
La Administración Trump cumplirá seis meses en el poder el próximo 20 de julio, sin haber cumplido los objetivos que pretendía en materia de política internacional. En la llamada “guerra comercial”, que se materializa en el aumento de los aranceles como herramienta de amenaza y negociación, están pendientes gestiones centrales como la que se mantiene abierta con la Unión Europea y con México y que tiene como fecha límite el 1° de agosto. En ambos casos, el aumento arancelario estadounidense es del 30%.
No será fácil llegar a un acuerdo. En el caso de Brasil, la negociación tiene el mismo límite cronológico, pero en este caso la amenaza de Washington a Brasilia es que los aumentará en un 50%. Es que esta negociación se da en el marco de un conflicto político por la defensa realizada por el presidente Trump al ex presidente Jair Bolsonaro por el proceso judicial que lo afecta, en el que es acusado de haber organizado un golpe contra la asunción de Lula, que tuvo algunas características coincidentes con el que había intentado Trump algunos meses antes.
Con China, la negociación comercial estadounidense se encamina, al igual que con los aliados políticos de Estados Unidos en Asia (Japón, Corea del Sur y otros). Donde se ha evidenciado un avance significativo en estas negociaciones comerciales es con los países del Golfo Pérsico, encabezados por Arabia Saudita. Con Rusia y Ucrania las negociaciones de Washington se manejan en el contexto de las tratativas de Trump para obtener un cese del fuego, el que no ha logrado concretarse todavía.
El uso que hace la Casa Blanca de la llamada “guerra comercial” en simultáneo con la militar existe, pero es relativo y no absoluto. Es decir, hay adversarios políticos con los cuales las negociaciones comerciales han avanzado positivamente y, a su vez, aliados políticos con los cuales se han complicado.
La invasión rusa a Ucrania, que tuvo lugar casi tres años y medio atrás, se prolonga sin final a la vista. El plan inicial de Trump era imponer tanto a Rusia como a Ucrania una tregua bajo la presión económica y militar estadounidense. Si Rusia no aceptaba, Estados Unidos normalizaría el flujo de armamentos hacia Ucrania. Si esta no lo hacía, se mantendrían e impondrían mayores restricciones en el apoyo militar.
Más allá de las declaraciones de Francia y el Reino Unido de que podrían desplegar cincuenta mil hombres en apoyo de Ucrania, esto sigue siendo poco probable, aunque el primer ministro británico, Keir Starmer, lo acaba de ratificar.
Quizás lo único que obtuvo Trump de Kiev sea el acuerdo para la explotación de las “tierras raras”, algo que es relevante para la administración estadounidense.
En los últimos días, el presidente estadounidense intimó a Putin a que adopte una actitud más negociadora. El presidente ruso, a su vez, se limitó a reconocer la importancia de esta intimación.
Para el conflicto de Israel en Gaza y Cisjordania, el plan también era un cese del fuego aceptado por ambas partes. Mantener o quitar el apoyo estadounidense a Israel era un instrumento central, pero esto no funcionó. Israel mantuvo sus operaciones para terminar de destruir a Hamás y Hezbollah, las que continúan en desarrollo (en tres meses el ataque terrorista de la primera a Israel cumplirá dos años). Los “daños colaterales” se mantienen e intensifican, como lo muestra el ataque a la única iglesia católica de Gaza, en la que fue herido un sacerdote argentino que solía estar en contacto diario con el Papa Francisco, como informó Claudia Peiró en este medio.
Pero las operaciones militares en Siria continúan e Israel está operando militarmente en apoyo de una minoría aliada, los drusos -una secta de origen musulmán y de carácter hermético que surgió en el siglo XI- frente a la opinión contraria de Washington. Concretamente, mientras las milicias que constituyen el nuevo ejército sirio -apoyadas por Estados Unidos- atacaban a los drusos en el sur del país, las fuerzas israelíes los defendieron bombardeando su comando militar en la capital, Damasco.
En cuanto a Netanyahu, se encuentra en una situación políticamente inestable, al exigirle a parte de sus legisladores ultraortodoxos que transformen en ley la no eximición al servicio militar de ellos. En medio de esta crisis surge el conflicto con Irán, que compromete directamente a Estados Unidos en operaciones militares. Washington ha bombardeado a dicho país con bombas anti-búnker y su traslado hasta el blanco por medio aéreo, una operación que Israel por sí solo no estaba en condiciones de realizar. El conflicto del estrecho de Ormuz, sobre el cual fueron disparados misiles por las milicias hutíes del extremo sur de Yemen, está afectando el flujo marítimo del petróleo a través del canal de Suez. No se ha resuelto e incluso se ha intensificado, tanto sobre Israel como sobre la flota anglobritánica que patrulla el estrecho.
