Nueva perspectiva sobre el impacto real de la inflación en el presupuesto familiar

El aumento del costo de vida se manifiesta de forma distinta en cada hogar: conocer la proporción real de tus propios gastos permite detectar por qué los ingresos rinden menos, incluso cuando los índices oficiales muestran una tendencia moderada

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Mientras el índice que comunica
Mientras el índice que comunica el Indec es uno solo, la economía doméstica de cada familia es única y responde a hábitos, necesidades y prioridades que varían de forma considerable (Foto: EFE)

La inflación suele presentarse como una cifra uniforme en los informes oficiales y en las noticias, pero lo que cada persona experimenta al pagar el supermercado, el alquiler o la cobertura médica difiere notoriamente de ese promedio. Esa discrepancia responde a una realidad concreta: mientras el índice que comunica el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) es uno solo, la economía doméstica de cada familia es única y responde a hábitos, necesidades y prioridades que varían de forma considerable.

El dato oficial de inflación refleja el comportamiento promedio de los precios para una canasta de consumo “tipo”. Esa canasta fue diseñada para representar a los hogares urbanos en su conjunto. Sin embargo, esa referencia general no traduce matices importantes: el patrón de gastos de un jubilado difiere en muchos aspectos del de un profesional soltero, y la incidencia de incrementos en rubros clave -como alimentos, medicamentos, alquileres o servicios de salud- no pesa igual en cada caso.

Durante una etapa de desaceleración inflacionaria como la actual, varios precios incrementan a un ritmo más bajo, pero esto no siempre se traduce en una mejora tangible en el poder de compra. De hecho, algunos hogares perciben que sus gastos crecen más rápido que antes o que el dinero disponible sigue perdiendo capacidad de compra.

Algunos hogares perciben que sus gastos crecen más rápido que antes o que el dinero disponible sigue perdiendo capacidad de compra

Por este motivo, resulta esencial preguntarse: ¿cómo puede una persona calcular su propia inflación? A continuación se explora esa respuesta mediante un análisis comparativo entre el índice promedio y dos casos concretos: el de un jubilado y el de un asalariado soltero sin hijos.

Cada ejemplo utiliza una canasta personalizada con ponderaciones específicas y las variaciones exactas de los precios que debieron afrontar cada uno durante el último mes. Los resultados dejan en evidencia una brecha significativa entre la inflación general y la “inflación del bolsillo”.

¿Cómo el Indec calcula el índice?

Este indicador se basa en una canasta de bienes y servicios seleccionados para reflejar el consumo promedio de los hogares urbanos, que surge de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHo), realizada cada 10 años aproximadamente. Por lo tanto, si los hábitos de gasto de la población cambian velozmente, como ocurre en etapas de alta inflación o transformación social, puede dejar de representar fielmente las realidades individuales.

Aunque el indicador promedio sirve
Aunque el indicador promedio sirve de referencia para la economía general, no da cuenta de la diversidad de situaciones particulares (Foto: Reuters)

Para este análisis, se toma como referencia de ingreso la Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables (Ripte), en mayo fue de $1.423.645 bruto. Con una inflación ese mes de 1,55%, un consumidor que replica la canasta promedio hubiera precisado $22.092 más que en abril.

Lo que el promedio no muestra

Aunque el indicador promedio sirve de referencia para la economía general, no da cuenta de la diversidad de situaciones particulares.

Por ejemplo, para un jubilado el presupuesto suele estar destinado principalmente a medicamentos, servicios de salud, alimentos y servicios públicos, mientras que un soltero suele concentrar el gasto en alquiler, transporte y ocio. Cuando los incrementos afectan sobre todo aquellos rubros que más peso tienen en la estructura personal, la percepción de inflación supera ampliamente al registro oficial.

Dos ejercicios prácticos para estimar la variación de los precios en el bolsillo: 1) la jubilación media, que en mayo alcanzó $532.831, según Anses; y 2) el ingreso de un trabajador soltero sin hijos, con el ingreso promedio del Ripte $1.423.645, y una canasta ajustada a sus hábitos.

Se utilizaron aumentos específicos por rubro: en vez de aplicar la variación general de “salud”, se tomó para el jubilado el ajuste real de las prepagas, que promedió 3,5% en mayo. Del mismo modo, se consideraron los incrementos puntuales en combustibles, tarifas y alquileres, frecuentemente superiores al aumento promedio.

La inflación para un jubilado fue en mayo de 2,98% y para un asalariado de 2,57 por ciento

Calculando los incrementos reales sobre cada uno, la inflación específica para un jubilado fue de 2,98% en mayo, el presupuesto subió $15.909 al cabo de las cuatro semanas del mes.

En el caso del trabajador soltero, la inflación personalizada fue 2,57%, con aumentos de 12,3% en el alquiler; y 4% en los servicios públicos, se incrementó en $36.549 respecto del mes anterior.

¿Por qué calcular el índice personal?

Medir la propia inflación sirve para comprender por qué el dinero parece rendir menos, incluso cuando el índice general muestra señales de moderación.

La economía argentina atraviesa un proceso de desaceleración inflacionaria. Sin embargo, esta moderación no es homogénea: si bien el índice general ronda el 1,5%, existen sectores en los que los precios suben a tasas considerablemente superiores. Cuando el consumo individual se concentra en estos rubros, como sucede con alimentos, salud o transporte, la inflación propia se desentiende del promedio y presiona con más fuerza sobre el presupuesto.

Esta brecha entre la estadística y la experiencia cotidiana no es producto de errores en la medición, sino una consecuencia natural de los promedios. Por ese motivo, resulta útil mirar más allá del dato único y comenzar a calcular el verdadero impacto de la inflación según el propio perfil de consumo.

El autor es Analista Económico y director de Focus Market