
El 29 de agosto de 1810 nació en San Miguel de Tucumán el gran jurista, economista, político y escritor argentino Juan Bautista Alberdi. Hoy, su figura adquiere gran relevancia, por cuanto fue uno de los intelectuales más brillantes de nuestra historia. Al influjo de su pluma y pensamiento, inspiró la construcción de un país libre, moderno, potente y con un horizonte real de progreso y bienestar.
Alberdi representaba el liberalismo fecundo en institucionalidad. Su legado nos exige aplicar los principios de libertad y progreso junto con instrumentos efectivos de inclusión y reparación, sin renunciar a la primera función del derecho —proteger al individuo— ni a la misión republicana de promover el bien común.
La advertencia que dejó grabada —“El mal de la América no es la libertad, sino la tiranía”— sigue siendo una sentencia programática. Frente a la tiranía, nuestras instituciones deben demostrar fortaleza: la separación de poderes y la independencia judicial no son ornamentos, sino barreras. Ese diagnóstico obliga a la praxis jurídica: leyes claras, controles eficaces y una cultura institucional que haga operativos los derechos consignados en el texto supremo.
Hoy, al recorrer el entramado de la organización republicana vigente, observo que nos alejamos de las ideas de Alberdi. Durante las últimas décadas, gobierno tras gobierno, nos hicieron caminar por el sendero de la decadencia con propuestas políticas que contradicen el ideario alberdiano.
Se intenta imponer un sistema en el cual uno de los poderes tiene la “necesidad” de imponerse sobre los dos restantes, abandonando así la sabia visión del ilustre tucumano sobre el requisito de contrapesos entre los tres poderes para garantizar la libertad del ciudadano. Como él mismo advirtió: “La omnipotencia de los poderes hace desaparecer su división e independencia recíproca, y con ella la esencia del gobierno representativo”.
Alberdi pensó la Nación como empresa de libertad y de progreso. Que su pensamiento nos ilumine al legislar, al juzgar y al vivir la República: que la libertad sea siempre la primera necesidad de la Nación; que gobernar signifique construir y poblar la vida civil; y que nuestras instituciones mantengan vigilante guardia contra la tiranía.
Juan Bautista Alberdi comparte ese sitial con Domingo F. Sarmiento, Esteban Echeverría, Nicolás Avellaneda, Carlos Pellegrini, Bartolomé Mitre y Julio Argentino Roca, entre otros, quienes fueron arquitectos y constructores de esa Argentina moderna, potente y referente a nivel mundial. Por eso, hoy resulta más necesario que nunca revalorizar su figura y su ideario: sus palabras cobran mayor vigencia con el paso del tiempo y nos invitan a repensar el futuro.
En definitiva, Alberdi sostenía que era fundamental, en la construcción política, preservar el orden, el poder y el gobierno, ya que “el Estado no es un gobierno oligárquico, de naturaleza parasitaria”. Todo lo contrario: cumple un rol fundamental.
Honrar a Alberdi significa continuar su obra, perfeccionar sus instrumentos y sostener la República en la letra y en el ánimo de sus ciudadanos.
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