
El proyecto de nuevo Código Penal se presenta como un cambio de paradigma: pone a las víctimas en el centro de la escena y actualiza un texto que, en buena medida, llevaba más de 100 años sin modificaciones de fondo.
El nuevo Código eleva las penas en la mayoría de los delitos, con especial foco en los más graves. Entre las incorporaciones se destacan figuras que hasta ahora no estaban previstas: el robo de celulares, los ataques de “motochorros”, las “entraderas” y “salideras bancarias”, las estafas piramidales, el secuestro virtual, la pornovenganza, el hostigamiento digital y las denominadas “viudas negras”.
También se agravan las sanciones para usurpaciones con restitución inmediata del inmueble, la corrupción en todas sus formas, las coimas entre privados y el fraude contra el Estado. Se elevan, además, las penas para el narcotráfico y el contrabando de estupefacientes, en particular cuando son cometidos por organizaciones criminales.
Los nuevos delitos
Entre las novedades más resonantes se encuentran los delitos informáticos, que contemplan conductas imposibles de prever cuando se redactó el Código vigente, hace más de un siglo. Allí se tipifican fraudes digitales, hackeos, accesos indebidos a sistemas, robo de datos personales, manipulación de información en línea y, en particular, las representaciones sexuales falsas generadas mediante inteligencia artificial, un fenómeno creciente en la era digital. La norma ordena, además, la supresión inmediata del material ilícito en internet para evitar su propagación.
En línea con los compromisos internacionales, se incorporan delitos de odio y discriminación, especialmente los cometidos contra grupos vulnerables, minorías étnicas, religiosas o de diversidad sexual. También se sancionan las conductas destinadas a afectar el normal desempeño de un jurado popular, una figura central en el sistema de enjuiciamiento.
El texto contempla tipos penales para delitos ambientales, de crueldad animal y contra el patrimonio cultural. También introduce sanciones severas para la violencia en espectáculos deportivos y la corrupción en el deporte.
Rol de las víctimas y fuerzas de seguridad
El texto amplía la intervención de la víctima en el proceso penal y fortalece el régimen del “imputado colaborador” o “arrepentido” para investigar todo tipo de delitos. También amplía los márgenes de la legítima defensa y el cumplimiento del deber para fuerzas de seguridad y particulares que actúen frente a un delito.
El nuevo Código Penal coloca a la víctima en el núcleo de la política criminal, no solo a través de su participación en el proceso, sino especialmente mediante la creación de figuras penales y agravantes pensados para resguardar a quienes más sufren el delito.
Los delitos cometidos contra menores, adultos mayores o personas en situación de vulnerabilidad ahora cuentan con agravantes específicos. También se endurecen las penas en casos de “falsa denuncia” vinculada con delitos sexuales o que afecten la relación familiar.

El Código además prohíbe la libertad condicional para una amplia lista de delitos graves como homicidio, trata de personas, terrorismo, narcotráfico, corrupción de menores, secuestro extorsivo o explotación sexual. Los reincidentes y los condenados a prisión perpetua quedan fuera de cualquier beneficio.
Otro de los puntos centrales es la ampliación de los márgenes de la legítima defensa y el cumplimiento del deber, tanto para integrantes de las fuerzas de seguridad como para particulares. En la práctica, esto significa que se otorga un respaldo legal más claro a quienes actúen frente a la comisión de un delito, reduciendo los grises que en muchas ocasiones generaban controversias judiciales. El mensaje político detrás de esta modificación es claro: reconocer y proteger la acción de quienes se enfrentan al crimen, siempre dentro de los límites que marca la ley.
Un momento histórico y necesario
La reforma del Código Penal marca un antes y un después en la historia jurídica argentina. Tras más de un siglo sin cambios estructurales, se actualiza la ley para dar respuesta a una sociedad atravesada por nuevas formas de criminalidad y por reclamos de mayor protección a las víctimas. No se trata solo de endurecer las penas, sino de adaptar la justicia a los tiempos que corren.
En un país con 18 intentos de reforma frustrados y más de mil leyes parciales que terminaron fragmentando el sistema, este nuevo Código se presenta como una herramienta histórica y necesaria: ordena, moderniza y envía un mensaje claro de confianza en el Estado de derecho.
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