
Con una mirada más optimista en lo económico, se abre la posibilidad de pensar con mayor audacia. Ya no se trata solo de preguntarnos si podremos evitar una nueva hiperinflación. Podemos empezar a imaginar un futuro distinto.
La economía parece estar entrando en un nuevo régimen de desinflación progresiva, que podría estabilizarse en parámetros regionales normales en menos de un año. Esa baja alentará el crédito al sector privado y reactivará el consumo, la inversión y el empleo. A su vez, el crecimiento permitiría reducir impuestos distorsivos, como las retenciones que afectaron durante años al sector agropecuario, o el impuesto al cheque, que perjudica la competitividad del conjunto de la economía.
La apertura gradual a las importaciones y el impulso exportador de nuevos complejos —litio, cobre, oro, plata, petróleo y gas— junto al agro, la economía del conocimiento y las economías regionales, podrían dotar a la economía argentina de una solidez inédita. Este proceso reconfigurará los ejes empresariales y territoriales del crecimiento. Volveremos sobre este punto.
¿Y la política? En este escenario económico, es probable que comience a transformarse con más profundidad. Ya en las elecciones de 2025 se observan señales. Un gobierno que cumple buena parte de sus promesas de campaña y mantiene cierta estabilidad tiene buenas chances de consolidarse electoralmente.
Más aún, en un contexto de calma económica, la oposición luce desorientada y sin propuestas claras. Muchas de sus figuras no representan estructuras partidarias sólidas, sino aspiraciones individuales sin relato de país. El oficialismo, en cambio, mantiene un rumbo definido. Mientras logre resultados, esa diferencia será decisiva.
En este marco, resulta difícil imaginar que la política, sin estructuras partidarias, pueda generar una figura competitiva desde el llano. Tampoco parece probable que se repita una experiencia outsider como la de Javier Milei, que emergió en el contexto de una crisis profunda.
¿Desde dónde podría surgir entonces una alternativa política convincente, capaz de disputar poder a un gobierno prudente y con resultados? La respuesta, quizás, esté en las provincias.
La crisis crónica de los últimos 40 años multiplicó la pobreza, debilitó los partidos y desmanteló el Estado de Bienestar, lo que concentró la ambición política en la Casa Rosada. En ese contexto, los gobiernos provinciales y municipales fueron relegados al rol de meros administradores.
Sin embargo, el nuevo modelo productivo puede cambiar esa lógica. Las provincias que concentran sectores clave —hidrocarburos, minería, energías renovables, agroindustria— están llamadas a jugar otro rol. Chubut, Neuquén, San Juan, Catamarca, Salta o Río Negro, tradicionalmente periféricas, podrían convertirse en polos dinámicos del desarrollo nacional.
Ese proceso también transformará al empresariado argentino. A partir de grandes complejos exportadores, comienza a consolidarse una masa crítica de empresas con peso nacional e internacional. Este nuevo actor económico tendrá capacidad de incidir en el debate público, como ocurre en Chile o Brasil, donde actúan como freno a políticas que amenazan la estabilidad.
Durante décadas, el agro enfrentó solo políticas erráticas —defaults, expropiaciones, controles de cambio y precios, saqueo del Estado— sin capacidad de respuesta institucional. Hoy, los intereses empresariales alineados con un modelo de desarrollo capitalista moderno están ganando fuerza. La balanza entre mercado y política tiende a equilibrarse.
Las provincias, entonces, no solo deberán reconstruir servicios públicos deteriorados —educación, salud, seguridad—, sino también definir su perfil tributario. Las que se adapten con eficacia al nuevo escenario ganarán protagonismo nacional. La sociedad comenzará a mirar a esos líderes que trasciendan la mera gestión y articulen una visión política superadora.
En suma, todo indica que Milei tendrá un segundo mandato. En ese tiempo, la política difícilmente se reconstruya como la conocimos. Tampoco es probable otro outsider. Quizás el recambio surja desde las más “exitosas experiencias provinciales” , donde vayan surgiendo nuevas figuras políticas a partir de los grandes desafíos de gestión que deberán afrontar en los años por venir.
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