
El padre John Joseph Lydon McHugh, ex rector de la Universidad de Trujillo nació en Canadá y se nacionalizó en el Perú donde hizo su carrera sacerdotal. Fue compañero y amigo de Robert Prevost, actual papa León XIV. Recientemente publicó una investigación y análisis de la Doctrina Social de la Iglesia. Recordemos que la segunda revolución industrial producida más o menos desde 1870 en adelante, para bien y para mal, cambió el mundo. Se caracterizó por la utilización de nuevas fuentes de energía con el petróleo y gas para el funcionamiento de las máquinas. La incorporación de grandes avances tecnológicos. Los modos masivos de producción y de trabajo. El capitalismo liberal. El surgimiento del proletariado y la situación de los obreros. Esta situación y otros aspectos humanos que surgieron como consecuencia de los nuevos tiempos dieron lugar a la célebre encíclica del papa León XIII Renum Novarum del año 1891. Esta examinó la nueva “cuestión social o cuestión del trabajo humano, o la situación de los trabajadores” que se extendería a todo el mundo.
En el año 2024 Lydon Mc Hugh le pidió a Robert Prevost que le hiciera el prólogo del libro editado por el Fondo Editorial de la PUCP, compendio titulado La Doctrina social de la Iglesia Católica. El prólogo del cardenal Prevost no se hizo esperar y lleva por título la interrogación que encabeza la presente nota que, consiste en un resumen del mismo, con breves comentarios, a tenor de la importancia que su palabra cobró a partir del 8 de mayo del presente 2025.
La cuestión obrera de León XIII a Francisco
Dice Prevost en el inicio del prólogo que “fue un gran…mérito del autor haber logrado sintetizar 130 años de reflexión eclesial acerca de cuestiones sociales”, haber “ordenado porque sigue la línea histórica —luego de haber hecho un análisis bíblico fundamental— desde la famosa encíclica del papa León XIII, Rerum novarum, hasta los más recientes documentos del papa Francisco, sin obviar ninguno y mostrando al mismo tiempo la conexión doctrinal que enlaza cada nuevo documento con los precedentes”. Destaca luego que “también tiene la calidad de ser un libro sistemático, porque pone de manifiesto desde el primer capítulo la línea ética de criterios y principios que han guiado y siguen guiando las reflexiones sobre las cuestiones sociales”.
De seguido se pregunta el entonces cardenal hoy pontífice norteamericano-peruano de la Iglesia católica universal: “¿Qué podemos aprender de una Doctrina social de la Iglesia católica?
Hacia una “doctrina aprendida” (de ad-hacia y prehendere: aprender el conocimiento) de suyo para la acción
”Escribo -dice Prevost- entre comillas “doctrina social de la Iglesia Católica”, y resalto la palabra aprender (las cursivas nos pertenecen) porque considero que uno de los peligros que acechan a la reflexión eclesial sobre cuestiones sociales es el olvido de esa conexión importante. Quiero decir que de la doctrina social de la Iglesia se aprende, y se aprende algo que está más allá de simples definiciones o conceptos para responder y salir al paso ante cuestiones polémicas o urgentes socialmente.” Y agrega: “El aprendizaje que nos proporciona el estudio sereno de la doctrina social de la Iglesia no va tanto a la memoria para aprender cosas que no deben ser olvidadas, sino al modo de acercarnos a la sociedad y a las personas.” Al movimiento, dice este cronista.

¿Qué es doctrina?
“La doctrina social de la Iglesia quiere ayudarnos a acercarnos a los problemas sociales de un modo que sea el más saludable, el que busque el bien respondiendo positivamente a cada problema. Pero, hemos de decir que el primer escollo que se nos presenta para realizar este camino es precisamente el nombre de este modo de acceso a los problemas sociales, me refiero al nombre de doctrina”, dice Prevost.
