Teatro Colón: dos obras maestras, destacada interpretación de la Orquesta Filarmónica y alta calificación para el pianista

La batuta estuvo en manos de Srba Dinic, nacido en Serbia, quien se graduó como director de orquesta en la Academia de Música de Belgrado

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Srba Dinić
Srba Dinić

El sábado 9 de agosto de 2025 la Filarmónica de Buenos Aires fue dirigida por Srba Dinic e interpretaron en la primera parte, la Obertura Coriolano, op. 62 y la Sinfonía n.º 8 en la mayor, op. 93, ambas de Ludwig van Beethoven (1770-1827); en la segunda, de Sergei Rachmaninov (1873-1943), el Concierto para piano y orquesta n.º 2 en do menor, op. 18. El pianista fue Nicolai Lugansky y el concierto tuvo lugar en el Teatro Colón de Buenos Aires.

La Obertura Coriolano, Ouvertüre zu Coriolan (original en alemán), fue compuesta por Beethoven como introducción musical a una tragedia del jurista y poeta alemán Heinrich Joseph von Collin, secretario áulico del emperador de Austria. Trata del líder romano Cayo Marcio Coriolano. Se estrenó en marzo de 1807 en un concierto privado que tuvo lugar en la casa del príncipe Joseph Franz von Lobkowitz. La obra de Collin había sido dada a conocer en 1802. Se la revivió para una sola representación en abril de 1807. El propio Beethoven dirigió el estreno en el palacio del príncipe Lobkowicz, en la ciudad de Viena. El primer tema caracteriza el alma orgullosa y ruda de Coriolano. Es en do menor, tonalidad que el gran compositor alemán frecuenta para descripciones épicas, poderosas y a veces tempestuosas. El segundo motivo se vincula más con la ternura femenina, la conmiseración. La suavidad de este tema, que se ejecuta en otra tonalidad, es un lado más humano, tal vez un ruego orientado a no invadir Roma. Esta suerte de contradicción en el desarrollo queda bien expresada y concluye con el “renunciamiento” de Cayo Marcio Coriolano que es vencido por su destino y se suicida, lo cual está simbolizado con cuerdas, pitzicatos y silencios.

Todo se desarrolló en el
Todo se desarrolló en el Teatro Colón

“El primer tema caracteriza el alma orgullosa y ruda de Coriolano.”

Beethoven elaboró la Sinfonía n.º 8 (de las 9 que compuso) entre la primavera de 1812 y abril de 1813. De acuerdo a los borradores del Cuaderno de bocetos Petters, fue concebida como un concierto para piano. Luego, evidentemente cambió de idea; en octubre de 1812 empezó a escribir la partitura definitiva. Lo cierto es que en marzo de 1813 ofreció dos sinfonías completamente nuevas (Sinfonía n.º 7 y n.º 8) a Joseph von Varena, organizador de conciertos. La primera edición fue publicada en diciembre de 1816 en Viena.

Es la única sinfonía del compositor que no incluye un movimiento adagio, lo que confirma su fama de obra ligera porque dicho movimiento es sustituido por un allegretto scherzando fantasioso y cómico. Por otra parte, este movimiento tiene como tema un canon compuesto tiempo antes por Beethoven para el cumpleaños de su amigo Johann N. Mælzel (inventor del metrónomo). También luce creatividad en el final del primer movimiento con el repentino corte del tema central. Existe ese scherzo en la repetición de las notas en el segundo movimiento hasta el final. Chaikovski dijo que el mismo era “una de las más grandes obras maestras sinfónicas de Beethoven”. La sinfonía termina con un pasaje muy largo de fuerte armonía tónica. El final es “prodigioso, una de las páginas más atrevidas de Beethoven”, recuerda Igor Markevitch.

