
La declaración del Damasceno va al hueso de la cuestión: de ahora en adelante todas las cosas, todas las dimensiones creadas, -todo el género humano-, tienen la posibilidad de llegar a la plenitud existencial, simplemente porque Dios cumplimenta la fase central de su plan evolutivo-perfectivo. Pero ¿cuál es el programa divino? Hacer que los hombres se hagan dioses; bien claro lo dice Atanasio Magno: “Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios”. En la teología ortodoxa creación-encarnación-(muerte)-resurrección-ascensión-Parusía son consideradas diversas fases de un mismo proceso -del arcano designio- de Dios para con su creación; es por ello que Juan, el de Damasco, remata diciendo que la creación toda se basa en este evento que festejamos hoy y representa el núcleo de este diseño.
Para la teología ortodoxa, siempre empírica y experiencial, la resurrección del Cristo es la prueba central del cumplimiento aquí y ahora -pero desde siempre y para siempre- de este plan establecido pre-eternamente, que se inaugura con la creación y se ha de cerrar con la perfección de todas las cosas en la Parusía del Cristo. Esta articulación sistemática, orgánica, irreversible e inherente a la relación de Dios con el creado debe comprenderse y vivirse -¡sobre todo vivirse!- holísticamente, desde una doble óptica necesariamente física, material, pero al mismo tiempo meta-física, trascendental. Y esto porque la sobre-naturaleza siempre está operando en, sobre y desde la misma naturaleza creada: luego, solo luego, se sucede la esfera ético-moral como consecuencia.
Festejamos la Pascua no como un evento meramente religioso, sino porque es un evento capital de la historia humano-divina, es la completa disrupción existencial sobre el género humano, prefigurada por Moisés y el paso del pueblo hebreo de la esclavitud a la libertad: la Pascua cristiana, por su parte, es el envión último de la humanidad caída y asumida por el Cristo hacia su liberación y compleción: por ello el Cristo -el Arquetipo- se hace hombre, sufre, muere, desciende al submundo y lo vacía, resucita, asciende y viene en gloria para recapitular todo de acuerdo a este “nuevo Orden” crístico (Ap. 21:5).
Para nosotros, ortodoxos, el Cristo asume toda la negatividad del creado expresada en su negación adámica, la asimila en su persona, la sublima y la transforma en posibilidad, en apertura, en trascendencia, en perfección sin límites, sin excepción y sin exclusión.
Ahora bien, este es el plan divino. Pero nuestra teología descarta toda predeterminación o predestinación, puesto que Dios crea seres racionales, es decir con auto-soberanía, comúnmente llamada libertad. Entonces, queda en nosotros aceptar o no esta apertura, esta posibilidad, esta “nueva Era” -el “Reino”-, inaugurado por el Cristo. El plan ha sido revelado y la metodología explicada. ¿La clave? Doble: 1. “esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios Verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.” (Jn. 17:3) 2. “Les doy un mandamiento nuevo: Ámense unos a otros; como YO los he amado, así también ámense los unos a los otros.” (Jn. 13:34). Estas no son condiciones excluyentes, como se podría fácilmente interpretar desde una óptica estrictamente religiosa. Al contrario, son la clave para acceder a una metodología, a un sistema espiritual, a un modo de vida basado en la libertad, y con único objetivo la divinización de todas y todos sin distinción alguna.
La teología ortodoxa, con su impronta exclusivamente experiencial y su consecuente metodología apodíctica previene toda mitología cristiana; eso sí, precede la fe que es la realidad -aquí y ahora- de las cosas que se esperan, la prueba certera de lo que aún no se ve (Hb. 11:1). Parece un oxímoron, sí, pero no lo es: ¡Es una paradoja! Sí, claro, porque en el “Reino” la lógica, claro, opera en sus límites, pero luego cede el terreno para su superación, la meta-lógica: entonces conviven de forma original y lícita la ciencia con la intuición, lo material con su contraparte etérea, el tiempo con la eternidad, el límite con la infinitud. ¡Y todo de manera creativa, original y libre!
Y todo ello en virtud del Cristo que vence la muerte -el pecado, el límite, la negatividad del creado- con su propia muerte que irrumpe y se constituye como Vida en sobreabundancia.
¿Cómo saber que todo esto no es otro relato de corte religioso? Solo me resta repetir las palabras del salmista: “Venid, gustad, y ved cuán Bueno es el Señor” (Sal. 34:8). ¡Cristo resucitó! ¡Verdaderamenre resucitó!
Últimas Noticias
El genocida es Hamas
El 7 de octubre es una fecha sin igual en la historia contemporánea

El oro, una reluciente moda que conviene evitar
Invertir en metal dorado requiere elegir el momento idóneo. Si usted no puede predecir la evolución de la bolsa, ni lo intente
Saldos a favor de impuestos: cómo evitar que se derritan como un helado
La proliferación de pagos a cuenta de impuestos transforma a las empresas en acreedoras de los fiscos. Existen alternativas legales para revertir esa situación

Antisemitismo en la era digital
De la memoria del Holocausto al odio viral
Del libre comercio al debate pendiente
El futuro productivo argentino frente al acuerdo MERCOSUR -EU
