
Ratios precio-beneficios (PER, por sus siglas en inglés) elevados, subidas de impuestos y guerras regionales. ¿Qué tienen todos estos elementos en común? Según la sabiduría popular, que son negativos para las bolsas.
La mayoría de los inversores no se cuestiona esa premisa. Sin embargo, la información que todo el mundo conoce suele ser falsa y ser consciente de ello es una ventaja. Pongámoslo a prueba como si fuéramos científicos. En las siguientes líneas, analizaremos algunas creencias populares en nuestro “laboratorio”.
Solo una pequeña parte de lo que vemos es realmente novedoso. Los registros históricos nos permiten refutar una buena parte de las afirmaciones con datos, y la mayoría no superan la prueba.
Analicemos, por ejemplo, el principio de que los PER altos perjudican a las acciones, y viceversa. Este argumento se puede cuestionar fácilmente, pero ¿cómo? El Merval está sesgado por su relación con el peso y, dado que no cuenta con un historial representativo, el S&P 500 estadounidense (en USD) resulta una mejor opción para realizar análisis gracias a su dilatada y rigurosa trayectoria.
En lo que respecta a las subidas de impuestos, no son necesariamente malas para las bolsas
Desde 1926, la relación media entre precio y beneficios (precio dividido entre los beneficios del año anterior) de las acciones estadounidenses se sitúa en 17,7. El dato mensual superó esa cifra en 476 ocasiones hasta mayo de 2024 y, en los siguientes 12 meses, el S&P 500 bajó 139 veces y subió 337, es decir, obtuvo ganancias con una frecuencia del 70,8%. Justo lo contrario de lo que sostiene la creencia popular. Además, tras los 705 meses en que los PER se situaron por debajo del promedio, la renta variable se revalorizó el 78.4% de las ocasiones. Todos estos ejemplos ponen en evidencia que la renta variable suele subir con más frecuencia de la que baja y que los PER no tienen ninguna influencia en este fenómeno.
Veamos ahora si, como se suele creer, es cierto que la rentabilidad de enero pronostica los resultados de todo el año. Para ello, recurriremos de nuevo al S&P 500 estadounidense (en USD). Desde 1926, la coincidencia de un enero y un año buenos se ha dado en 52 ocasiones, el 53% de los años. ¿Es suficiente para confirmar el valor predictivo de enero? Rotundamente, no. Solo indica, de nuevo, que las acciones suben con más frecuencia de la que bajan. Y, si bien no es habitual que cuando enero es positivo, el resto del año sea negativo (solo ha ocurrido 9 veces), cuando el primer mes ha sido negativo, ese año ha cerrado con pérdidas 17 veces y 21 con ganancias, una ligera diferencia. O sea, que su capacidad para anticipar cómo irá el año es igual a la que tendríamos si lanzáramos una moneda al aire.
La historia desmiente, asimismo, muchos temores populares relacionados con la inversión. Entre otros, los relacionados con los déficits comerciales, las guerras regionales o los desastres naturales.
Invertir no se trata de certezas, sino de probabilidades, y es el compartimiento del mercado en el pasado el que ayuda a estimarlas
En lo que respecta a las subidas de impuestos, tampoco son necesariamente malas para las bolsas. En el Reino Unido, la renta variable está avanzando a buen ritmo a pesar del aumento del gravamen sobre los salarios de abril. Por su parte, el Merval también repuntó en 2021, a pesar de que la carga fiscal sobre sociedades en Argentina subió hasta alcanzar uno de los niveles más altos del mundo. Y podríamos seguir dando numerosos ejemplos, pero la historia no se repite nunca de la misma manera. Invertir no se trata de certezas, sino de probabilidades, y es el compartimiento del mercado en el pasado el que ayuda a estimarlas. Así, si la gente dice que algo afecta a las acciones, pero resulta que los datos muestran que se han logrado buenas rentabilidades el 70% del tiempo, hay una alta probabilidad de que dicho factor no sea negativo.
En definitiva, no se puede descartar la creencia popular, pero se puede analizar qué otras cosas han pasado ese 30% de las veces restantes en que ese factor ha resultado negativo. Quizá haya sido una casualidad o quizá había otra característica diferente en juego. Por lo tanto, conviene revisar si esa otra condición ha sido sistemáticamente desfavorable. En caso afirmativo, tal vez haya una razón económica para ello. Quien la encuentre, dispondrá de información valiosa que pocos conocen, lo cual le aportará una enorme ventaja.
Los mercados descuentan la información conocida por todos, incluidos los mitos y creencias habituales. Por eso, a la hora de invertir, cuando se toma conciencia de que la creencia popular puede ser errónea, se abre un mundo de oportunidades para sacar partido de las sorpresas que están por venir.
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