El Concierto para piano n.º 2, Op. 18 en do menor de Rachmaninov fue compuesto entre 1900 y abril de 1901, estrenado con su autor como solista y con la batuta de su primo Aleksander Ziloti el 27 de octubre de 1901. Desde entonces, el éxito la acompañó hasta nuestros días. Las duras críticas recibidas tras el estreno de su Sinfonía n.º 1 en 1897 —aunque hoy es reconocida como una obra destacada— sumió a nuestro autor en una depresión que duró algunos años. Su segundo concierto para piano puso en claro que ya había superado ese trance. La obra fue dedicada a su médico, Nikolái Dahl, que ayudó a recuperar confianza en su pluma musical.

“Su segundo concierto para piano puso en claro que ya había superado ese trance.”

El movimiento inicial (Moderato) empieza con una serie de acordes en el piano como si fueran campanas y tras ello, el primer tema. La orquesta interpreta una melodía de estilo ruso mientras que el piano acompaña con arpegios. Le sigue el segundo tema en mi bemol mayor, más lírico. Con motivos de ambos temas cambiando la tonalidad y pasa a varios instrumentos mientras una nueva idea musical se va gestando lentamente. La música alcanza un clímax con una nueva idea musical. Mientras la orquesta repite de nuevo el primer tema el piano, que al principio acompañaba, ahora interpreta frases de estilo semejante al de una marcha (que ya había sido presentado a medias en el desarrollo). El resto de la recapitulación es bastante literal. El segundo (Adagio sostenuto) empieza con una serie de acordes lentos a cargo de las cuerdas que terminan en mi mayor. El piano realiza un tema arpegiado, sigue la flauta que luego vuelve al piano y otros instrumentos, le sigue un corto clímax en manos del solista; se repite el motivo principal y la música parece evaporarse. El tercer movimiento (Allegro scherzando) realiza una breve introducción orquestal y da paso al piano solo que se ocupa de desplegar el primer y agitado tema. El oboe y las violas introducen un motivo de gran lirismo que deja atrás aquella sonoridad y reaparece el tema abordado en el primer movimiento. Tras un largo periodo de desarrollo la tensión crece. El compositor recupera el segundo tema con una gran orquestación y sonoridad ahora, llegando a una breve coda que pone fin al concierto de modo magistral.

La orquesta puso de relieve
La orquesta puso de relieve su habitual nivel técnico, conocimiento profundo de las obras y plasticidad (Jaime Olivos)

La batuta estuvo en manos de Srba Dinic, nacido en Serbia, quien se graduó como director de orquesta en la Academia de Música de Belgrado y desde 2017 es director general de música de la Orquesta del Teatro Estatal de Braunschweig. Ha sido director musical de la Ópera de Berna, también de la Orquesta del Palacio de Bellas Artes de México, de la Orquesta de Cámara de Belgrado St George Strings; estuvo al frente de la Orquesta de Múnich, Hamburgo, Basilea, Shanghái, entre muchas otras. Su lenguaje en la conducción fue pulido. Se ocupó en detalle de la entrada de los instrumentos y enfatizó desde lo lírico hasta lo épico haciendo notar cuál era el concepto de cada frase.

La orquesta puso de relieve su habitual nivel técnico, conocimiento profundo de las obras y plasticidad.

De Nikolai Lugansky, que estuvo a cargo del piano, recordemos que ha trabajado con las principales orquestas internacionales como la Filarmónica de Berlín, Países Bajos, Radio Francia y Oslo, entre muchas otras. Con relación a la música de cámara, trabajó con Mischa Maisky, Vadim Repin y otros. Realizó sus estudios en la Escuela Central de Música y en el Conservatorio de Moscú.

“Nikolai Lugansky estuvo a la altura de las exigencias; es un especialista en este compositor, lució con soltura, tuvo el temperamento que la obra reclama y la imprescindible técnica.”

Rachmaninov, además de haber compuesto obras inmortales, era un virtuoso pianista. El concierto que tratamos fue compuesto para pianistas de análogo calibre. Nikolai Lugansky estuvo a la altura de las exigencias; es un especialista en este compositor, lució con soltura, tuvo el temperamento que la obra reclama y la imprescindible técnica; demostró solvencia en todo el decurso de la obra abordando con naturalidad los pasajes más exigentes.

Síntesis, muy buen concierto resultado de dos grandes compositores en excelentes manos.