“Quizá -agrega este -cuando escuchamos la palabra «doctrina», nos viene a la mente la definición clásica: un conjunto de ideas propias de una religión. Y con esta definición nos sentimos poco menos que libres para reflexionar, cuestionar o buscar nuevas alternativas. La palabra doctrina parece que nos exige la obediencia intelectual hacia algo que no podemos cuestionar y que debemos aceptar, aunque no estemos de acuerdo. La palabra doctrina, en el mundo de lo políticamente correcto que nos ha tocado vivir, parece la palabra políticamente más incorrecta para acercarnos a los problemas sociales. Sin embargo, debemos purificarla de significados espurios y defender su uso, aun en las circunstancias actuales en donde todos quieren escuchar respuestas, pero por ninguna parte quisieran oír una doctrina.”
¿Mediante la “doctrina” se pretende adoctrinar?
De este modo, “una doctrina no es una opinión, sino una tentativa de alcanzar la verdad respecto a un tema.”
“Si bien la palabra doctrina representa un ideario religioso, por otro lado, también conserva el significado de materia o ciencia. Todavía podemos defender el significado de doctrina como un cierto saber; y a partir de esto tratar de comprender por qué la reflexión eclesial sobre asuntos sociales se presenta como una doctrina. Por ello, si tomamos el segundo significado, el de ciencia, materia o saber, toda doctrina busca trasmitir un conocimiento seguro, ordenado y sistemático respecto a algo. Toda doctrina representa de este modo una reflexión seria, serena y rigurosa respecto a un objeto de estudio.
“No debemos juzgar precipitadamente el término doctrina. La doctrina social de la Iglesia no pretende «adoctrinar» a las personas que buscan respuestas en la reflexión eclesial. El adoctrinamiento es inmoral, evita el juicio crítico, atenta contra la libertad sagrada del respeto a la propia conciencia —aunque sea errónea— y se cierra a nuevas reflexiones porque rechaza el movimiento, el cambio o la evolución de ideas frente a nuevos problemas.”
¿Nos sirve la doctrina para evaluar la realidad actual (los dramas vividos en todo tiempo) usando los principios éticos surgidos de esa realidad social pasada?
“Es la seriedad, la rigurosidad y lo que debemos aprender de toda doctrina. Y respecto de la doctrina social de la Iglesia, en el presente libro encontraremos en cada capítulo la oportunidad de comprobar lo que les estoy diciendo.
La doctrina es la luz para saber cómo abordar los problemas
Me permito -dice el prologuista -citar unas palabras del autor que prueban su recta intención: «La doctrina social no existe para hacer un estudio de la historia, sino para que podamos aplicar a la realidad actual los criterios de evaluación y los planes de acción usando los principios éticos iluminadores que han surgido en el crisol del drama vivido en todo tiempo».
“El autor -prosigue Prevost -nos enseña a reconocer que más importante que los problemas, o las respuestas a ellos, es el modo de acercarnos a dichos problemas con verdaderos criterios de evaluación y con auténticos principios éticos o morales. Es decir, es el modo de acercarnos a los problemas el verdadero aprendizaje”.
“… Los problemas… son siempre distintos… La doctrina social de la Iglesia pretende favorecer un verdadero acceso a las cuestiones sociales, no pretende alzar la bandera de la posesión de la verdad, ni en cuanto al análisis de los problemas ni respecto a la resolución de estos. En cuestiones sociales es más importante el saber acercarse que el dar una respuesta apresurada…”.
¿Por qué la Iglesia se mete en las cuestiones sociales?
“¿Cómo podemos justificar que la Iglesia asuma como parte de su misión dar respuestas a cuestiones sociales? …Esta es una pregunta que tal vez requeriría otro libro, pero intentaré dar algunas ideas ayudándome de un párrafo que nos proporciona el autor con gran agudeza. Con mucha frecuencia se pregunta: ¿por qué la Iglesia se pronuncia sobre temas socioeconómicos y políticos? ¿No está la Iglesia solo para administrar sacramentos y reunir creyentes para orar en comunidad?”
“De hecho, esta interpretación «dualista» que considera que la realidad (la historia humana) anda por un camino mientras la religión anda por otro…Las dos ideologías influyentes y opuestas de nuestros tiempos…la de Karl Marx, que interpretó toda religión desde la óptica de este «dualismo». Para él, la religión solo apunta hacia el cielo y no hacia la tierra, y por eso solo sirve para adormecer a la gente y evitar sus reclamos frente a las graves injusticias que soporta. La segunda ideología brotó del lado opuesto de Marx, de la filosofía liberal, que mantiene que toda religión es un asunto privado, sin voz ni opinión válida en los campos socioeconómicos y políticos. En la medida en que la Iglesia critica a un gobierno por no respetar los derechos humanos, por el trato hacia los pobres, por la contaminación del medio ambiente, etcétera, con frecuencia los políticos responden: quédense en sus sacristías.”
