Piazzolla, la gran creatividad en la década del 60: los lugares de culto y el reconocimiento internacional

La década de 1960 fue la de mayor creatividad, tal como lo demuestra claramente su desempeño en ese tiempo y lo decía el propio Astor

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Piazzolla fue compositor, arreglador, pianista,
Piazzolla fue compositor, arreglador, pianista, bandoneonista y director

Piazzolla fue compositor, arreglador, pianista, bandoneonista, director y en esta página nos referiremos a la primera de sus facetas que lo llevaron a ser uno de los más grandes creadores del siglo XX. Astor se crio escuchando tango dado que a Nonino (Vicente, su padre) le apasionaba. En su casa se escuchaba esa música y Nonino también lo entonaba. Cuando pequeño la familia se instaló en dos períodos en EE. UU. y por el barrio en el que vivieron escuchó música italiana, góspel, jazz, también Bach en las manos del pianista B. Wilda (vecino con quien tomó algunas clases). Allá también, por iniciativa paterna, comenzó a jugar y descubrir la geometría del bandoneón. Ya adolescente en Buenos Aires comenzó a frecuentar las mejores orquestas de tango, mientras estudiaba con su bandoneón y practicaba los tangos de los grandes como Anibal Troilo, cuya orquesta integró luego. A la par tomó clases de piano y composición durante años con Alberto Ginastera y tras obtener un premio viajó a París donde su maestra fue la mítica Nadia Boulanger, una de las más grandes pedagogas del siglo XX. Desde joven tuvo inquietud por componer tanto que realizó arreglos de tango para Troilo alguno de los cuales fue premiado.

La década de 1960 fue la de mayor creatividad, tal como lo demuestra claramente su desempeño en ese tiempo y lo decía el propio Astor (recordado por Gorín en sus memorias). Fue una etapa llena de luces. Los últimos meses de 1959 y los 60 constituyeron la gran revolución creativa de nuestro autor. También de su reconocimiento internacional.

Piazzolla siempre necesitó rodearse de músicos de fuste no solo para la interpretación de sus trabajos, sino para que lo estimularan a componer. El “Quinteto Nuevo Tango”, que formó en 1960, fue uno de esos casos. El grupo se mantuvo durante 14 años, aunque en ese período integró otros más grandes. Originalmente, el violín era de Bajour, pero cuando dejó el conjunto para integrar la Sinfónica de Cuba, Piazzolla le pidió a Elvino Vardaro (destacado violinista) que lo reemplace y este lo hizo hasta que, por motivos de salud, no pudo continuar. Piazzolla entonces comenzó a hacer los solos de violín con su bandoneón hasta la llegada de otro destacado violinista que fue Antonio Agri, (misma escuela de Vardaro) y provenía de la Sinfónica de Rosario. Agri dejó su impronta imborrable en aquel Quinteto. El bajista convocado fue Enrique “Kicho” Diaz, histórico compañero de Piazzolla en la orquesta de Troilo. Para Astor, “el padre de todos los contrabajistas”. Con un gran sentido del tempo, era un músico impar. El primer pianista fue Jaime Gosis “el Ruso”, conocedor de tango como de jazz. Personaje dueño de un toque muy especial, lograba sonidos increíbles sobre los marfiles. Desde 1962 alternaba con Osvaldo Manzi, tanguero de raza. El primer guitarrista fue Horacio Malvicino y su sucesor fue Oscar López Ruiz, músico de jazz de 21 años que no creía estar a la altura del desafío, pero luego demostró que sí. Tocó en forma alternada hasta 1984. Los vocalistas fueron Nelly Vazquez y Jorge Sobral. Héctor de Rosas, luego de 18 meses, reemplazó a Nelly.

