Cuidar, escuchar, respetar: un decálogo del buen trato

El 15 de junio fue el Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, una fecha clave que nos propone el desafío de recapacitar y evaluar qué lugar ocupa este sector etario en cada familia y en la sociedad en su conjunto

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Entre 2019 y 2030 se
Entre 2019 y 2030 se prevé que el número de personas de 60 años o más aumente en un 38% (Imagen ilustrativa Infobae)

Por primera vez en la historia de la humanidad habrá más personas mayores de 60 años que menores de 15. De acuerdo las Naciones Unidas, entre 2019 y 2030 se prevé que el número de personas de 60 años o más aumente en un 38%, de mil millones a 1,4 mil millones, superando en número a la juventud a nivel mundial, y este crecimiento será especialmente mayor y más rápido en las regiones en vías de desarrollo, por lo que se requiere que se preste más atención a los desafíos específicos que afectan a las personas mayores, incluso en el campo de los derechos humanos.

Esto se debe a que la población mayor crece a un ritmo tan acelerado que no da espacio para instituir los cambios necesarios en el seno de las familias e incluso a nivel de los sistemas de salud e instituciones de alojamiento y cuidado que den respuesta a estas necesidades.

Hoy en las familias conviven hasta cuatro o más generaciones, con escasos o nulos recursos de apoyo y cuidado para los mayores, y esto en muchos casos no se debe a un abandono, sino a la necesidad imperiosa de trabajar para poder sostener la estructura familiar.

Prepararse para este cambio en la sociedad pudiendo convivir en armonía en un clima de buen trato y respeto es fundamental para seguir creciendo en calidad humana.

Aun así, el maltrato a las personas mayores es un problema social que existe en los países en desarrollo y desarrollados, pero no se registran estadísticas ni se evalúa pertinentemente qué hacer al respecto. Además de las formas más visibles -como el abuso físico, psicológico o financiero-, existen situaciones cotidianas que también pueden implicar maltrato, aunque pasen inadvertidas o sean inconscientes. Entre ellas, cuando se toman decisiones por una persona sin consultarla, cuando se infantiliza con diminutivos o con un trato inapropiado, cuando se le asignan tareas a alguien disponiendo de su tiempo sin consultarle, cuando no se le permite expresarse o disponer de su tiempo libremente, cuando una persona mayor enferma y debe esperar meses para una consulta que es vital para su salud, o cuando no consiguen acceso a los servicios de salud y se los deja esperando largas horas en salas de urgencia, entre otras.

Valorar a las personas mayores dentro de la sociedad será posible si pueden sentirse escuchados, respetados e importantes para las personas con las que conviven. Tienen mucho para dar. La experiencia no es un bien que se compra, pero sí que se puede transmitir. Una persona mayor dentro de la estructura familiar es quien trasmite la historia de esa familia de generación en generación. Su historia de vida y sus experiencias pueden ser una trasmisión de legado muy valiosa para quien lo recibe -al capitalizar esas experiencias para su propia vida- y a la persona mayor le permite trascender, sentir que su historia de vida es útil para otros. El sentido de trascendencia permite aportar el valor de una vida con propósito.

Construir un presente y un futuro con buen trato hacia las personas mayores requiere, antes que nada, revisar nuestras propias actitudes cotidianas. El respeto se practica en los gestos pequeños: al preguntar antes de decidir por ellos, al aceptar sus elecciones, incluso si no las compartimos del todo.

Se trata también de pedir ayuda sin imponer, de no disponer de sus bienes como si ya no los necesitaran, de estar atentos sin invadir, reconociendo que siguen siendo capaces de muchas cosas. Implica incluirlos en cada actividad familiar y social, pensar en ellos al planificar, agradecer su presencia y su aporte. Supone evitar cualquier forma de violencia –sea física, verbal o emocional–, fomentar su participación y evitar su aislamiento. Y, por sobre todo, cuidarlos como quisiéramos ser cuidados: con ternura, dignidad y respeto.

Porque el buen trato no es un acto excepcional, sino una forma diaria de vincularnos desde la empatía y la conciencia.