Las provincias argentinas y el agua: identidades, características y oportunidades

La geografía hídrica del país es tan extensa como variada. Esa diversidad brinda numerosas alternativas para aprovechar un bien cada vez más valorado en el mundo

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El glaciar Perito Moreno, en
El glaciar Perito Moreno, en las afueras de El Calafate (Foto: Reuters/Lucinda Elliott)

Argentina es, ante todo, un país de aguas diversas. Desde los glaciares de la Patagonia hasta los ríos colorados, desde las lagunas pampeanas hasta los arroyos de montaña en Cuyo, cada una de las 24 jurisdicciones provinciales tiene una relación única y particular con el agua. Y esa relación, muchas veces vista desde la necesidad o la urgencia —ya sea por exceso o por escasez—, puede ser también el punto de partida para una mirada estratégica que impulse el turismo, fortalezca las marcas regionales y refuerce la marca país.

La geografía hídrica argentina es tan extensa como variada. La selva misionera, con sus saltos y cascadas; la Puna jujeña, donde el agua aparece como sinónimo de vida; los esteros del Iberá, que albergan biodiversidad y mística; el Litoral con sus costas ribereñas; Córdoba, con sus balnearios serranos; los palmares entrerrianos, con sus aguas termales; o los ríos subterráneos de Mendoza y San Juan, imprescindibles para el desarrollo vitivinícola. En cada caso, el agua modela paisajes, define modos de vida y construye identidad.

Pero esa diversidad también abre oportunidades. Argentina tiene el potencial de posicionarse en el mundo no solo como productora de vinos o alimentos, sino también como generadora de aguas minerales premium con carácter de origen. Así como los vinos llevan el sello de su terroir, también las aguas minerales reflejan la geología, el clima y la historia del lugar donde emergen. Promover esta identidad hídrica puede dar lugar a una nueva industria basada en la calidad, la diferenciación y el valor agregado.

Asimismo, el agua es una fuente inagotable de experiencias turísticas y bienestar. El turismo de naturaleza, de aventura o de bienestar encuentra en el agua un aliado indispensable. Termas, rafting, kayak, pesca deportiva, navegación, baños rituales y termales, senderismo junto a cursos de agua o la simple contemplación de lagos y cascadas: todo esto atrae a visitantes que buscan conectar con lo auténtico. Integrar esta dimensión acuática en las estrategias provinciales de promoción puede enriquecer las propuestas existentes y atraer un público cada vez más consciente del valor del entorno natural.

Las capacidades de las provincias en términos productivos también deben ser sometidas a un riguroso estudio que le permita a cada distrito aprovechar de una forma sostenible. Agua para minería, para hidrógeno verde, para enfriamiento de Data Centers. Agua que es requerida en el mundo entero y que en cada provincia existe una respuesta. Con fundamentos técnicos y criterio ambiental, el agua de las provincias puede ser una fuente genuina de riqueza para sus habitantes.

Ahora bien, para que estas oportunidades se consoliden y generen desarrollo genuino, se necesita planificación y articulación. En primer lugar, cada provincia debe reconocer y poner en valor su propia identidad hídrica: saber de dónde proviene el agua, cómo se utiliza, qué riesgos enfrenta y qué potencial tiene. En segundo lugar, es clave promover una mirada regional: las cuencas hídricas no respetan límites políticos, y la gestión compartida del recurso exige cooperación entre provincias.

Finalmente, es imprescindible fortalecer la coordinación federal para realizar las obras de infraestructura necesarias —desde plantas potabilizadoras hasta sistemas de riego o drenaje— que garanticen el acceso al agua segura, la prevención de desastres y el uso sostenible del recurso.

La discusión sobre el agua en Argentina no puede reducirse solo a la crisis o a la emergencia. Debe ser parte de un proyecto de desarrollo más amplio que combine inclusión social, innovación productiva y sostenibilidad ambiental. Y para ello, hay que animarse a pensar el agua no solo como un recurso, sino como un elemento de identidad y una oportunidad estratégica.

Así como el vino argentino logró conquistar el mundo resaltando su diversidad de orígenes, también las aguas argentinas pueden abrirse camino como embajadoras de nuestros paisajes, nuestras culturas y nuestra manera de relacionarnos con la naturaleza. Cada provincia tiene algo que decir en este diálogo. Y quizás ha llegado el momento de escucharlo con atención.