El conjunto hacía sus ensayos en un sótano de la calle Montevideo propiedad de los abuelos del músico de jazz Sergio Mihanovich (tío de Sandra y Vane Mihanovich) Me contó Vane que, cuando adolescente, su abuela le daba la llave del lugar y él iba en horario de colegio y escapada mediante, a tocar en el Blutner vertical que había. También menciona que estuvo Charles Aznavour, Lalo Schifrin (quien falleció hace 8 días a los 93 años), Jorge Navarro, entre otras figuras. Personalidades como Bing Crosby, Maurice Chevalier y posteriormente Felipe, duque de Edimburgo, habían estado allí. Este último era amigo de Alex Mihanovich, hermano de Sergio. Pero además, era necesario un local donde presentar su música y este fue El Jamaica, un reducido club nocturno que le ofrecía un contrato para su nuevo Quinteto, estaba en la calle San Martín y llego a convertirse en faro y lugar de cita para los aficionados a la buena música. Allí tocó Salgán y concurrieron muchos artistas extranjeros como Ella Fitzerald, guitarristas como Wes Montgomery, Jim Hall, la actriz Marlene Dietrich y Burt Bacharach. Las presentaciones en el Jamaica realizaron durante todo el 61. Allí tocaban también G. Kerestezachi y el nombrado S. Mihanovich. Era un lugar de culto para concurrentes Y músicos atraídos para escuchar o tocar alguna vez. El ingeniero Matrajt, conocido de Astor, concibió la idea de otro lugar ubicado en Tucumán 676, con bastante mayor capacidad (150 personas) que fue adquirido por el nombrado y su socio Tenaglia. Allí Piazzolla inauguró el Club 676, que se transformó en el 676, donde tocó desde abril de 1962 hasta el año siguiente. En ese lugar Piazzolla alternaba con grupos de Jazz como el Quinteto de Sergio Mihanovich (con el Gato Barbieri en saxo tenor y Oscar Lopez Ruiz en la guitarra) y el trio de Jorge Calandrelli. Las presentaciones en el 676 fueron determinantes para Astor. Matrajt recuerda el religioso silencio que se instalaba en la sala cuando el grupo de Piazzolla hacía sus presentaciones. El 676 dejó su huella entre el público habitué y permitió a nuestro autor codearse con orquestas destacadas como la de Cámara de Israel, la Sinfónica de Filadelfia, el Cuarteto Vegh, el “Modern Jazz Quartet”, Tommy Dorsey con su orquesta. Músicos como el talentoso violinista americano Isaac Stern. También concurrió el paradigmático Friedrich Gulda, pianista académico austríaco que ganó el concurso de Ginebra a los 16 años y cuya única alumna fue Martha Argerich. El mismo había dado ya conciertos en el Teatro Colón. Además, tenía devoción por el jazz. Por caso, en 1955, luego de un concierto en N York, se apareció en el célebre club Jazz Birdland y tocó el piano hasta la madrugada. El infaltable Mono Villegas, el cantante João Gilberto eran otras de las figuras. Piazzolla ya tenía admiradores internacionales y la incorporación de estos, que salían encantados, lo estimulaba más aún. Cuando Stan Getz fue a familiarizarse con el 676 antes de la presentación con su Cuarteto, Piazzolla estaba tocando con el Quinteto. Se sentó como público y quedó maravillado con lo que escuchaba. Días después (septiembre de 1965) ambos grupos cubrían la velada en el histórico lugar. Getz deslumbró al público a tal punto que Piazzolla se negó a hacer una segunda entrada, tal como lo recuerdan Coller y Azzi. La admiración era recíproca y como si esto fuera poco, Getz le pidió a su vibracionista Gary Burton, que interpretara “My funny Valentine” como solista y Piazzolla quedó impactado con semejante talento. Burton tampoco olvidó a Piazzolla y dijo de él: “escuchar a Piazzolla fue algo sorprendente, su música era muy diferente. Todos estábamos impresionados por su estilo moderno y progresivo”.

En esa década nuestro autor compuso “Decarísimo” (1961), “Buenos Aires Hora Cero” (1963) que rompe con la estructura del tango y la duración e incorpora sonidos atípicos. Se refiere a la atmósfera de la noche de Buenos Aires, un cierto misterio que acompaña el “walking bass” y fugas que evocan el barroco. Se oyen sirenas, como de ambulancia, una alarma, emergencia. “Fracanapa” (1963) (ocurrente anagrama y contraposición con el tango ortodoxo), “Revirado” (1963), “Calambre” (1961), antecedente de la inspirada fuga en la obra teatral “María de Buenos Aires”. “Los poseídos”, que integra la segunda parte de “Maria de Buenos Aires” (1968), “Fuga y Misterio” (1968) que también integra la operita (es un ejemplo de la construcción académica de la fuga y fue cortina en el programa “Tiempo Nuevo”, del periodista B Neustadt), “Nuestro Tiempo” (1962), “Verano Porteño” (1965). También las secuencias del Angel y del Diablo. En los últimos meses de 1959 compuso la “Balada para un loco” la cual, con la letra de Horacio Ferrer y en la voz de Amelita Baltar, constituyó un antes y un después en la historia del tango (Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese que sé yo. ¿ viste..?). La audaz Michelangelo 70, entre tantas otras.

En 1965 Piazzolla ya sonaba como buena música, aunque controvertido aquí. El presidente Ilia invitó al Quinteto para visitar EE. UU. y Brasil para difundir la cultura argentina. Cuando estaban en Washington fueron con Gosis y López Ruiz a escuchar al saxofonista Cannoball Adderley quien tocaba con su quinteto y cuando Piazzolla se presentó el primero exclamó Dios mío, tengo todos tus discos. Tras un concierto en N York, el crítico Robert Shelton del NY Times alabó la imaginación y los timbres instrumentales del Quinteto. En la misma NY, Jim Hall, que había conocido a López Ruiz en Bs As, lo invitó a asistir a la grabación de un LP con el saxo de P Desmond, Piazzolla fue con él. Otro invitado al estudio fue el baterista Connie Kay del M Jazz Quartet y al notar la presencia de Astor abrió las puertas del recinto y gritó a los músicos “No se imaginan quién está aquí…” (cuenta López Ruiz… Parecía que estaban frente al Mesías… lo abrazaban, lo tocaban, le hablaban todos a la vez).

Natalio Gorin refiere que cuando Piazzolla le comentó que cuando grabó con Lalo Schifrin el Concierto para Bandoneón y Orquesta en Estados Unidos (1987), “todos los músicos se pusieron de pie y nos aplaudieron a Lalo y a mí, cosa que es algo muy difícil que ocurra en una grabación por la frialdad del aislamiento, no hay público, no hay que quedar bien con nadie. Eso significa un reconocimiento muy lindo. Pasaron los años y mi música ha tomado cierta popularidad. Quiere decir que mi lucha no fue en vano, que la gente busca cosas buenas”.

El sábado 4 de julio de 1992 Astor Piazzolla ‘entró en el gran mar¨, como llamaban los florentinos a la muerte y aquí lo recordamos.