
Hoy, 9 de octubre de 2025, Charly García y Sting estrenan una colaboración.
A partir de las 21, hora Argentina, en plataformas digitales se podrá escuchar una nueva versión de una canción que Charly lanzó originalmente en 2010: In the city that never sleeps.
Mi adolescencia estuvo marcada por The Police, el grupo con el que inició su carrera Sting. En los primeros 80, escuché y bailé hasta el hartazgo canciones como Don’t stand so close to me, Message in a bottle y Can’t stand losing you.
El vínculo con García es más fuerte aún. Es la persona pública que más influyó, con su sabiduría y belleza, en toda mi vida. Desde el primer disco de su grupo Sui Generis (que escuchaba mi hermano mayor cuando yo tenía apenas 6 años) hasta esta colaboración de hoy con Sting (que puedo disfrutar a través de Spotify a mis 58). Desde el primer show en el que lo vi en 1981 con Serú Girán (invitado por mi primo mayor) hasta el último de 2019 (en el invité a mi hija a verlo por primera vez).

Por varias de estas cosas, lo que pasó en 1988 fue algo muy importante para mí y para muchos otros argentinos.
Amnistía Internacional organizó la gira mundial “Human rights now” encabezada por Bruce Springsteen, Peter Gabriel y el propio Sting. El objetivo era celebrar los 40 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el tour culminaba en Argentina, en el estadio de River, donde también actuarían los argentinos León Gieco y Charly García.
Era un recital especial porque se iba a transmitir en vivo por TV y grabar un video, razón por la cual, faltando pocos días, la organización pensó en “bajar” a los músicos locales, para simplificar las cosas y que el público no llegase al final del show muy cansado.

Aunque eso finalmente no ocurrió, la iniciativa debe haber puesto de mal humor a Charly, quien en la previa hizo de las suyas.
Por un lado, convenció a los internacionales de cambiar la traducción del estribillo del tema de Bob Marley que cantarían al principio y al final del concierto. En lugar de “derechos humanos por siempre jamás”, Charly propuso “derechos humanos para siempre ya”, que encajaba mejor en la métrica de la canción y tenía más sentido. Las crónicas de la época dicen que Sting, con quien desde un primer momento tuvo buen vínculo, lo apoyó y la moción finalmente fue aceptada por todos.
En otro momento, el cantante discutió con Springsteen y le dijo textual “acá el jefe soy yo”, aludiendo al apodo que tenía el norteamericano: the boss (para algunos la discusión en realidad fue con su manager).
Finalmente, Charly hizo un set de cuatro temas en el que, más allá de que su estado no era el mejor y que la amplificación del sonido fue la peor de toda la jornada -¿reprimenda por sus berrinches?-, el público lo recibió entusiasta y cantó con él sus canciones en forma muy animada (en realidad “cantamos”, porque yo estuve ahí).
Sobre el final del show general, vendría la frutilla del postre. Todos los músicos subieron a cantar juntos el tema Get up, stand up de Bob Marley. Springsteen, Sting y Gabriel, junto a los más jóvenes Youssou N’Dour y Tracy Chapman, se repartieron las partes de un modo que estaba perfectamente ensayado. León Gieco, se ubicó en un segundo plano, unos pasos atrás de ellos, con un pequeño instrumento de percusión. Charly, en cambio, venía cebado y no fue “políticamente correcto” (en rigor de verdad nunca en su vida lo fue). En primer lugar salió vestido con un traje blanco, para resaltar en la oscuridad de la noche. Con ese atuendo deambuló por todo el escenario moviendo sus manos arriba y alentando a la gente a hacer lo mismo. La multitud le respondió como a nadie. Luego, cuando venía la parte del eslogan en castellano, se hizo del micrófono de prepo y de motu proprio recitó otra parte del tema de Marley en español: “Párense, luchen, nunca dejen nada por hacer”. Hay que reconocer que tuvo malos modales y que no estaba acordado, pero la intervención fue pertinente. Sting sonrió simpáticamente. Springsteen también, pero dio la impresión que tenía ganas de matarlo por esa nueva “travesura”. Finalmente, la fiesta terminó en paz.
Cuando tiempo después Amnesty International publicó el video con la gira y el recital, en la mencionada canción la intervención de Charly “desapareció”. Sí, sí… Con una prolija edición, la sustrajeron. La ONG que fue creada para defender los derechos humanos y la libertad censuró a un músico referente de su causa, al que ellos mismos habían convocado, entre otras cosas, porque su arte ayudó a resistir a la dictadura militar argentina. Realmente, de no creer.
Con posterioridad al evento, Charly hizo algunas referencias irónicas a ese concierto y al destrato que tuvo, pero luego se llamó al silencio. Quizás prefirió que todo quede en el olvido.
En algún momento, mientras escribía este texto, fantaseé con la idea que Charly y/o sus seres queridos lo leyeran y no les gustara que recuerde aquella página negra de la organización internacional, sobre todo en este momento en que se está citando mucho aquel concierto en que se conocieron con Sting. Si bien no deseo que eso suceda, está dentro de las posibilidades y no me importa. Charly no nos enseñó a los argentinos a pensar como él, nos enseñó a ser libres que es mucho más importante. Quizás ese fue y es su mayor acto de amor. Como dice un viejo tema de Sting “Si amas a alguien, déjalo libre”.
Nota: Una parte importante de esta columna fue publicada originalmente el 17 de febrero de 2024, en un contexto más amplio, bajo el título “Censura a Charly García: cuando la libertad del artista incomodó a Amnesty y al gobierno de Néstor Kirchner”.
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