
Vivimos tiempos en los que lo urgente le gana a lo importante. El contenido rápido, viral, editable y descartable parece imponerse sobre los mensajes con sentido. Las redes están llenas de personas que saben sacarse fotos, pero no saben qué están diciendo con ellas. Y en este contexto, me pregunto -y los invito a preguntarse-: ¿nuestra marca personal tiene un propósito verdadero o simplemente busca likes?
Tener una marca personal no es solo “caer bien” ni armar un perfil prolijo. Es sostener una narrativa propia, coherente, alineada con nuestros valores, diferencial y con propósito. Es un trabajo profundo que no se construye con filtros, sino con introspección, coherencia y decisiones conscientes. Hoy, más que nunca, la autenticidad vende. Pero cuidado: no se trata de “mostrarse real” como una nueva estrategia de marketing, sino de ser real. El público busca inspiración, humanidad, consistencia.
Según estudios recientes, el marketing de influencers mueve más de 32.5 mil millones de dólares a nivel global, y se espera que esa cifra siga creciendo. Pero, ¿cuál es el precio de entrar en esa carrera de visibilidad si no tenemos un contenido interesante o un mensaje con raíz? Más del 60% de los usuarios confía más en influencers que en celebridades. Eso habla de una oportunidad, sí. Pero también de una enorme responsabilidad: si sos referente, ¿qué estás representando?
Casos como el de Kendall Jenner y una campaña que trivializó movimientos sociales, o influencers que usaron incendios forestales como telón de fondo para fotos “impactantes”, nos muestran lo que pasa cuando se prioriza el efecto por sobre el sentido. Incluso una influencer fue duramente cuestionada por separar a un cachorro de su madre solo para conseguir más likes. ¿Qué tan vacíos estamos como sociedad cuando todo vale si es “posteable”?
Y hablando de vacío, vale la pena detenerse en su significado. La palabra proviene del latín vacuus, que significa desocupado, sin contenido. De esa raíz nacen términos como vacante, vacación o evacuar: todos ligados a la idea de dejar espacio libre. El vacío, entonces, no es solo ausencia, también es potencial. Una marca personal sin propósito puede parecer llena de contenido, pero si ese contenido no tiene raíz, lo que hay es un vacío disfrazado. La forma sin fondo. La visibilidad sin mensaje.
Diversas teorías del marketing y el branding aportan claves valiosas para pensar todo esto. Philip Kotler, padre del marketing moderno, plantea que las marcas hoy deben pasar del “Marketing 3.0″, centrado en valores, al “Marketing 5.0″, donde la tecnología se pone al servicio de causas humanas. El consumidor busca marcas que defiendan causas, no solo que vendan productos. David Aaker, con su enfoque de Brand Equity, remarca la importancia de construir una marca basada en confianza, relevancia y diferenciación. Una marca personal fuerte no nace del ruido, sino del valor percibido. Jean-Noël Kapferer, con su Prisma de Identidad de Marca, propone que toda marca se construye desde seis dimensiones: físico, personalidad, cultura, relación, reflejo y autoimagen. Una marca auténtica trabaja sobre todas esas capas. Y Seth Godin, más disruptivo, nos recuerda que una marca no es lo que decís que sos, sino lo que los otros dicen de vos cuando no estás presente. Es una promesa, una historia, una emoción.
Para que la marca personal haga un update, no se trata de cambiar el logo ni de hacer una nueva sesión de fotos. Se trata de detenerse, mirarse y redefinir. Preguntarse: ¿qué quiero que quede de mí cuando cierre la pantalla? El propósito no es una tendencia: es una brújula. Y cuando sabemos hacia dónde vamos, los likes no sobran… pero tampoco son tan necesarios.
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