectores fundamentales, además de la posibilidad de reforzar cadenas de suministro en un contexto de tensiones comerciales globales. Para el Mercosur, significa acceso preferencial al mayor mercado común del mundo, inversiones y cooperación en transición verde y digital. Pero, más allá de las cifras, lo importante es el mensaje subyacente: Europa no puede limitarse a reaccionar a los movimientos de otras grandes potencias; necesita marcar su propio rumbo.
Sin embargo, el camino hacia la ratificación no está exento de obstáculos. Los temores de agricultores en Francia, Polonia o Italia requieren salvaguardias sólidas. Para mitigar estas preocupaciones, se han incluido estrictas cuotas (1,5% para carne de vacuno, 1,3% para aves), una cláusula bilateral de emergencia y un mecanismo de vigilancia vinculante, además de blindar 344 Indicaciones Geográficas europeas y mantener los estándares sanitarios de la UE.
Más allá del Mercosur, la UE se mueve en paralelo en una auténtica carrera global. Ya ha cerrado acuerdos con México e Indonesia y avanza en negociaciones con India, Filipinas, Tailandia y Emiratos Árabes. Del lado latinoamericano, Mercosur también ha sellado un acuerdo con la EFTA y retomado conversaciones con Canadá. Desde la reelección de Trump y la vuelta de los aranceles, el mapa comercial se está reconfigurando. Estos pactos no neutralizan el efecto de los aranceles estadounidenses, pero ofrecen una senda de diversificación.
La Comisión Europea, consciente de la urgencia, ha diseñado una estrategia de aprobación en dos fases: primero, un Acuerdo Comercial Interino (iTA) para activar pronto las ventajas arancelarias, seguido del Acuerdo Global (EMPA), que requerirá la ratificación nacional. Es un equilibrio entre acelerar beneficios y no renunciar al debate democrático.
Hace ya unas semanas, Ursula von der Leyen advirtió en su discurso del Estado de la Unión que “Europa está en una lucha por su independencia, por su libertad y por su destino”. Ganar esa lucha no depende solo de la inversión en defensa, sino de construir alianzas sólidas que refuercen la autonomía y los valores europeos. En este sentido, el acuerdo con el Mercosur representa una oportunidad para que Europa recupere credibilidad, proyecte estabilidad y vuelva a situar en el centro de su política internacional aquello que mejor sabe hacer: forjar alianzas que salvaguarden la estabilidad entre distintas regiones en un mundo cada vez más fragmentado.
Últimas Noticias
El Gobierno, encerrado en su microclima frente al real mensaje de Estados Unidos
La mirada externa apunta a la elección que viene, pero también al juego político de Milei para el segundo tramo de gestión. El oficialismo se enredó en la discusión sobre los dichos de Trump. Y se añaden límites del juego de Bessent. El cuadro incluye renovadas tensiones domésticas
El gas radioactivo riesgoso para la salud que no medimos en Argentina
Pese a los peligros que entraña el radón, su medición sistemática no forma parte de las políticas sanitarias

El maleficio político de las buenas intenciones
Mientras sigamos creyendo que la intención basta, el país seguirá bajo el encanto de purificarse cíclicamente con meras palabras para nuevamente decepcionarse

El centenario del nacimiento de Félix Luna: radicalismo y peronismo
El célebre historiador dedicó buena parte de su producción a desentrañar el giro de la UCR y las consecuencias de las políticas de Juan Domingo Perón en el país