Vigencia y decadencia del liberalismo en un país neocolonial
Las utopías -dice este cronista- de esas ideologías son tan falsas que no se pueden demostrar la posible igualdad de todos y el liberalismo no puede demostrar que la libertad de mercado posibilita un mundo mejor, al punto de reducir las brechas entre una minoría de ricos y una mayoría de pobres. El gran drama. El marxismo en tanto ideología esta extinguido y el liberalismo o libertarismo para evitar su decadencia impulsa banderas igualmente falsas. Como que “el ajuste en materia económica no lo pagan los que tienen menos” o que “la flexibilización laboral y previsional promoverá el desarrollo industrial” o que “con más deuda externa seremos libres” o que con “deficit cero seremos ricos”. Lo cierto es que se equivocó Santos Discépolo. Pero ese es un problema argentino y nos vamos del tema que el cardenal Prevost dirige al pueblo fiel.

Una conciencia crítica y un dogmatismo flexible
“La Iglesia asume un rol que no le competería si las respuestas a las cuestiones sociales fueran de verdad en favor del hombre y de la humanidad. Pero los análisis ideológicos, si nos acercamos a ellos y los analizamos seriamente, resultan en algún punto perjudiciales, porque olvidan que las cuestiones sociales, políticas o económicas son en el fondo cuestiones morales. La Iglesia no pretende que los gobiernos dirijan a sus ciudadanos con una encíclica social, sino que puedan acercarse verdaderamente a los problemas sociales como problemas morales y los analicen con criterios y principios morales. Esta es la motivación de la Iglesia: crear conciencia moral, con criterios morales, con principios éticos auténticos, respetando el juicio crítico de cada individuo y la autonomía de los pueblos y sus gobiernos. Como muy bien lo señala el autor en su libro: «una conciencia crítica es esencial para poder aplicar los principios de la doctrina social a la realidad de hoy»
Ni liberales ni marxistas
“Un gran párrafo -dice al autor del prólogo de la obra sobre la DSI de John Joseph Lydon McHugh -resume con claridad el motivo fundamental de por qué la Iglesia como sujeto reflexiona desde hace 130 años de forma directa y consciente acerca de los temas sociales más urgentes. Como bien dice el autor: “La respuesta de la Iglesia está motivada como respuesta a otras dos respuestas. Esto quiere decir que la respuesta de la Iglesia es algo así como una contra respuesta. Por un lado, responde al marxismo y, por otro, al liberalismo. Ahora bien, la razón por la que la Iglesia asume la función de responder a estas dos ideologías socioeconómicas y políticas es la de recordar al mundo que no podemos caer bajo el predominio ideológico, sea cual fuera la ideología en cuestión. Toda ideología, por perfecta que parezca, termina degenerando en una utopía de la que el hombre no sale ileso. Una utopía que lo lleva a luchar, o bien por hacer que todos sean iguales, o bien por lograr el propio beneficio egoísta a pesar de la muerte de su propio hermano.”
“La teoría es posterior a la realidad” y “La realidad es superior a la idea”
“Las definiciones de hace 130 años ya no son adecuadas para hoy. No significa que no sean verdaderas o correctas, sino que ya no son adecuadas en algún aspecto. Las situaciones exigen un nuevo análisis y una serena respuesta. La Iglesia en su doctrina social ha sabido acercarse a los problemas y también ahora debe hacerlo, desde los principios morales fundamentales como la dignidad de la persona, el bien común, la solidaridad, la libertad de conciencia, entre tantos otros principios fundamentales que este libro presenta fabulosamente. El desafío es saber acercarse a los temas sociales y aprender que no es la teoría la que hace la realidad, sino al revés: es la realidad que funda la teoría. La teoría es posterior a la realidad”. Robert F. Prevost, O.S.A.Obispo Emérito de Chiclayo, Perú”. Y como enseñaba el papa Francisco “la realidad es superior a la idea”.
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