
Hay un dato que incomoda y obliga a la acción: nueve de cada diez jóvenes argentinos confiesan tener serias dificultades para conseguir trabajo, según una investigación que realizamos junto a Junior Achievement. La brutalidad de esta simple estadística es la punta de un iceberg mucho más profundo y complejo.
Por un lado, según los resultados de las pruebas PISA, más del 70% de los estudiantes no alcanza los niveles mínimos en matemática y más del 50% enfrenta problemas para comprender lo que lee. Por otro, siete de cada diez empresas argentinas no encuentran el talento que necesitan. La conclusión es desoladora: nuestros jóvenes egresan del sistema educativo sin las herramientas básicas para ingresar a un mercado laboral que, paradójicamente, demanda personal.
Pero esto es solo una foto del presente; es una hipoteca sobre nuestro futuro. Miremos solo diez años hacia adelante. El avance tecnológico va a transformar radicalmente la forma en que trabajamos y nos relacionamos. No sabemos cuál va a ser el impacto total, pero sí podemos esbozar qué habilidades serán vitales: los nuevos trabajos van a demandar capacidades eminentemente humanas como el pensamiento crítico, la creatividad, la capacidad para trabajar en equipo, la empatía, la adaptabilidad para navegar entornos volátiles e inciertos y una gran inteligencia emocional para gestionar la ansiedad inherente al cambio constante.
Más del 70% de los estudiantes no alcanza los niveles mínimos en matemática y más del 50% enfrenta problemas para comprender lo que lee
Entonces, la pregunta se vuelve inevitable: si con las currículas actuales, nueve de cada diez jóvenes no consiguen empleo, ¿qué estamos esperando para discutir seria y profundamente sobre el futuro que les estamos legando? Si no actuamos hoy, los chicos que actualmente cursan quinto grado enfrentarán un panorama laboral para el cual no tendrán herramientas, quedando masivamente excluidos.
El sistema educativo no solo tiene un déficit en las habilidades mínimas de lectoescritura y pensamiento lógico-matemático, sino que tampoco prepara para un mundo donde el conocimiento es un bien colectivo y la creatividad es fruto de una sinergia de equipos. Se sigue priorizando el desempeño individual en un modelo que fomenta la acumulación de datos, en lugar de la investigación, el debate y la crítica. Los futuros egresados de un sistema que parece diseñado para preservar el statu quo, solo podrán aportar valor si logran desafiar las reglas y provocar disrupciones de pensamiento.
En el estudio "Argentina 2035: el futuro del trabajo comienza a definirse hoy" liderado por ManpowerGroup con la participación de más de 40 líderes de empresas, universidades y ONGs, se urge a abrir este debate con una mirada puesta en la inclusión. Porque es a la luz de las cifras alarmantes que hemos repasado que la inclusión cobra su verdadero y urgente significado. Incluir es el paso que debemos dar como sociedad para no arrebatarle a nuestros hijos la oportunidad de prosperar. Incluir significa proveer las herramientas para que las personas puedan ser empleables en un mercado cada vez más competitivo. Incluir implica empresas más innovadoras, productivas y competitivas.
El camino no es fácil, pero la inacción es un lujo que no podemos permitirnos. Detrás de cada joven que no consigue trabajo hay un talento desperdiciado y detrás de cada empresa que no cubre un puesto, hay una oportunidad de crecimiento perdida. Argentina tiene la capacidad de redefinir su destino laboral, pero esa oportunidad exige decisión, acción y, sobre todo, una visión compartida. El debate debe comenzar ya.
El autor es Director General y Presidente de ManpowerGroup Argentina y Director de Talent Solutions para Latinoamérica
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