La inteligencia artificial ya entró en las aulas argentinas (aunque nadie la haya invitado)

Mientras en países como Estados Unidos, China o Canadá ya existen experiencias educativas que demuestran mejoras concretas gracias al uso pedagógico de la IA, en Argentina más de la mitad de los chicos la usan, pero sin guía

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El 58 % de los chicos
El 58 % de los chicos argentinos ya usa herramientas de IA para estudiar (Imagen ilustrativa Infobae)

Según el último informe de Kids Online (UNICEF/UNESCO), el 58 % de los chios argentinos ya usa para estudiar herramientas de inteligencia artificial, como el ChatGPT de OpenAI, pero lo hace sin acompañamiento ni marco institucional. En el aula, muchas veces se prohíbe su uso. En casa, se recurre a ella sin saber cómo, sin filtros y sin una estructura que les enseñe a pensar mejor.

Así, los chicos están cada vez más expuestos a un universo que, sin acompañamiento, puede ser más riesgoso que provechoso. Esto es lo que expertos dieron a llamar la deuda cognitiva, lo que pasa cuando usamos la IA para resolver tareas sin procesar nada por cuenta propia.

Según estudios del MIT, al escribir con ayuda de IA, la conectividad neural cae un 55%, y el 83% de los estudiantes que usaron IA para redactar un texto no recordaban nada de lo escrito minutos después.

Lo más grave es que empezamos a atrofiar algo clave: nuestra capacidad de pensar por nosotros mismos. Si ya es preocupante en adultos, en educación es aún peor, porque los chicos están en pleno desarrollo cognitivo.

A pesar de que cuando hablamos de IA en educación solemos centrarnos en los chicos, también necesitamos mirar a quienes sostienen el aula todos los días. Cada vez más maestras y maestros prueban herramientas de IA para preparar clases o buscar ideas. Pero lo hacen sin formación específica y sin guía. Muchas veces, con más preguntas que respuestas. Lo mismo sucede con las instituciones educativas, que en gran medida se sienten abrumadas sobre cómo abordar estos desafíos ante un avance tecnológico al que no le pueden seguir el ritmo.

Qué está funcionando en el mundo

En Estados Unidos, por ejemplo, Alpha School logró posicionar a sus estudiantes en el 2 % superior del país. ¿Cómo lo hicieron? Integraron tutores de IA personalizados, lo que les permitió alcanzar los mismos objetivos educativos en un 30 % menos de tiempo.

En China, el caso de Squirrel AI muestra cómo la IA puede ser una herramienta de equidad. Allí, alumnos de zonas rurales mejoraron un 40 % su rendimiento en exámenes, cerrando brechas históricas con estudiantes urbanos.

En el Reino Unido, la experiencia de Canterbury High School reveló un impacto directo en la calidad de la escritura: al automatizar parte de las correcciones con IA, los docentes pudieron devolver más trabajos por trimestre y con mejores devoluciones. Resultado: ensayos más claros, argumentación más sólida.

Y en Canadá, el distrito escolar de Toronto vio mejoras sostenidas en educación especial. Gracias a herramientas con IA, los alumnos no solo mostraron un 25% más de compromiso con el aprendizaje, sino avances medibles en su progreso académico.

Primeros desarrollos locales en Argentina

Ante este panorama alentador, en Argentina están surgiendo los primeros proyectos nacionales que buscan adaptarse a ese escenario sin perder la esencia pedagógica. Un ejemplo, del que tengo el honor de formar parte, es Auroria, una herramienta que adapta las respuestas de la IA a la currícula y los valores de cada escuela y ofrece funcionalidades diferenciadas.

Por ejemplo, entre algunas de sus funcionalidades, los estudiantes pueden preguntar en un entorno seguro y adaptado según edad, estimulando el pensamiento crítico y no obteniendo directamente la respuesta. En el caso de los docentes, pueden ver cuáles son los temas que generan más preguntas para poder enfocar sus clases donde hay más dudas. Y en relación a los directivos, una herramienta de gran valor es que pueden recibir alertas por palabras de riesgo y actuar ante casos donde haya algún peligro real con un alumno.

Estos no son experimentos futuristas: son ejemplos reales de cómo la IA puede mejorar el aprendizaje, personalizar la enseñanza y aliviar la carga docente. La clave no está en la tecnología, sino en cómo se la integra pedagógicamente.