
En su más reciente libro, publicado en el año 2024, el prestigioso académico chileno Sebastián Edwards repasa la historia de los “Chicago Boys” en Chile. El relato llega hasta la actualidad y, por supuesto, atraviesa también el llamado “estallido social” del año 2019.
Por si el lector no lo sabe, los chicos de Chicago eran jóvenes economistas que aprovecharon, especialmente durante la década del ’60, un programa impulsado por el Departamento de Estado de Estados Unidos, que involucró a la Universidad de Chicago (la que cuenta con mayor cantidad de Premios Nobel en economía del mundo) y a la Pontificia Universidad Católica de Chile. A través del programa, muchos jóvenes graduados se trasladaron a Chicago a obtener maestrías y doctorados, con el objetivo de regresar a Chile y modificar la forma en que se enseñaba y se aprendía economía.
Tras el fallido gobierno de Salvador Allende y el Golpe de Estado de Pinochet, muchos de estos “Chicago Boys” llegaron a posiciones de poder político, revolucionando la economía del país trasandino. No es injusto decir que, gracias a estos jóvenes economistas, Chile pasó de ser un país con alta intervención del estado en la economía, proteccionismo, y enormes desequilibrios fiscales y monetarios, a uno de los países más “neoliberales” (sic.) del continente.
La Gran Seducción
Para Edwards la historia de los Chicago Boys es una historia de éxito. Ya desde las primeras páginas el autor nos anticipa que nos va a contar la historia de una “gran seducción intelectual”, puesto que “las ideas de Milton Friedman y de la Universidad de Chicago eventualmente sedujeron a prácticamente todos los economistas de renombre y con cierta influencia en Chile”.
Un capítulo particularmente interesante es el número 10, cuyo título es “El retorno de la democracia y el neoliberalismo inclusivo”. Es que, en el año 1990, cuando tras un plebiscito y elecciones mediante, el primer presidente democrático –Patricio Aylwin- asumió en Chile, arreciaron las dudas acerca de si se iban a mantener, o si se iban a revertir, las reformas económicas de liberalización que habían introducido los Chicago Boys.
Aylwin designó como Ministro de Economía nada menos que a Alejandro Foxley, quien había sido uno de los más feroces críticos de las reformas chicaguenses. Sin embargo, “Foxley convenció al presidente Aylwin de que, en lugar de revertir las reformas mercantiles, su gobierno debía profundizar algunas de ellas”. Para Foxley era central mantener la estabilidad macroeconómica alcanzada por los Chicago Boys, y “evitar a toda costa el típico ciclo de políticas económicas populistas en América Latina”.
En 1993 llegó un nuevo presidente, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, que designó a un Chicago Boy como Ministro de Economía, Juan Villarzú. Villarzú no pudo asumir por un conflicto de intereses, motivo por el cual fue reemplazado por Eduardo Aninat, un economista, según Edwards, con fama de “promercado liberal pero compasivo”.
Tras Frei llegó Ricardo Lagos, “el primer socialista” en ganar la presidencia desde Salvador Allende. Si bien Lagos buscó generar un Chile un “crecimiento con igualdad”, no modificó los pilares del modelo económico y, de hecho, lideró una gran integración internacional de la economía chilena, firmando una buena cantidad de Tratados de Libre Comercio, entre ellos, uno con los Estados Unidos de América.
En el gráfico que acompaña esta nota puede verse cómo Chile que, en 1975, estaba peleando por el 5 lugar en el ranquin de PBI per cápita de América del Sur, pasó en 1996 a ocupar la primera posición, un lugar que todavía conserva en la actualidad.
El futuro de Argentina
¿Podrá Argentina imitar el devenir chileno? Cuando Milei deje la presidencia, pase esto en 2027 o en 2031: ¿llegará un nuevo gobierno que buscará echar todo para atrás, o será éste capaz de construir sobre las bases sólidas, de estabilidad macroeconómica y de reglas pro-mercado que dejará el economista libertario?
No podemos adivinar el futuro, pero sin dudas el éxito de Argentina hacia adelante pasa exactamente por ahí. Porque hasta quienes hoy están en espacios políticos opuestos al gobierno nacional, una vez les toque la responsabilidad, puedan reconocer el trabajo realizado y las buenas decisiones tomadas. Esto implica que, incluso cuando no profundicen el rumbo como lo hicieron los “socialistas” chilenos, sí al menos lo mantengan.
No abandonar las políticas impulsadas por los Chicago Boys le permitió a Chile llegar a la primera posición en desarrollo económico de la región. Así que, si nuestra dirigencia en su conjunto se convence de las bondades del equilibrio fiscal, los precios libres, el menor gasto público y un cada vez más libre flujo de capitales, también nos espera un futuro de grandeza.
El autor es investigador asociado del centro FARO de la Universidad del Desarrollo (Chile), profesor universitario de Economía y consultor de empresas.
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