Estos primeros dos frentes militares estaban previstos hace seis meses, pero no el de Irán, que irrumpió de forma imprevista. Trump venía negociando con el régimen iraní un acuerdo para restablecer los controles internacionales a su plan nuclear. Esto no dio resultado y, con el apoyo israelí, Estados Unidos atacó las instalaciones iraníes. Pero el cálculo de Washington y Tel-Aviv fue erróneo. Se pensaba en la posibilidad de que un ataque de esta envergadura, que afectara las instalaciones nucleares iraníes, pudiera desatar una revuelta interna del pueblo iraní que llevará a un “cambio de régimen”.
Pero el nacionalismo en este país parece haberse revitalizado con el ataque. Estados Unidos, durante los meses transcurridos, eligió al emirato de Omán como copartícipe de su negociación con Teherán. Pero ahora quedan dos preguntas centrales sin responder. La primera es cual es la magnitud de los daños al programa nuclear iraní tras el ataque estadounidense.
Al respecto hay informaciones contradictorias, desde que solo ha hecho retroceder su desarrollo en algunas semanas, hasta que el plan iraní se ha hecho inviable por los daños sufridos. Pero Trump ha decidido retomar las negociaciones con el gobierno iraní y ese es un indicio de que la capacidad nuclear de este país no ha sido destruida, sino afectada y demorada.
La otra pregunta es si este ataque ha incrementado la cantidad de países que buscan tener armas nucleares o, por el contrario, lo ha reducido. Al respecto hay solo conjeturas, pero no está claro si el mundo es más o menos seguro después del ataque a las instalaciones nucleares de Irán.
En este contexto, cabe analizar qué regiones del mundo enfrentan riesgos de escalar sus conflictos regionales. Hasta ahora no se han logrado contener los de Rusia y Ucrania, Gaza, Hezbollah y Yemen, y a su vez ha irrumpido uno nuevo, el de Irán. En Europa, el mayor riesgo de conflicto quizás esté antes en los Balcanes que en las ex repúblicas soviéticas que rodean a Rusia. El proyecto de reconstruir la “Gran Serbia”, central en la precipitación de la guerra en esta región hace tres décadas, se está reactivando.
En Asia, el incidente militar aéreo entre India y Pakistán -dos potencias nucleares- que tuvo lugar un par de meses atrás, fue contenido, pero el conflicto geográfico y étnico entre estos dos países subsiste.
En torno a China, la presión sobre Taiwán realizada a través de despliegues y ejercicios militares se intensifica, pero la gran potencia asiática por ahora no tiene interés en escalar el conflicto. Filipinas, a su vez, tiene “roces” militares con China en el área marítima, mientras que Corea del Norte acaba de ratificar su firme alianza militar con Rusia en la guerra con Ucrania y continuará participando de la misma.
A su vez, en África, Francia ha denunciado que la presencia de mercenarios rusos ha contribuido a la caída de tres gobiernos aliados de París: Mali, Níger y Burkina Faso. En cuanto a Europa, la Cumbre de Jefes de Estado de la OTAN realizada en Holanda ha salvado la existencia de la institución, pero no ha resuelto sus diferentes problemas internos. Formalmente, los 32 países han asumido el compromiso de elevar su gasto militar al 5% de su PBI para 2035. Pero el grado de voluntad es diferente y uno de los países de la alianza (España) ya ha manifestado que no cumplirá este compromiso, sin consecuencia política alguna. Gran Bretaña y Francia, siendo los dos países europeos con capacidad nuclear, están dispuestos a tomar decisiones fuera de la OTAN, pero buscando su consenso.
Junto con Alemania, conforman el llamado “Grupo de amigos de Ucrania” y ratifican su voluntad de mantener el apoyo a Kiev aunque esto los obligue a intervenir militarmente, algo que no parece estar dispuesto a realizar el gobierno estadounidense. Ucrania ya habría comenzado a recibir misiles Patriot de Estados Unidos, que cuestan tres millones de dólares cada uno, mientras que Alemania ha comenzado a financiar la campaña antiaérea ucraniana. Por su parte, China recibió en Beijing a sus socios de la Organización de Cooperación de Shanghai, a la que algunos ven como un esbozo de una “OTAN” de Asia. Les pidió “mecanismos de respuesta” ante “las amenazas y desafíos de seguridad global”. Participaron del encuentro los cancilleres de Rusia, Irán, India, Pakistán, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. En los hechos, se trató de una manifestación de influencia regional por parte de China.
En conclusión, Trump cumple seis meses en el poder sin haber obtenido grandes logros en lo estratégico-militar.
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